Brenda Callahan pasa sus días entre correos, tecnología y catálogos, además de su vida universitaria, ser la asistente de una prestigiosa diseñadora de interiores consume sus días, pero no es hasta que su jefa le manda un trabajo especial que siente...
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30 de enero 2021
Si hubiera sabido que este viaje terminaría de esta forma tal vez no hubiera aceptado venir. O tal vez, no hubiera buscado tantos impedimentos.
Cualquiera que sea la respuesta ya no tiene sentido mientras rastreo los costados de Caleb con mis uñas, sus manos están por todas partes mientras su boca desperdiga besos húmedos por mi cuello, baja por mi clavícula, se toma algo de tiempo en cada uno de mis pechos mientras yo intento empujar su pantalón con mis talones mientras dejo escapar gemidos y jadeos.
Él se aleja, observándome de la misma forma en que lo hizo hace unos segundos cuando le di una respuesta afirmativa a su petición, como si yo fuese un hada madrina que va a concederle un deseo, o tal vez algo más. Lo veo terminar de desnudarse antes de arrodillarse entre mis piernas, me alzo sobre mis codos para verlo cuando envuelve su miembro con sus dedos acariciándose de arriba abajo un par de veces antes de tomar el preservativo y cubrirse con él.
Relamo mis labios y trago saliva cuando se cierne sobre mí.
Soy consciente de que esto será incomodo, probablemente no tanto por él sino porque apenas puedo recordar cuando fue la ultima vez que hice esto, tal vez unos dos o tres años atrás.
Y no es como que hubiera sido especialmente cómodo la última vez.
—¿Lista, muñeca? —Asiento distraídamente deseando que me bese en este momento, eso tal vez me haría menos consciente de su cuerpo presionando el mío en la cama o su tamaño presionando mi muslo, en camino a deslizarse dentro de mí.
Vuelvo a tragar frunciendo el ceño antes de subir la vista hacia su rostro para encontrarlo mirándome con su propio ceño fruncido.
—Dijiste que sí. ¿Cuál es el problema?
—¿Qué?
—Dijiste que lo haríamos, pero estás asustada—Sacudo la cabeza, sintiéndome algo estúpida.
Mierda, desde que lo conocí no he estado nerviosa con él, tampoco me había sentido como una adolescente inexperta tanto como lo hago en este momento.
—No hay ningún problema ¿no será usted quien se está acobardando, Spencer? —Una media sonrisa surca sus labios, mientras se aleja.
—Ven aquí—sentándose en la cama, recarga su espalda contra las almohadas, mientras estira una de sus manos hacia la mía atrayéndome hacia él.
Lo sigo, cuando me arrodillo a su lado sus manos en mis caderas me levantan hasta que no tengo mas remedio que sentarme a horcajadas sobre sus muslos.
Mierda ¿realmente vamos a empezar de esta forma?
Empujo mis trenzas detrás de mis hombros mientras me acomodo en mi lugar, acercándome hasta que mi centro encaja sobre su miembro y me balanceo frotándome sobre él.
