Encuentro especial

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Samu

El día comenzó con la rutina de las mañanas mi madre Adelaida abriendo la cortina de la habitación dejando entrar la luz, que me dio en la carita anunciando que era hora de levantarse. Me estiré un poco antes de que mamá me saludara como todos los días.

-Buenos días mi pequeño hermoso -sus manos me acariciaron el rostro y un beso en la frente se hizo presente.

-Hola mami -le devolví la sonrisa.

Sus baratos me levantaron para llevarme cargando aun un poco adormilado hasta el baño. Nosotros vivíamos en una cabaña dentro del bosque rodeados por una pequeña huerta, así que no teníamos agua caliente y mami la calentaba con unos leños antes de bañarme.

Por mi parte solo observaba sentado en un pequeño mueblecito de madera a un lado. Llevaba viviendo con ella unos años y aunque no era mi mamá de sangre, todos los días me cuidaba como si lo fuera.

El agua se calentó y me desnudo para meterme a bañar, pues mamá tenía que irse al pueblo para traer comida y algunas cosas más. Mi mamá me baño con sus propias manitas con cuidado y cariño. Al terminar me llevó al cuarto para vestirme con la ropita que ella misma me hacía.

-Bebé, no voy a tardar mucho hoy -comentó mamá y me continuo acomodando la ropa para después peinarme- te apuras con tus tareas y cuando llegue comemos sale mi pequeño.

-Si mami, acabaré muy rápido -le sonreí y mi pancita hizo un pequeño ruido.

-Ay mi pequeño borreguito tiene hambre -me cargo sentándome en sus piernas para abrir su ropa dejando a la vista su pecho.

Como hacía todas las mañana me dio de comer de su seno la delicia de leche que brindaba. Comer su lechita era algo muy rico que me llenaba bastante rápido mi pancita.

En cuanto termine me limpio mi boquita para acomodar su ropa y dar inicio a nuestra jornada. Mami salió su bolsa al hombro recordándome que no debía meterme mucho al bosque y solo tenía que salir para recoger los frutitos del huerto.

Mientras mamá se iba tenía que ayudar con la casa, limpiaba un poco las cosas y el piso, en cuánto estaba todo bien subí a buscar mi sombrero. Acomode mi sombrero y me mire en el espejo, me encantaba la ropita que mami me hacía, una playerita con un borreguito bordado en el pecho que decía mamá se parecía a mi por mi cabello chino y blanco como el del los borregos de los libro que me leía.

Baje con cuidado la escalera con pasos cuidadosos ya que los escalones a pesar de tener ocho eran muy grandes para mi. Tomé una pequeña canasta de maderita y salí al huerto.

Los cultivos de mami eran de lo mejor, todas las frutas sabían muy ricas y conforme las cortaba unas terminaban en mi boquita. El sol llegó hasta arriba haciendo que el calor se hiciera difícil de soportar y mejor me quite el pantalón quedando con mi calzoncito blanco nadamas.

Volví dentro acomodando mi ropita y la recolecta en la cocina. Ahora sí era hora ir a jugar, tomé algunos de mis juguetes y me recosté en la sala para crear una aventura con mis pequeños muñequitos.

Terminé quedándome dormido encima de la alfombra del piso. Un aroma particular me llegó a la nariz y como si fuera un animalito me levanté olfateando el aire.

-Que rico... -dije al aire.

-Cariño, ya despertaste -se asomó mamá con un paliacate en su cabeza que le cubría su hermoso cabello miel.

-Huele muy bien -continúe levantándome con cuidado de la alfombra.

-Hoy conseguí un poco de carne de antílope, así que hice un estofado -sonrió moviendo la cuchara de su oya.

Lucy "Destino"Where stories live. Discover now