Alma gemela Interacción

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Yuta al ver que su chico estaba bien, volvió a su toalla. No podía creerlo. ¿Que haría ahora? ¿Como se presenta? ¿Podrá decirle que era su alma gemela? Seguramente si hace eso, saldría corriendo o lloraría. Mentirle tampoco es una opción, pero no puede llegar y decirle: Hola soy el idiota de tu destinado, tanto tiempo.
Sería un insulto. Sonaría como si todo le hubiera importado nada.
Okkotsu miraba al lindo albino conversar con sus amigos. Se había puesto una jardinera, después de ir a cambiarse su traje de baño lleno de arena.
Tan hermoso se veía que Yuta lo miraba con la boca abierta. Tuvo que apartar la mirada, no era educado acosarlo.
Tenía que planear muy bien su encuentro. Al verlo tan cerca, no aguantaría no dirigirle la palabra. O lo otro sería elegir la vía del cobarde, irse de allí y encontrarse cuando pudieran comunicarse otra vez.
Eso seria lo que el antiguo Yuta haría, pero él quería cambiar, quería ser valiente, su alma gemela merecía eso y más.
Mientras pensaba y miraba sus pies, se sintió observado. Yuta levantó su cabeza y cruzó miradas con su alma gemela, el chico lo observaba directamente. En eso el albino le sonrió, hasta que sus ojos se pusieron chinitos. Okkotsu hizo corto circuito. ¿Esa hermosa sonrisa era para él? ¿Tan afortunado era?  Definitivamente su pequeño tenía un poder enorme sobre él, en ese instante supo que no podría negarse a nada. El peligro estaba perdido. Perdió la batalla y la guerra, todo al mismo tiempo, gracias a esa sonrisa adorable.
En eso ve que el albino se pone de pie y se dirige directamente hacia él.
—Corre —penso Yuta —haz que la arena te trague y te escupa en Canadá. Hazte el muerto. Bésalo, abrázalo, dile que lo amas y que fuiste el más bruto de los brutos. Llora y muere de una vez. Háblale y no lo mires como acosador. O podría acosarlo y sacarle fotos a todas sus sonrisas. Bueno eso no estaba bien, algunas veces sus pensamientos eran algo macabros.
Era increíble todo lo que pensaba Yuta en milésimas de segundo, mientras el más bajo se acercaba a paso tranquilo.
Optó por bajar la mirada, hasta que una sombra lo cubrió. Miro unos pequeños pies, blancos como la nieve, los dedos se movían inquietos esperando la reacción de Yuta.
Este levantó la cabeza y vio como el chico le sonreía. El albino se puso en cuclillas hasta quedar a la misma altura de miradas y escribió en la arena.
—Hola, me llamo Toge Inumaki ¿Te encuentras bien?


Continuará.....

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