"El camión de helados"

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- Pero qué demonios – la empresaria se despertó en su propia
cama, dentro de su cuarto y con su pijama puesto - ¡COLLAR!
A los tropezones la ojiazul salió de su cama y con toda la furia
caminó hacia la sala - ¿Quién se piensa que es? Si yo digo que duermo en ese sillón
es que duer...
- Jajajajajaja – ecos de risa entraban por el pasillo, Scylla apuró aun
más su paso -Jajajajaja - las risas se hacían cercanas.
- ¿Qué están haciendo? – apenas entró en la sala vio a Tally y Raelle sentadas en el sofá cama mirando antiguos dibujos animados. Al parecer era algo que
las dos estaban disfrutando al máximo. Mientras la bailarina devoraba su desayuno, la
rubia jugaba con unos de los tantos almohadones que tenía a su alrededor
cubriéndola.
Apenas escuchó la voz de la morena, Raelle volteó a verla, por
supuesto que vino el famoso mirar, torcer, entreabrir la boca y después las palabras –
Yo... ella... el correcaminos - no sabía para donde señalar, si para Tally, para el
televisor o hacia ella misma. Desesperaba gesticulaba sin encontrar la forma de
explicarle a la ojiazul lo que estaba pasando.
- Yo llegué y me puse a mirar la tele, Rael despertó después –
explicó Tally ayudando a la rubia.
Raelle asintió la versión de Tally – Eso – agregó esta vez segura.
Scylla caminó hasta la cocina en busca de su café diario - Pues será
mejor que te olvides de la televisión por el momento porque quiero hablar contigo, no
te vas a escapar más de mi Collar ¿me oyes? Collar... - insistía - ¡Dios! ¿Por qué es
tan difícil? – volvió a la sala en busca de la rubia, no pensaba posponer la charla,
lamentablemente no contaba con el correcaminos.
La pelinegra chocó su pie contra el piso indignada. ¿Por qué todo
era más importante para la otra chica que ella? ¿Por qué Raelle no se fijaba en ella
como ahora estaba fijándose en ese estúpido coyote siendo aplastado una vez más
por una enorme roca? Esto se tenía que acabar de inmediato. Scylla caminó con paso
firme rodeando el sillón y se puso enfrente del televisor, ambas televidentes torcieron
sus cuerpos para poder mirar entre los agujeros que Scylla dejaba libre, lo que le dio
más rabia a la empresaria y después de un nuevo pisotón en el suelo, se dio vuelta
dándole la espalda a las otras y apagó el televisor
- ¡AUCH! – algo le había pegado en la cabeza y se dio cuenta que
era un almohadón cuando el objeto cayo justo al lado de sus pies
- ¿QUIÉN FUE? – aunque se dio vuelta con la idea de sacarle a
tirones la culpable, lo supo de inmediato porque la rubia miraba a Tally con el ceño
fruncido y su cara se había puesto de la misma forma que la tenía segundos antes de
irse contra Byron.
- Fue Rael – Tally señalaba injustamente a la tatuadora.
La rubia miró el dedo acusador de Tally y apenas se dio cuenta de
que la señalaba a ella miró a Scylla y empezó a agitar su cabeza negando la acusación
– No... yo... yo... no fui – lo negaba con énfasis.
Scylla la iba a calmar, pero la divirtió la idea de jugar un poco con
ella, después de todo, la rubia la había desobedecido - ¿Raelle? Explícame porque me
tiraste un almohadón - le exigió levantando su ceja.
Raelle seguía agitando su cabeza, hasta que la ceja levantada de
Scylla la frenó. La rubia enfocó su mirada en esa parte del cuerpo de la morena -
¿Cómo haces eso? – le preguntó sin suprimir una sonrisa.
La cara de Scylla se relajó y cambio su estado. - No, no, no – Scylla no entendía a que se negaba Raelle – Hazlo de
nuevo – pidió la rubia poniéndose de rodillas en la cama.
- ¿Qué quieres que haga? – Nunca le fue tan difícil entender a alguien.
- Eso que haces con tu ceja – le dijo señalando.
Sin querer la morena lo hizo.
- ¡Eso! – Festejó Raelle poniéndose de rodillas en la cama - ¿la ves
Imra? ¿La ves? – la rubia quería que todo el mundo le prestara atención al truco de la
empresaria.
- Siempre lo ha hecho – con poco entusiasmo Tally opinaba. Nada
la pone de peor humor que le apaguen sus dibujos animados – En la secundaria hasta
facebook tenía esa ceja, era más popular que muchos alumnos – siguió mientras Raelle
se entretenía mirando los gestos de Scylla – Al único que lo he escuchado quejarse fue
a su novio, Porter
Scylla se limitó a mirar a Tally por arruinar el momento, y se alegró
de haberle apagado los dibujos. Raelle ya no sonreía, había vuelto a sentarse en el sofá
y ahora miraba hacia abajo mientras jugaba con sus almohadones.
- ¿Qué pasa contigo Creaven? – Scylla utilizaba el apellido de Tally
para recordarle que la estaba haciendo enfadar - ¿Te cruzaste a la salida con la
pelirroja que se pasó Abigail? ¿O qué? – insistió
Tally la miró sin susto. Si era cierto, apenas llegó al departamento
se chocó con la pelirroja saliendo del mismo, tuvo que aguantar todo lo que podía
para no ir a golpearle la puerta a la neoyorquina y empezar una nueva batalla, no quedó
otra que refugiarse en los dibujitos, y al menos estaba Raelle durmiendo y le hacía
compañía. Pero eso no quiere decir que a la bailarina le gustara que se lo refregaran
por la cara – Te enojas porque digo la verdad – le recalcó a su amiga – Además a
Rael... ¿Y Rael? – la rubia ya no estaba en el sofá cama.
- ¿Otra vez? ¡Dios! Juro que le falta la bombita de humo y sería una
perfecta ninja – comentó Scylla mirando para todos lados tratando de encontrar a la
chica en cuestión.
- ¡BUENOS DÍAS A TODAS! – Abigail se levantaba de buen
humor – Tally, Scylla, asumo que la rarita está escondida por algún lugar planeando la
forma de robar alguna de nuestras personalidades para después sacarnos nuestros
rostros y vivir nuestra vida – exageró haciendo que las otras dos giraran los ojos.
- ¿Y estás bolsas? – claro todavía estaba ese pequeño detalle. Scylla
giró a verlas a medida que se acordaba de como Raelle era la responsable de estas.
- Son de Collar– le dijo Scylla mientras veía como Abigail se
acercaba a las bolsas negras.
- ¿Qué diablos es esto? ¿Un auto a control remoto? ¿Una
playstation? ¿Juegos de mesa? ¿Qué mierda Scylla? La rarita robó una juguetería y
trajo el botín a casa – miró a la morena – Hay que hacer algo, nos piensa echar la
culpa a nosotras, estoy segura – no será mucho?. - No seas idiota Abigail. Tanto sexo con desconocidas te está
arruinando – de paso la morena aprovechaba. – Cuando se digne a aparecer le
preguntamos – le dijo calmada.
- ¿Y cómo vas a hacer eso? ¿Tienes una galera para sacarla desde
adentro? Si es más difícil de encontrar que un puto conejo Scyl – opinó – Además, si
no está en su rarisillón.
- ¿En su qué? – la empresaria no había entendido.
- En su rarisillón, el sillón de la rarita – explico y siguió – Si no está
durmiendo es porque... - unos silenciosos pasos, que no pasaron desapercibidos, la
frenaron.
- ¿Qué haces? – preguntó Scylla que ya había visto a una vestida
Raelle aparecer.
La rubia caminaba hacia sus bolsas con toda cautela y pasando lo
más lejos posible de Abigail.
- Jajaja – rió Tally maliciosamente – Te esquiva a ti Aby – se burló
de su novia de a ratos.
- No es cierto – nadie esquiva a Abigail Bellweather  a no ser que eso
sea lo que ella busque – Nos esquiva a todas, esquiva a todo el mundo, por eso es
rarita – les aclaró.
Scylla no seguía la conversación, por el contrario seguía mirando cómo, de forma
silenciosa para pasar desapercibida, Raelle empezaba a agarrar bolsas y cajas para
salir por la puerta.
- A mi no me esquiva – le dijo Tally en tono de pelea. Era tanta la
fricción que había entre Abigail y Tally que cualquier tema era tema de discusión.
Durante varios minutos, la pareja de sexo casual, repasarón varios
puntos que poco le interesaban a Scylla, la morena seguía enfocada en Raelle. La rubia,
tal cual lo había hecho la noche anterior había subido y bajado varias veces con
bolsas y botiquines en su brazo. Scylla solo se limitó a mirarla hasta que se dispuso a
agarrar la última bolsa que quedaba, no pensaba dejar ir a Raelle así como si nada.
Raelle se frenó en seco cuando la vio y a la distancia empezó a
balancearse en sus talones nerviosa, miraba a cualquier lado menos a Scylla
– Quiero que me digas que estás haciendo – le exigió la morena
agarrando en sus manos la última bolsa que quedaba.
Raelle se enfocó en la cara de la morena e hizo todos sus
movimientos – Eeee... yo... yo... me... yo me voy – soltó finalmente.
- ¿A dónde? – si tenía que sacarle palabra por palabra con
preguntas lo iba a hacer.
La cabeza de la rubia pasó de un lado a otro para quedarse en su
posición torcida habitual – A un lugar – contestó Scylla no pudo evitar que su ceja se levantara por la respuesta de
Raelle, y tampoco pudo evitar las ganas de comerse a besos a la rubia, que sospechosamente cada vez eran mayores, cuando la chica que tenía enfrente sonrió
ante el gesto de la empresaria. No solo que sonrió sino que con sus propias cejas
trataba de imitarlo sin éxito alguno, porque cada vez que subía una, la otra la
acompañaba.
La empresaria resopló una risa por el intento y agitó su cabeza para
concentrarse, no podía dejar que Collar fuera su debilidad - ¡Collar! Concéntrate – le
pidió - ¿qué es exactamente ese lugar? – insistió en su búsqueda de información.
Nuevamente en modo rara, Raelle contestaba – Es un lugar... un
lugar... donde yo... donde vive... - la cara de la morena se iluminó – Voy a ver a mi
amiga Sara – le dijo muy segura y orgullosa de su respuesta.
La peor respuesta que le podían dar a Scylla era esa – ¿Vas a ver a
tu amiga Sara? – era una pregunta ella que para la otra, pero igual Raelle
asintió contenta para pesar de la morena.
Ante la pasividad de la empresaria, Raelle se acercó cautelosamente
a ella y muy despacio agarró la bolsa, cuando Scylla sintió el movimiento reaccionó –
Momento – la frenó agarrando ella la bolsa – Voy contigo – anunció sorprendiendo a
la rubia.
Raelle hizo unos pasos hacia atrás - ¿Vas... vas...?
- SI voy contigo – le dijo – Me esperas que me cambio y te ayudo a
cargar la bolsa – le dijo sin esperar respuesta
La rubia agitaba la cabeza en negativa y Scylla frenó su caminar -
¿No quieres que vaya contigo? – la pregunta le salió triste
Raelle asintió contenta – No quiero que cargues la bolsa – le dijo –
Eres una dama – comentó obviamente.
Scylla la miró penetrantemente - ¿No vas a huir mientras me
cambio? – Raelle lo negó - ¿Me vas a esperar? – Raelle asintió.
- ¿Esperar para que Scyl? ¿Dónde vas? – Se ve que Abigail y
Tally habían terminado de discutir porque la neoyorquina estaba sentada en el sillón viendo
televisión – Hoy es domingo, nosotras los domingos tenemos planeado sentarnos en
el rarisillón a ver películas – explicó Abigail.
- Pues esta vez no – se negó Scylla – Me voy con Collar– anunció
saliendo de la sala.
- ¿Con la rarita? – Abigail miró a la rubia que seguía en el
mismo lugar en el que la dejó Scylla.
- ¡YO QUIERO IR! – Tally ya estaba lista para empezar su día.
- Tu no vas a ningún lado – la frenó Abigail – Si la morena
estúpida aquella quiere aparecer tirada en una zanja bien por ella, pero tú te quedas
conmigo – la obligó.
Tally resopló fuertemente – Cómo si tu pudieras obligarme a algo –
le dijo caminando hasta Raelle para abrazarla fuertemente sin permiso alguno – Me voy
con Rael y punto – se definió. - Tally por favor – la neoyorquina se paró de golpe – Temo por tu vida...
¡Por Dios mira como tiembla solo porque la abrazas! – señaló a Raelle.
Tally ya había sentido los temblores de la tatuadora en sus brazos,
pero desde que la conoció supo que más abrazos lo iban a arreglar – Pero cada vez
tiembla menos, ¿cierto Rael? – por las dudas la bailarina se separó un poco para ver
el sentir de la chica – Además quiero aprovechar para que me cuente de Gerit –
Cuando Raelle escuchó el nombre del tatuador sonrió al mismo tiempo que tomaba por
inercia un poco de distancia de Tally
Distinta fue la reacción de Abigail al escuchar el nombre del tipo
ese – Voy con ustedes – dijo y salió rápidamente para la habitación.
Una vez que todas estuvieron listas, Scylla volvió a agarrar la bolsa
que quedaba con todas las intenciones de cargarla en su hombro, pero Raelle se volvió
a negar alegando que ella era una dama y que las damas no cargaban cosas pesadas.
- No estoy hecha de cristal Collar – le advirtió – Puedo cargar cosas
– agregó viendo como la rubia entraba en pose sin decir palabras.
Raelle procesó las palabras de Scylla y caminó a la heladera para
sacar la misteriosa caja azul hermética – Ten esto – se la dio a la empresaria y
después buscó rápidamente en la bolsa que quedaba para sacar un paquete bastante
grande que tenía su propia envoltura de regalo – Y esto – se lo dio a Scylla – Cuídalos
bien, son muy importantes – le recordó mientras ella agarraba la bolsa.
Scylla la miró extrañada pero no dijo nada – De acuerdo, vamos.
Las tres chicas seguían a la rubia de camino al garaje del
departamento. Mientras Abigail iba ideando un plan de escape contra Raelle, Scylla
seguía con su mirada clavada en la mencionada chica y con su cajita y regalo en sus
brazos. Apenas entraron en la cochera, Scylla pudo ver bastantes y variados autos,
incluso vio su mercedes y el Porsche de Abigail, la cual le tiró un beso de pasada.
- O Dios, lo que faltaba, la rarita tiene su rarimóvil – murmuró la neoyorquina.
Scylla pudo entender el comentario recién cuando vio que Raelle
caminaba hacia un camión de helados blanco con rayas rosas en los costados, una
cara feliz pintada en su frente y para colmo un enorme helado se sostenía del techo
del vehículo.
- ¡HELADOS! ¡BIENNNNNN! – Tally corrió para llegar primera.
- En serio Scyl, estamos en problemas, así empieza todo. Nos
subimos a ese camión y somos mujeres muertas. De acá directo a la sierra eléctrica,
nuestras cabezas van a estar en el freezer del cuarto cerrado en un abrir y cerrar de
ojos.
Scylla giró los ojos y apuró su paso para dejar a Abigail hablando
sola, cuando llegó al camión Raelle ya había dejado la bolsa y ya estaba subida en el
asiento del conductor, la morena no dudó ni dos segundos en subirse a su lado y
dirigió su mirada directamente a la rubia esperando algún tipo de explicación, pero
nada vino. - ¡HAY HELADO DE VERDAD! ¡MIRA SCYL, HAY DE GUINDA, TU
PREFERIDO! – en la parte de atrás la bailarina revisaba las cosas entusiasmada.
Apenas la neoyorquina se subió junto a Scylla, porque no pensaba ir entre
los helados, la rubia arrancó.
- PON LA MUSICA RAEL – insistió Tally desde atrás.
Sin dudarlo la rubia apretó un pequeño botoncito que estaba en el
tablero y la música del camioncito empezó a salir.
- Tiririririririiiii.... Tiriririririr.... Tiririririririiiiii.....
- ¡DIOS MIO! ¿QUIÉN ME MANDA A SUBIRME AL RARIMOVIL? – se
quejó Abigail.
Media hora más tarde
Media hora exacta hacía que la rubia estaba manejando como si
nada, media hora que transcurrió entre las preguntas de Tally hacia Raelle sobre Gerit
y media hora que Abigail se la pasó quejándose. Pero el viaje no había sido del
todo malo, porque entre tantas preguntas que la bailarina le había hecho a la
tatuadora, Scylla pudo averiguar que Raelle había estado en Londres, porque allí había
conocido al chico, supo que el estudio de tatuajes de Fort Salem  tenía solo dos años
de vida y otras cosas como que el gusto preferido de helado de Raelle era menta
granizada, a lo que también escuchó el murmullo de Abigail cuando dijo "típico
gusto de un asesino serial"
Justo cuando estaba por preguntar por primera vez cuanto faltaba
para llegar, o en el caso de la neoyorquina por decimocuarta vez, el camioncito dobló en una
esquina que empezaba con una pared de ladrillos inmensa que cubría casi toda la
calle. Raelle se detuvo a la mitad en donde había una pequeña entrada de césped y a
continuación una doble puerta de madera. Una enorme cruz colocada sobre una de
las puertas, les dio una pista a las chicas de donde podían estar
- ¿Dónde está...? – Scylla quiso volver a preguntar pero Raelle ya se
había bajado y empezaba a descargar las bolsas – Bájate Abigail – empujó a su
amiga pero esta no se movió
- No Scylla, no me bajo nada ¿Qué no ves dónde estamos? – Señaló
hacia afuera - ¡Es un puto convento Scylla! ¡UN CONVENTO! ¿QUÉ NO VES QUE ASI
EMPEZO AMERICAN HORROR STORY? VAMOS A MORIR SCYLLA A MORIR – Scylla giró los
ojos y se dio vuelta, iba a salir por el otro lado hasta que Raelle apareció.
- ¿Puedes... puedes apretar el botoncito de la música por favor? –
le pidió amablemente.
La morena la miró sospechosamente pero le hizo caso - ¿Así está
b...? – ya no estaba – Dios mío, juro que la voy a atar con una soga – se quejó
mientras bajaba como podía sosteniendo el regalo y la caja azul.
- TIRIRIRIRIRIIIIIIII... TIRIRIRIRIRII.... – la música de los helados sonaba y Raelle abría las ventanas laterales del camión. Dentro del mismo, Tally, que
se había puesto un gorrito blanco, estaba lista para trabajar.
- ¡Collar! – la morena ya se había cansado. Buscó a la rubia que
estaba a un lado lejos del camión con todas las bolsas negras detrás - ¿Cuándo
diablos me vas a decir que estamos haciendo acá? Porque déjame decirte algo, para
nada me agrada que... - las puertas se abrieron y una marea de niños y niñas de
varias edades salieron coreando el nombre de la rubia. Varias monjitas salían con
ellos procurando que fueran despacio.
Scylla no supo ni cómo ni cuándo, pero los niños la habían empujado
y alejado de Raelle. La rubia estaba entremedio de todos ellos saludándolos y
entregándoles como podía los juguetes. Buscó el apoyo de sus amigas para que la
ayudaran a entender, pero Tally estaba muy entusiasmada jugando a la heladera,
mientras que Abigail se había bajado finalmente del camión y ahora, muy alejada
de los niños, miraba todo con atención. Así que hizo lo que también sabía hacer, con
sus dos cosas en los brazos se dedicó a mirar el sonriente rostro de Raelle, una cara
que de alguna forma estaba llenando el pecho de Scylla con orgullo y paz.
Estaba tan ocupada mirando a Raelle, que no notó como una de las
monjas se le ponía a su lado – Viene aquí por los niños desde que dejó este lugar – le
dijo la monja a una distraída Scylla.
La ojiazul salió de su encanto y miró a la mujer - ¿Disculpe? – no estaba segura de
haber escuchado lo que le había dicho.
- Raelle – insistió la mujer señalando a la rubia que ahora correteaba
un par de chicos – Viene aquí con regalos y helados y otras cosas, desde que se fue
de aquí cuando ya era mayor de edad – comentó
La morena frunció el seño procesando la información, la mujer
mayor le vio la cara de confusión y decidió encararla de otra forma – Buenos días, yo
soy la hermana Sara – le extendió la mano que Scylla no dudo en agarrar – Y como no
puedes dejar de mirarla con cara de tonta asumo que eres su novia – le dijo
sinceramente – Lo que me da mucha alegría porque es la primera vez que trae a
alguien con ella, quiero decir, es tan difícil tratar de que se acepte y perdone a sí
misma, que me alegra que tenga a alguien – explicó.
Scylla no daba crédito a lo que estaba escuchando, lo que no quiere
decir que no le gustara como sonaba – No soy la novia – corrigió – Soy, somos sus
compañeras de departamento – le aclaró por las dudas.
La hermana extendió un poco más tu sonrisa – No sabes que alegre
que me pone escuchar eso, quiere decir que le está haciendo caso a su psicóloga , mi
hermana Nicte y yo estábamos de acuerdo en que lo hiciera cuando Raelle nos contó...
- la cara de confusión de Scylla la hizo frenar – Disculpe, quizás no debería decirle
estás cosas.
- No por favor, sígame contando – Si no obtenía la información que
quería de Raelle, la iba a tener de cualquier otra persona. - Bueno yo...
- ¡SARA! - no pudo seguir porque tenía colgada a la rubia en su
cuello
- Raelle cariño – la saludó con igual efusividad - ya te estábamos
extrañando – le dijo acariciando la mejilla de la tatuadora – Y veo que trajiste buena
compañía – le señaló a Scylla – Y muy linda por cierto – codeó a la chica que
inmediatamente agachó su cabeza sonrojada pero no dejó de asentir.
- No la veo – La rubia volvía a hablar y esta vez buscaba entre la
multitud de chicos - ¿dónde está? – volvió a preguntar sin mirar a la hermana
- Raelle... - la monja llamó la atención de la tatuadora – Lleva una
semana sin salir de su cama, el domingo creímos que la vendrían a ver pero...
- ¿Otra vez no vinieron a verla? – preguntó resignada. A su lado
Scylla seguía la conversación tratando de captar algo.
La hermanita solo agitó su cabeza negando – No ha querido
inyectarse tampoco, tenemos miedo que... - no pudo terminar de hablar porque Raelle
ya corría dentro del convento.
Scylla y la hermana se miraron y la monja le señaló a la morena
para que la acompañara.
Mientras tanto
Alejada del grupo mayor de los niños, Abigail estaba apoyada en
una de las paredes del convento fumándose un cigarrillo.
Una niña de unos seis años, de piel clara y cabellos oscuros pasó
rápidamente enfrente de ella con demasiados juguetes en sus brazos. La neoyorquina
calculó que llevaba más peso de lo que podía porque corría a paso lento mientras un
niño la seguía de atrás.
- ¡OYE! DEVUELVE ESOS JUEGUETES – la frenó el niño
- ¿Y PORQUE TENGO QUE HACERLO SI YO LOS VI Y AGARRE
PRIMERO? – se defendió la niña. Abigail seguía la conversación de cerca y estaba
dispuesta a tener que enfrentar al pequeño si molestaba a la niña.
- PERO LOS QUIERO YO – el niño se le acercó agitando su puño y la
neoyorquina tiró el cigarrillo por las dudas.
Al contrario de lo que Abigail creería la pequeña no se acobardó.
– Pues tal vez también quieras esto - ¡Pum!, la pequeña había
pateado la entrepierna del chico. Asustado y adolorido el nene salió corriendo
agarrándose sus partes.
- Y SI ME ACUSAS LA PRÓXIMA VA A LA CABEZA – lo amenazó la
niña
- ¡Oye niña! – Abigail había pensado que tenía que defender a la
pequeña, pero al parecer era al revés. La nena que ahora estaba en el piso jugando con un autito a control
remoto la miró - ¿Qué quiere? – preguntó amargada porque la seguían molestando.
Abigail se cruzó de brazos ante la forma de contestar de la niña
- ¿No te enseñaron que hay que respetar a los mayores? – preguntó
- Y a usted no le enseñaron que ya está muy vieja para usar
zapatillas de colores – contestó la pequeña en referencia a las converse amarillas que
tenía puesta la latina.
Abigail se le acercó a la niña - ¿Qué dijiste? – preguntó furiosa.
- Encima de vieja, sorda – volvió a contestar la pequeña que seguía
jugando con el autito.
La neoyorquina la miró por un segundo y.... - ¡HIJA MIAAAA! – se le
abalanzó a la niña de tal forma que la pequeña quedó pataleando entre sus brazos.
- ¡TALLY MIRA LO QUE ENCONTRÉ! ES MI HIJA NO RECONOCIDA, TE
DIJE QUE ALGÚN DÍA NO ME IBA A ACORDAR ALGO DE TANTAS BORRACHERAS QUE
HE TENIDO. – Con la nena en brazos, Abigail caminó en busca de la bailarina.

NO SOY PARA TI (RAYLLA)Where stories live. Discover now