Capitulo 21

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Gail conducía el coche de Sam a una velocidad medianamente morada, demasiado lento para el gusto de la joven. Necesitaba sentir como el aire golpeaba su cara, refrescándola, liberándola de su más profunda oscuridad.

Echa un rápido vistazo por el retrovisor para asegurarse de que Sidney todavía seguía con vida, su pecho subía lentamente, pero a un ritmo constante. Para su desagrado, no viajaban solas, su padre había decidido acompañarlas, estaba vez en completo silencio, mientras observaba a Sidney con una mirada depredadora.

—¿Va todo bien por ahí detrás? —pregunta Gail, al ver la cara de disgusto de Sam hacia la parte trasera del coche.

—Sí, sigue profundamente dormida —abre la guantera y rebusca frenéticamente en ella, rezando porque quedara algun comprimido de sobra—. Esto no puede estar pasándome a mí, ¿no queda ni una sola pastilla?... —musita para sí misma.

Sin embargo su compañera de viaje alcanza a oírla a la perfección y en su preocupación decide preguntar, viendo si tenía alguna oportunidad de ayudarla.

—Si las necesitas para el dolor, tengo unas en el bolso, quizas te sean útiles —le ofrece.

—No son de ese tipo las que busco —sopesa la idea de abrirse con ella, de revelarle la verdad—. Hace un momento me has contado un secreto, si yo hago lo mismo ahora mismo, tienes que prometerme que esto no acabara en ningún puñetero libro tuyo, bastante tengo ya con los jodidos conspiranoicos de internet. En este momento solo lo sabe Sidney, no es que me haga demasiada gracia, pero no fui yo la causante de que lo descubriera.

—Off the record, lo prometo —jura, levantado una mano.

—Estaba buscando mis... antipsicóticos. Los necesito porque cuando estoy enfadada, agobiada o con el estrés por las nubes, a mi querido padre le da por aparecerse en los reflejos de cualquier objeto e intenta darme consejitos de mierda.

—Mmh...

—¿Mmh? ¿Eso es todo? —la mira sorprendida—. Pensaba que me dirías que estoy como una cabra, o me tendrías miedo.

—Creo que se te ha olvidado el pequeño detalle de que esto yo, ya lo sabía. Estuve esa noche, en la misma cocina que vosotras cuando tu querido novio lo soltó.

¡Mierda!

Había olvidado completamente que ella también estuvo presente. Supongo que en ese momento solo se centró en Richie, en el pánico que se sentía por su traición y revelación, tener a Sidney tan cerca... el que pensaría de ella.

—Joder, tienes razón...

—Aunque lo de las pastillas sí que es algo nuevo para mí —mira por el cristal y añade—. Espera, ¿eso quiere decir que las necesitas porque le estás viendo ahora mismo?

—Si —admite sin ánimo—. Esta junto a Sidney, observándola con una mirada de lo más siniestra. Como si estuviera dispuesto a atacarla en cualquier momento, pero no pudiera. Aunque hay algo extraño... Él normalmente se dirige hacia mí, me habla, y ahora no es que no lo haga, es que no me presta ningún tipo de atención.

—¿Preferirías que te hablara en este momento?

—No, claro no, es un lujo y un placer no oír su maldita voz soltándome consejos psicópatas. Aun así no me gusta verlo comiéndose a Sidney con la mirada.

—Sam, él no es real... Billy Loomis está muerto y enterrado.

—Lo sé —añade con una sonrisa triste.

Para su sorpresa cuando vuelve la vista al retrovisor, su padre ya no se encontraba en el asiento trasero, quizás el alcohol se había encargado de desvanecerlo o puede que fuera resultado de las palabras conciliadores de Gail Weathers.

EL REFUGIOWhere stories live. Discover now