capítulo 6

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Habían muchas cosas que aterrorizaban a Kara-El Danvers, una de ellas, espacios pequeños, una consecuencia de estar encerrada en su nave por tantos años, otra de ellas era estar sola, también una consecuencia de la zona fantasma, pero sobre todo, Kara tenía miedo de perder a su familia.

Ver la caída de tu civilización y la muerte de todas las personas que amaste  habían hecho de Kara una persona muy cuidadosa sobre a quiénes dejaba entrar en su vida.

 Contrariamente también se había perdido en su propia mente, desenfrenada y caótica, durante años había tenido relaciones sin sentido y una actitud lamentable, se había envuelto en su misma y no podía mirar más allá.

Todo eso había acabado el día que había conocido a Lena, pensó que aquella pelinegra sería solo un acostón más, pero no lo fue en absoluto. Lena se convirtió una luz brillante en su vida oscura y pérdida.

Puede recordar cómo se había sentido cohibida con solo su presencia, sus ojos brillantes y su hermosa sonrisa que la volvían a aquellos días en Kriptón. Recuerda los días después de esa primera vez en aquel bar, estando ambas sin una gota de alcohol en la sangre y con los nervios de punta cada vez que veía a la otra mujer.

A lo largo de los años de amistad ambas habían creado un vínculo sin igual, algo que simplemente no se puede romper, pero inconscientemente, el miedo a perder a Lena la había vuelto una cobarde, si no hubiera Sido por la otra mujer, quizás nunca se hubieran casado y no estarían esperando un bebé.

Era difícil de creer, mirando al pasado y a su joven yo.

Ahora, a sus 34 años (60 años kriptonianos si somos exigentes cronológicamente hablando) tenía lo que siempre había soñado que tendría en Kriptón, y más.

—Un momento, si el título de cabeza de la casa se pasa de primogénito a su primogénito ¿cómo es que llegaste a ser la cabeza, no era tu padre el segundogénito?—

 

—Esa es la segunda parte de tu lección, verás, tu abuelo, Jor-El, se casó con tu abuela, Lara de la casa Van. El problema es que ella ya estaba casada y tenía un hijo, su primogénito, un niño bastante alegre, su nombre era Tal Zeta-Rho—

 

—¿Entonces como se casaron? Dijiste que el divorcio no existe en Kriptón, espera ¿hijo? ¿Tengo otro tío?— un pequeño tono de nostalgia se escapa de su voz.

 

—Exacto, el divorcio no existe en nuestra cultura, en cuanto a Tal, lo más probable es que sufriera el mismo destino que el resto de Kriptón… de todas maneras, Zeta-Rho perdió la cabeza, nadie sabe porque, fue enviado a la prisión de la zona fantasma por sus crímenes, y no importa si hubiera muerto, al momento en que se casaron, y realizaron todos los rituales de apareamiento, unieron sus almas ante Rao y todos nuestros dioses, que— es interrumpida por el adolescente.

 

—Que es inquebrantable, ni el más puro metal, ni el más filoso cristal puede cortar o el más fuerte fuego puede quemar— dice el voz alta el rubio, recordando hace unos días cuando estaba sentando con Kara y Lena, y estás le enseñaron los votos de boda kriptonianos que ellas recitaron en su boda.

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