5.Paura

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"Bajo la máscara de la temeridad

se ocultan grandes temores."

Luciano.

Una caricia en la barbilla y otra en el pelo fue lo que despertó a Gia en una habitación que no era la de ella. Constantino le pasaba la mano tratando de que se despertara.

—Al fin despiertas, ni que fueras la bella durmiente. Tienes que levantarte, nos hemos mudado para mi cumpleaños y para que me enseñen a hacer el próximo Boss.

Gia se sentó un poco desorientada y con dolor en el cuello.

—¿Dónde estamos?

—En una parte de la sierra. Papá tiene una casa aquí, pero en algún momento nos iremos a casa del Nonno.

Gia se espantó de que se hubiesen trasladado así, sin más, mientras ella estaba inocente.

—¿Cuánto tiempo estuve dormida?

—Un día.

Maldijo para sus adentro. Tuvo que haberla inyectado después que se desmayó. El pie lo tenía vendado, pero la hinchazón era casi inexistente y no dolía.

Constantino la llevó hacia la sala. No era tan grande como la anterior. Era una cabaña de cazador de una sola planta bastante lujosa, con todas las comodidades.

Salió para encontrarse con un campamento a pocos metros. Constantino la llevaba con su barbilla en alto por todo el sitio hasta llegar a su papá, quien entrenaba en una lona con Vicenzo, ambos con el torso al aire.

«¿Es que me quieren quitar el oxígeno de nuevo?»

Gia observó a los dos hombres sudorosos lanzarse goles y bloquear patadas. Se podía acostumbrar a que cada que despertara le diesen ese espectáculo de los dioses. Una chica podía soñar.

—Gia. —saludó Vicenzo ganándose una patada que lo revolcó en el piso.

La castaña cerró los ojos. «Principiante.»

—¿No se supone que no se le debe quitar los ojos al oponente? —se acercó Gia a Vicenzo dándole la espalda a Renzo, ignorándolo adrede.

—¿Que puedo decir? Me distraes. —dijo ganándose una risilla que alteraría la paz mental de Calavera.

—Gianna. —Renzo disparó. —Vámonos.

—Te pondría hielo, pero Don Monosílabo no me deja ni despertarme correctamente.

Gia se devolvió para contemplar la espalda en movimiento de su enemigo. Caminó a su paso con sus Stilettos negros que la aguardaban al lado de la cama. Podían sangrarle los pies, jamás renunciaría a sus zapatos. En la casa Renzo sirvió agua, el medicamento daba sed como efecto secundario. Ni muerta le iba a dar las gracias por el gesto siendo el culpable de todo.

Stiletto VendettaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang