31. "Viviré con honor, comandante."

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ARLENE

—Te he derrotado.

La arrogancia en la voz del príncipe Haeran era obvia y su expresión brillaba en victoria. Volteé los ojos.

—Has ganado una vez —dije, usando mi espada como apoyo para ponerme de pie—. ¿De cuántas? ¿Trece?

Desde que el día que lo derroté frente al rey vampiro, el ego del príncipe había quedado tan lastimado que me había buscado para un segundo enfrentamiento donde también perdió. Y de alguna forma, terminamos creando una rutina donde nos veíamos una vez a la semana para poder reafirmarle que yo era superior a él en peleas de cuerpo a cuerpo.

—Es la primera vez que te gano, déjame celebrarlo —respondió sonriendo como un adolescente risueño.

Era extraño verlo sonreír porque él siempre portaba una expresión seria e impenetrable. Lucía contradictorio porque era un guerrero que llevaba sus ropas negras y sus dagas a los lados de su cintura, con ese cabello negro desordenado alrededor de su rostro. Lo menos que esperaba era que fuera capaz de portar una sonrisa tan... encantadora.

Aparté la mirada y me aclaré la garganta.

—Creo que ya deberías irte.

Su sonrisa decayó un poco.

—Oh. —Él se acercó a mí y lo ojeé con cautela. Haeran buscó algo en su bolsillo y me lo ofreció, era un pañuelo carmesí—. Tienes... sangre en la mejilla.

Estiré mi mano para tomar el pañuelo, pero él se acercó aun más y comenzó a limpiar la sangre de mi rostro con delicadeza. Mi estúpido corazón se aceleró al tenerlo tan cerca, y me extrañó porque no era la primera vez que lo tenía pegado a mí, habíamos peleado ya muchas veces, quedando en posiciones muy comprometedoras, entonces, ¿por qué me sentía tan nerviosa ahora? Era culpa de su maldita sonrisa.

Su mirada oscura se mantuvo sobre mi mejilla, y por ligeros segundos merodeaba mis labios. Él terminó de limpiar y lamí mis labios por instinto.

—Gracias —susurré, la calidez muy obvia en mis mejillas.

Haeran no se movió, se quedó ahí frente a mí, sus manos a sus costados, sus ojos buscando algo en los míos. Tragué con dificultad.

—Fue una buena pelea. —Solté para romper este silencio porque sentía que me estaba asfixiando bajo la intensidad de todo esto. Debía estar imaginándome cosas.

—En la próxima pelea. —Su voz había pasado de alegre a profunda—. Apostemos algo.

—¿Algo? ¿Cómo qué? —pregunté, intentando relajarme.

—Lo que tú quieras, tienes de aquí al próximo encuentro para pensarlo.

—¿Y tú ya sabes lo que quieres?

—Sí.

Sus ojos bajaron a mis labios por unos segundos que fueron suficiente para captar la indirecta, aún así, pregunté:

—¿Qué quieres?

Haeran volvió a sonreír, pero esta vez no fue de forma risueña, sus labios se curvaron en una sonrisa torcida que prometía muchas cosas prohibidas.

—Un beso. —Lo dijo sin más—. Quiero un beso, Arlene.

Parpadeé, volviendo a la realidad.

Estaba bajo el agua helada de la ducha, ese tipo de recuerdos eran crueles y aunque no me gustaba caer en ellos, no podía controlarlo, llegaban a mí a veces cuando pensaba en él.

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