"¿Tu cuarto o el mío?"

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Mismo día a la noche – En el departamento
- ¡Mierda! – era la única forma de expresarse que tenía Scylla cada
vez que miraba el reloj. Ya eran la una de la madrugada y no había indicios de que
Raelle pisara el departamento. Apenas pasó la puerta del estudio de tatuajes, salió
decidida a esperar a que la chica llegara a su departamento y hacerle las miles y
miles de preguntas que tenía dándole vueltas en la cabeza desde que la conoció. Pero
esperar a Raelle no estaba siendo nada fácil.
La tarde entera había sido un suplicio. Primero fue Abigail
quejándose por todo, desde la poca presión que Scylla había puesto sobre Raelle acerca
del tatuaje, hasta de como Tally le había dado el teléfono al "mafioso ese
seguramente recientemente salido de la cárcel", según palabras de la misma neoyorquina.
Por supuesto que esto desató una pelea entre ambas chicas dejando nuevamente a
Byron, que aun seguía un poco agitado por el susto que le pegó Raelle, y a la misma
Scylla entre medio de ellas. Y por supuesto que después de eso todo siguió con Tally
yéndose a dormir al departamento de Byron y con Abigail yendo a algún bar de
mala muerte a buscar cualquier chica con la que pudiera pasar la noche. Objetivo que
la neoyorquina cumplió a la perfección, porque horas más tarde, cuando Scylla estaba
empezando a leer un libro que le ayudara a pasar más rápido el tiempo, su amiga
cayó con una pelirroja ebria que fue a parar derecho a la habitación de su socia. La
pelea de Tally y Abigail fue el único momento en el que Scylla no quiso ver que
Raelle apareciera por la puerta, si llegaba a ver la dramática forma en que Tally lloraba
y la exagerada forma en que Abigail la trataba, la empresaria estaba segura de
que se quedaba sin su socia. No conocía a Raelle, pero por la forma en que se había
preocupado por la bailarina, Scylla dedujo que la rubia tenía un lado protector muy
desarrollado.
Otra de las cosas que Scylla optó por hacer ese día con vistas a que
el tiempo fuera más rápido, fue llamar a sus padres. Ella venía de una familia muy
unida y donde el respeto, cariño y comunicación nunca habían faltado, por eso tanto
sus padres, su hermano o ella, se encargaban de hablar a diario y de decirse cuanto
se extrañaban.
La conversación con su padre fue desde campeonatos de golf, a
obligar a que Scylla le prometiera que los iba a visitar, a cuanto la extrañaban en
New York, a recordarle cuanto Blanton detestaba al vago de su novio, hasta los
negocios de Scylla en Fort Salem. Por su parte Isadora, su madre, le detalló cada
preparativo que la pareja estaba llevando a cabo para el aniversario de sus bodas de
plata, le contó acerca de su vecino y la manía del hombre de mirarla mientras toma el
sol en la pileta, despotricó también en contra de su novio y finalmente, para sorpresa
de Scylla, le preguntó por Raelle.
Ahora bien, estos dos últimos temas consultados por cada uno de sus padres, eran dos mundos distintos para Scylla. Mientras en los negocios la morena
se movía como un pez en el agua, con Raelle parecía el padre de Nemo entre las
anémonas, sabía que si hacía un paso en falso se podía quemar o algo parecido. Scylla
tenía un talento natural para los negocios, ya desde chica lograba que el estúpido
vecinito de la casa donde creció, le cambiara el delicioso helado de dulce de leche
cubierto en chocolate por su sana manzana, para ella era simple y todo le resultaba a
su favor. Con la rubia era distinto, con Raelle sentía que perdía cada vez que hacía un
intento para acercarse a ella. Con la tatuadora, Scylla sentía que era la última en ser
reconocida, Raelle no parecía tener la misma debilidad que ella sentía por la rubia... en
fin, todo el mundo Raelle le era desconocido y eso la frustraba cada vez más. Por eso
después de que se encargó de contarle a su madre la poca información que tenía,
estuvo más decidida que nunca a quedarse hasta la hora que fuera para enfrentar a
la rubia; su madre le había hecho ver cosas que quizás a ella se le estaban pasando y
por eso ahora estaba recostada en el sillón, con uno de sus libros preferidos y cada
vez que miraba el reloj, volvía a escapar de sus labios una maldición - ¿Cuándo
llegaras Coll...?
Ruidos afuera del departamento la alertaron, Scylla se enderezó y prendió el televisor
rápidamente, no quería que Collar se diera cuenta de que la había estado esperando.
Tenía todas sus preguntas en la punta de la lengua, apenas viera aparecer a la chica
por la puerta las iba a lanzar una por una. Llaves intentando de abrir la puerta le
confirmaron la llegada, una última miradita en el reflejo de uno de los vidrios y estaba
lista.
La puerta rechinó y Scylla preparó su primer lanzamiento - ¿Porqué
llegas a...? – la imagen de Raelle la frenó - ¿Collar? ¿Qué haces? – Como podía
cuestionar a alguien cuando ese alguien estaba parada en la puerta de entrada
cargando una enorme bolsa negra en un brazo al estilo Santa Claus y una caja blanca
más grande que una de zapatos en el otro. Ambas cosas debían pesar bastante,
porque Scylla pudo ver gotas de sudor rodar por la cara de la chica.
Apenas Raelle sintió la voz de Scylla se quedó quieta en su lugar sin
pronunciar palabra, era tal el silencio que solo se podía escuchar uno que otro "Dios
mío" y "ahí nena, ahí" que provenían de la habitación de Abigail.
Scylla giró los ojos ante la inmovilidad y el silencio de la chica,
parecía que la rubia pensaba que si se quedaba quieta en la puerta Scylla no iba a
notar su presencia. La ojiazul reprimió una risa cuando vio sus brazos temblar por el
peso de las cosas que traía - ¿Está pesado? – le preguntó haciendo unos pasos
adelante.
Raelle enfocó la mirada en Scylla, torció su cuello y entreabriendo su
boca asintió.
Esta vez la risa de Scylla salió igual - ¿Y por qué no lo bajas? –
volvió a preguntar acercándose un poco más.
Raelle sin necesitar más opciones y porque el peso de las cosas ya le habían ganado, despacio dejó la bolsa negra en el suelo, sus ojos seguían en Raelle
que cada vez estaba más cerca.
- Quédate quieta – como lo había hecho a la tarde en el estudio de
tatuajes, Scylla obligó a Raelle a permanecer en su lugar. La empresaria caminó hasta
donde estaba la rubia y con cuidado sacó la caja blanca de su brazo – Déjame
ayudarte – le dijo.
- Cuidado – fue lo que salió de la boca de la tatuadora. Al parecer lo
que había en la caja lo ameritaba.
Scylla dejó la caja blanca en la pequeña mesa de la sala y volvió a
mirar a Raelle que permanecía en el mismo lugar con la pose que tanto la
caracterizaba. El silencio volvía a hacerse presente entre ellas y al parecer Abigail
y su chica de turno ya estaban descansando porque no se escuchó ningún ruido salvó
el quejido proveniente del estómago de Raelle.
Scylla frunció el ceño - ¿tienes hambre? Son casi la una y media de
la mañana, ¿cómo puede ser que aun no hayas comido? – le preguntó enojada. La
rubia solo se limitó a levantar sus hombros.
- No quiero levantadita de hombros – basta de ser condescendiente
– Quiero que me contestes la pregunta ¿Por qué no has comido? – insistió.
- Mmm... yo... eeee... después de que Sofía se fue...
- ¿Sofía, la mujer entangada? – preguntó Scylla tratando de que
no se le vieran sus celos. Raelle se sonrojó y con la cabeza agachada asintió.
- ¿Estuviste todo este tiempo con ella? – su cara no podía hervir
más
Raelle alzó la mirada rápidamente y lo negó.
La empresaria se alegró en silencio - ¿Y bien? Entonces ¿por qué no
comiste después de que la entangada se fue? – Y dale con la misma pregunta.
Raelle sonrió y Scylla no supo si era por la forma en que ella se refería
a Sofía o porque su respuesta traía algo entre manos.
- Tuve que hacer un enorme tatuaje en la cabeza de un chico – los
ojos de la rubia brillaban, la morena podía ver el entusiasmo de la chica – Quería un
enorme tribal totalmente simétrico y... - se frenó rápidamente y volvió a agachar su
mirada – Perdón. – se disculpó
Scylla se entristeció cuando la voz de la otra chica se frenó - ¿Por qué te disculpas?
Cuéntame sobre el tatuaje por favor – pidió mirando como la carita de Raelle volvía a
su lugar y en su mente recitó paso por paso sus movimientos mirar, torcer, abrir.
- Eee... tengo.... Tengo que... - las palabras no le salían, pero Raelle
señalaba hacia la puerta abierta. – Tengo que... - sacudió su cabeza y se volvió a
enfocar en los ojos que tenía enfrente. – Tengo otras cosas para cargar – dijo
señalando la bolsa negra que había dejado a su lado.
La morena siguió cada gesto de la chica y escuchó cada palabra – Bien... ve, aquí te espero – No se pensaba mover.
Raelle no reaccionó de inmediato, miró un rato más a Scylla, dio un
paso para adelante, retrocedió, se rascó la cabeza y fue hasta la puerta saliendo al
pasillo para luego volver y asegurarse de que la morena seguía en el mismo lugar.
Scylla no se esforzó en detener la sonrisa en su cara.
- Collar... Ve, dije que te espero – le insistió para luego ver como
avergonzada Raelle caminaba rápidamente.
Scylla aprovechó el tiempo para acercarse a la bolsa negra y
revisarla, no es que pensara que había nada malo, pero había que descartar que
fueran partes de algún cuerpo mutilado.
- ¿Una pelota de futbol? ¿Una muñeca? ¿Qué demonios es esto? –
la bolsa estaba llena de juguetes de gran calidad. La morena se dio vuelta y caminó
hasta la caja blanca, quedó más intrigada aun cuando encontró remedios, vendas,
curitas, alcohol, agua oxigenada y otras cosas que perfectamente podían formar parte
de un botiquín, más preguntas se sumaban a su lista. Dejó todo como estaba y
después de un suspiro se fue a la cocina, el ruido del estómago de Raelle seguía en sus
oídos.
Mientras preparaba algo rápido para la rubia podía escuchar ruidos
en la sala, se ve que habían más cosas que subir porque Raelle bajo y subió unas tres
veces más. Cuando no escuchó nada más, sacó el plato de pastas del microondas, lo
dejó en el desayunador y salió en busca de la chica.
- ¿Collar? – Y así como un déjà vu, la encontró en la misma pose
que cuando llegó, nada más que esta vez estaba entre medio de varias bolsas y cajas
iguales que las primeras. Solo una caja azul de aspecto hermético seguía en las
manos de la chica. Raelle la miró - ¿terminaste? –preguntó Scylla
Raelle asintió – ven a comer entonces – le dijo Scylla volviendo a la
cocina – Espero que te guste porque fue lo único que... ¿Collar? – Raelle no la había
seguido.
La morena suspiró y volvió en sus pasos, la encontró como la había
dejado y en su pose característica - ¿No tienes hambre? - Raelle afirmo ante la
pregunta - ¿Y por qué no vienes a comer entonces? – preguntó.
- Tu... tu... me hiciste... a mi – se tocaba el pecho - ¿Me hiciste de
comer? – finalmente preguntó.
- Si bueno, me dijiste que tenías hambre – contestó Scylla nerviosa.
Nunca antes había cocinado para alguien que no fuera ella misma, ni siquiera para su
novio – Pero si no quieres... - amagó con volver a la cocina.
- ¡NO! – la frenó Raelle – Es decir... si, si quiero – pero no hizo ni un
paso hacia adelante
Bueno entonces vamos porque lo acabo de sacar y no quiero que se
enfríe – señaló a la cocina - Además ya has pasado mucho ti... – Una mano en su
propia mano la frenó. Raelle había agarrado su mano derecha y la miraba expectante.
La empresaria pudo sentir suaves temblores vibrar desde esa mano y por eso decidió salir de su espamento y empezar a caminar.
- Allí lo tienes – le dijo señalando el plato en el desayunador. Se
odió porque esto hizo que Raelle la soltara. La rubia se subió a una banqueta y sin
previo aviso empezó a devorarse su comida. Cuando sintió a Scylla moverse frenó la
comilona y la miró - ¿Te vas a ir? – le preguntó preocupada.
- Nop, solo me voy a sentar delante de ti – contestó la morena mientras agarraba una
de las sillas altas. Raelle volvió a su comida bajo la atenta mirada de Scylla – Cuéntame
del tatuaje en la cabeza – pidió llamando su atención y haciendo que los ojitos azules
de Raelle se volvieran a iluminar.
La rubia intercalaba su tiempo entre meterse grandes bocados de
pasta y contarle a Scylla cada detalle de su obra maestra. Varias veces Scylla le tuvo
que recordar que tragara antes de hablar, y varias veces ella misma tuvo que pedir
perdón cuando Raelle la hacía reír provocando que escupiera el agua que ella estaba
tragando.
- ¿Hace mucho qué haces esto? – las preguntas empezaban a salir.
Ahora que Raelle había terminado de comer, Scylla vio el momento oportuno.
La rubia solo asintió y lo confirmó sin dar tanto detalle. Quizás la
morena tenía que tomar una impronta más directa.
- ¿Y qué dicen tus padres de lo que haces? – preguntó. De hecho su
madre le había dado la idea de investigarla pero Scylla le aseguró que eso sería violar
la intimidad de la rubia y que ella iba a intentar algo más sencillo.
Se ve que la pregunta era complicada porque todo el cuerpo de la
rubia se tensó de inmediato, su mano fue directamente a rascar su cuello y su mirada
se enfocó en el plato vació que había quedado – Yo... mmmm... yo...
- ¡GUAAAUUU! – Abigail y su manía de interrumpir a la gente.
La neoyorquina entraba en la cocina solo en ropa interior e iba directo a la heladera –
Déjenme decirles – había sacado una cerveza y ahora miraba a las dos chicas. Raelle
seguía con la cabeza abajo y Lena la miraba intensamente – Esa gatita no tiene nada
que envidiarle a Lord Tugbigton. Tiene unas uñas que mamita, miren como me dejó la
espalda – la neoyorquina giró a mostrar sus marcas de guerra.
Como no escuchó comentario alguno volvió a enfrentar a las otras
dos chicas. Vio la mirada de Scylla y luego la pose de Raelle - ¿Pasa algo? – Preguntó -
¿Por qué sigues despierta Scyl? ¿Estás esperando la llamada de tu novio? – La palabra
novio hizo que ambas le prestaran atención. Raelle se topó de lleno con los pechos de
Abigail y volvió a agachar la cabeza rápidamente.
La neoyorquina la pescó justo y no pudo evitar sonreír - ¿Qué pasa rari?
¿Te asustan mis tetas? – le preguntó en broma – Mira que son de lo mejor, pagué
mucho por ellas – le dijo agitándolas más cerca de Raelle y haciendo que la rubia se
tuviera que inclinar cada vez más en su banco para esquivarlas – Vamos tócalas – le
insistía.
- ABIGAIL DEJA A RAELLE TRANQUILA – La frenó Scylla – Vete a seguir ahogando tus penas por Tally con la colorada esa – la mirada que le hizo
Abigail le demostró que había dado en el clavo con el comentario.
La neoyorquina se acercó al oído de la morena – Ojala mañana amanezcas
en uno de los freezers de la rarita – le murmuró para después volver a su habitación.
Una vez que Scylla se aseguró de que Abigail estaba otra vez en
su cueva, volvió a buscar a Raelle. Pero, como habitualmente pasa, Raelle ya no estaba.
- ¿Qué haces? – la encontró sacando el sofá cama
La tatuadora se frenó y la miró – Voy... voy a dormir – le dijo
simplemente.
- De eso quería hablarte – le dijo Scylla avanzando hasta el sofá –
He decidido que tu vas a dormir en mi habitación y yo en el sofá – informó
Raelle sacudió su cabeza inmediatamente, para ella eso no era una
opción
- No te puedes negar, ya tomé la decisión. Recuperas tu cuarto – la
ojiazul se sentó en la ahora cama marcando terreno.
Raelle volvió a sacudir su cabeza con más fuerza – No, no. No lo
quiero – respondió – Tu eres una dama, no puedes dormir aquí – insistió mientras
sacaba los almohadones para llenar la cama con estos.
Scylla resopló - ¿Y tú que eres entonces? – preguntó en una
conducta totalmente caprichosa.
- Yo soy... yo soy... - se frenó de golpe. Acto seguido se tiró
rápidamente en la cama. Así como estaba se tapó toda y se estiró lo más que pudo
tratando de abarca la mayor parte del mueble. Inclusive llegó a empujar un poco a
Scylla.
La morena miraba con la boca abierta al cuerpo que estaba ahora
totalmente debajo de la ropa de cama – Collar sal de allí ahora mismo – ordenó. La
cabeza debajo de la sabana se negaba – No seas cabezota, sal de allí – insistía
obteniendo la misma respuesta – Además no tienes ni el pijama puesto, solo tienes
esa ropa sucia que está toda transpirada... ¿no iras a dormir así cierto? – La cabeza
oculta asentía.
La morena se paró de la cama y de brazos cruzados se quedó
mirando a la escondida rubia – Bien... tú te lo buscaste – Sin pensarlo dos veces la ojiazul levantó a la fuerza las sabanas y el cobertor y se metió en la cama con Raelle.
La rubia se alarmó y se puso en una punta de la cama lo más lejos
posible – Vete al cuarto – ordenó Scylla por tercera vez.
A pesar de no estar segura de querer tener a Scylla tan cerca Raelle
se negó.
- Bueno, entonces vamos a dormir las dos aquí – le dijo con tono de
superada.
La rubia se encogió de hombros.
- De acuerdo – le dijo Scylla – Buenas noches – saludó para después
darle la espalda y acomodarse. Sea como sea, Scylla Ramshorn  se salía con la suya. A la mañana siguiente
- Pero qué demonios... – la empresaria se despertó en su propia
cama, dentro de su cuarto y con su pijama puesto - ¡COLLAR!

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Hola a todos solo me quería disculpar por no haber actualizado antes pero está semana fue de exámenes y trabajos adicionales y no tuve tiempo de actualizar la historia.

NO SOY PARA TI (RAYLLA)Where stories live. Discover now