13.Marbella

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Marbella, bella, mas no entrar en ella

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Marbella, bella, mas no entrar en ella.

Refrán Castellano anónimo.

El yate navegaba por la costa con el rumbo automático a Nueva Andalucía. Renzo aseguraba un par de nudos mientras Gianna se quedaba observándolo desde la proa con una copa de vino tinto pegada a los labios.

—No te tomaba por un hombre apasionado por esto.

—A mi me apasiona lo que me gusta y no me aburre. —se acercó a ella y le quitó la copa de la mano dejándola en la barandilla.

—¿Qué vamos a hacer esta noche? —murmuró Gianna deslizando sus ojos sobre él y el fantasma de una sonrisa en sus labios rojos.

—En lo que llegamos a donde quiero, tengo planeado que visites el camarote suite que tengo debajo de esas escaleras. —besó el cuello de la castaña y mordió ligero el hombro erizándole la piel. —Te llevaré a tus lugares favoritos.

—No tengo.

—Los tendrás y todos conmigo. —alzó la falda dejando que la briza nocturna recorriera entre las piernas enfriando la humedad de las bragas. Las rompió sin preámbulos dejando a la vista el perfecto triangulo depilado. —Ábrete para mí.

Jadeando por la intensidad del momento se subió en la barandilla y se aguantó de una soga transversal que colgaba sobre ella. Abrió las piernas dejando ver hilos de jugos listos para ser bebidos. Sentía como se perdía a si misma y surgía la Gia caprichosa, la que quería las cosas a su forma sino no las quería.

—Tócate. —ordenó Renzo.

Gianna se negó despacio y le dio una mirada que le hizo temblar las rodillas por un segundo que no admitiría jamás.

—Se acabaron las ordenes, marinero. —Lo tomó por la mandíbula acercándolo a él. — Arrodíllate y límpiame con la lengua, los labios que están húmedos por tu causa.

—Renzo Calavera no se arrodilla ante nadie.

—¿Renzo quién? Aquí no existe Calavera, no existe Salvatore, no existe Gia y mucho menos Renzo. Existe este hombre que me quiere venerar porque el hambre que le produzco es mas grande que cualquier orgullo. —mordió su labio para después pasarle la punta de su lengua lentamente a modo recompensa. —Existe esta mujer con ganas de ser todo y nada entre tus jadeos y gruñidos mientras gotas de tu sudor caen sobre mí.

Renzo se abalanzó a sus labios rojos tomándola por la cintura y llevándola escaleras abajo. Abrió la puerta con dificultad al no poder concentrarse en nada más que no fuesen en los besos que Gianna le devolvía. El camarote era grande y tenía lo necesario para hacerte sentir de la realeza. Todo gritaba lujo y dinero, con Renzo Calavera eso no faltaba. Había una cama King size en medio de la habitación que se ampliaba para dar espacio a los muebles, equipos electrónicos de ultimo modelo. El baño quedaba al extremo lateral de la pared que poseía la puerta donde terminaba las escaleras de arriba. Las mismas por las que llegaron entre caricias y jadeos.

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