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01 | La despedida.

— No me alcanzarían jamás las palabras para expresar todo lo que significa Julian para mí. — Comenzó a hablar. — Pero realmente me genera demasiado pensar que lo tuve en mi vida desde siempre, y simplemente no puedo imaginar alguna realidad en la que no haya sido así. — Sonrió. — Está reunión es una despedida, pero de mi parte te digo que no es un adiós. Sino un hasta pronto, que sabes como soy y como me las ingenio. — Rió. — Y así como orgullosamente estuve en cada uno de tus logros voy a encontrar la manera de seguir estandolo.

La familia de Julian aplaudió eufóricamente, se encontraban todos reunidos. Dedicándole palabras que querían asegurarse que pudiera llevarlas con él en esta nueva etapa de su vida que lo esperaba.

En dos días se iría a Buenos Aires, dejando su amado pueblo para instalarse en lo que sería su nuevo hogar para jugar en el club que tanto ama. Y, a pesar de la felicidad de la noticia, lo invadía una nostalgia inmensa de solo pensar lo que dejaría atrás tras su partida. Entre todo eso, estaba ella.

Anabela Carter.

Agradecía a su mamá todos los días por haberlo cambiado de escuela desde el momento en que la encontró y supo que ella sería prioridad en su vida desde entonces. Ninguno de los dos comprendió lo que sería separarse el uno del otro hasta este momento que se volvía algo permanente. Y así como ella mencionó, siempre fue la primera en cada uno de los partidos de Julian. Sea en la cancha del barrio, un estadio o el simple patio de la escuela o el colegio, Ana estaba en primera fila gritando el nombre del cordobés con todas sus fuerzas.

Supo que llegaría lejos desde el día que lo vió incluso sin comprender absolutamente nada sobre fútbol. Pero conocía la pasión, y el amor que el castaño tenía por ese deporte no lo había visto en ningún otro lugar jamás.

Le fascinaba estar para él, su corazón se llenaba cada vez que el cordobés le comentaba de alguno de sus partidos y sin importar la hora, día o lugar se encargaba de ir y demostrarle su apoyo con firmeza.

Así, poco a poco se ganó un gran lugar en la familia Alvarez. Del colegio a la cancha y de la cancha a la casa de Julian o viceversa. Los padres no tardaron en notar la unión que tenían. Y, con el tiempo, en las gradas ya había un asiento cerca de su familia aguardando por Ana.

Mariana la adoraba, creía que la manera en que ella cuidaba de su hijo se mostraba en cada uno de los pequeños detalles que tenía con él. La morocha siempre se encargaba de ir a sus partidos con una botella bien cargada de agua fresca disponible únicamente para el jugador, así como un cubrecuellos que aguardaba en su mochila exclusivamente para esos duros días de invierno en los que a Julian poco le importaba abrigarse.

Los actos de servicio le sobraban si se trataba de él. Su lenguaje de amor le pedía que cuide a quienes amaba, y ahí estaba Julian.

— Beso. — Gritó uno de sus hermanos. Agustin.

— Y gracias. Absolutamente gracias por dejarme sola con estos dos insoportables. — Bromeó. — Me voy a vengar.

Unas risas se escucharon en aquel patio, donde Julian se encargó de correr junto a Anabella en el intento de enseñarle a jugar fútbol. Aquel lugar lleno de recuerdos resguardando a ambos jóvenes de un exterior que no les interesaba mientras estuvieran juntos.

El castaño se acercó a su mejor amiga abrazándola con fuerza. Dejó un pequeño beso en su coronilla y observó a sus invitados dispuesto a decir algunas palabras.

— Bueno, primero muchas gracias por esta cena, la verdad que lo valoro un montón. — Sonrió. — Sé que la organizó mamá seguramente con esta loca que tengo al lado.

Esperándote | Julián ÁlvarezWhere stories live. Discover now