25.Debolezza

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"Por más fuerte que seas, siempre hay una persona que es tu debilidad"

Anónimo.


Calavera aulló de ira al ver en la mesa de la cabaña el dispositivo con sangre y piel que debía estar en la nuca de Dylan. Se había escapado y lo que le tenía aún más de los nervios, era que no sabía cuándo. ¿Ya habría llegado con su familia? ¿Ya habría soltado lo que sabía?

Respiro con alivio al saber que la nueva casa de ellos nunca había salido en una de sus conversaciones. Llamó a Andrei y al nonno, tenían que desalojar el complejo de inmediato en caso de que lo hubiesen delatado.

Gianna fue informada de inmediato que había habido una fuga de información y que recibirían a las hienas cerca de su nueva casa. Renzo había comprado la otra casa cerca de ellos.

Como buena anfitriona se encargó de acomodar la casa vecina a las necesidades de los Calaveras llenando la casa de materiales de segunda y baratijas. A uno de los colchones le abrió un hueco y le metió un nido de hormigas para volverlo a cerrar. En otro dejó a un gato callejero pulular entre las sábanas y cuando oyó los autos frente a la casa, tendió la cama y sacó al michi por la puerta trasera.

Se quedó en medio del recibidor dando la mejor sonrisa que le salía y la que ellos detestaban.

«Bienvenidos a la pocilga que se merecen.»

—Anciano decrepito. —saludó Gianna.

—Satanás. —saludó de vuelta el viejo.

—Siéntanse como en casa. —dijo y sus ojos volaron hacia Vicenzo que dejaba unas maletas. —Vicenzo.

Este la miró serio por un segundo hasta que le abrió los brazos recibiéndola con una sonrisa y la abrazó.

—Me da gusto verte.

—A mí también.

Aunque ella al final se dejase embaucar por Renzo, Vicenzo no le guardaba rencor alguno. Ella siempre había sido clara con él y se tenía que admitir que había cometido muchos errores también con ella. Como se había dicho una vez, se alegraba de haberlo intentado. Ambos recibieron unas miradas furibundas de Renzo y Camila.

—Despégate que le pegas la peste, Vicenzo. —azoró Calavera dejando las otras maletas.

—Mira quien habla de peste. —le murmuró a Gianna alejándose. —¿Te siguen doliendo las heridas?

Gianna negó con la cabeza, aun le escocían en las noches, pero el dolor no había sido más un problema y menos con los cuidados de Renzo. Calavera no desperdició ni un segundo para arrastrarla a su lado y marcar territorio. Esta le besó el cuello para relajarlo.

Stiletto VendettaWhere stories live. Discover now