26. "Eres uno de ellos."

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ARLENE

Jamás pensé que llegaría el día en el que me despertaría en una celda.

Los calabozos debajo de la mansión Willsborg siempre habían sido helados, lúgubres y deprimentes, pero su precariedad se acentuaba cuando estabas dentro de una celda tirada en el suelo como si no valieras nada. Mi cuerpo no despertaba del todo, apenas pude sentarme y descansar mi espalda contra la pared, mis brazos aún no respondían ni hablar de mis piernas. Mi vista permanecía borrosa como si estuviese viendo a través de la niebla. Me lamí los labios, sintiendo lo seco que estaban.

Me estaba muriendo de sed, pero eso no se comparaba con la pesadez que sentía en el pecho cada vez que la imagen de mi padre disparándome. ¿Qué había pasado? Todo ocurrió tan rápido.

Ellary... Jarlen.... Haeran.

¿Dónde estaba Haeran?

La luz blanquecina de este sitio hacia que me dolieran los ojos. Bajé la mirada a mis ropas y pude ver la parte rasgada llena de sangre donde se había clavado el dardo. Fue en ese momento que escuché pasos que se acercaban y cuando levanté la mirada, esa figura alta uniformada que conocía tan bien estaba frente a los barrotes de metal de mi celda. Sus ojos tan parecidos a los míos me observaron y una expresión dolida le recorrió el rostro.

—Has despertado. —A lo largo de mi vida, la voz de Jarlen había significado hogar, calidez y protección, pero ahora me sonaba a nada, era como si le escuchara por primera vez y fuera un desconocido para mí—. ¿Cómo te sientes?

Solté una risa sarcástica y me dolió el estómago en el punto donde había estado el dardo. Y volví a recordar la mirada de mi padre mientras jalaba el gatillo. Se me revolvió todo.

—Estoy increíble, Jarlen, ¿tú que crees?

—Lo sentimos, Arlene, no tenía que ser así —murmuró—. Estarás aquí solo un par de horas más mientras preparan tu habitación.

Arrugué las cejas.

—¿Preparan mi habitación?

—Sí, necesitan sellarla para limitar los accesos y las salidas.

—¿Me van a encerrar? —Él desvió la mirada—. ¿Qué demonios está pasando, Jarlen?

Intenté levantarme y fallé, cayendo de rodillas.

—No te levantes, aún no ha salido el calmante de tu sistema.

—¿Dónde está Haeran? —Tenía un mal presentimiento.

—Él está bien —respondió.

Ojeé a mi hermano y sentí un frío en la boca del estómago cuando vi el brazalete alrededor de su muñeca, sabía que era el principal, el que usaban para controlar a vampiros sin dueño. Jarlen siguió mi mirada y dijo:

— Esto es temporal, Arlene, danos tiempo.

—¿Lo estás controlando? —Él asintió—. Y me vas a encerrar.

—Ahora no lo entiendes, y tienes derecho a estar molesta, pero—

—¡¿Molesta?! —grité, poniéndome de pie. Me tambaleé hacia los barrotes y me agarré de ellos, enfrentando a mi hermano al otro lado—. ¡Mírame, Jarlen! ¡Torturaron a mi mejor amiga en mi cara! ¡Mi propio padre me disparó! ¡Estoy en una jodida celda como un animal! ¡¿Tengo derecho a estar molesta?! —Mi voz se rompió de la rabia que me consumía—. Estoy... furiosa y tan decepcionada, me siento traicionada por mi propia familia.

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