Pánico.

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Después de almorzar Eleanor y Esteban se fueron a sus respectivas clases, el día estaba llegando a su fin.

Eleanor camina por el pasillo del instituto, lleva en la mano un yogurt que está tomando, pero tropieza cayendo al suelo de rodillas y derramando el yogurt en el piso.

—Estúpidos tacones. —Dice enojada.

Un conserje se acerca, ella lo observa.

—Ay no señorita, pero que ha hecho... ¿Cómo se le ocurre tirar al suelo ese yogurt?

Eleanor radia irá, pensó que se acercó para ayudarla a levantarse.

—Claro es que yo planeé caerme al suelo de puro placer. —Le dice Eleanor con voz seca aún tumbada en el suelo.

El hombre nota su sarcasmo y enfurece.

—Lo siento pero mi turno ha terminado, usted misma deberá limpiar ese desastre. —Dice con voz seca el hombre.

Se marcha.

Eleanor se levanta y se sacude, decide ir a buscar con que limpiar, se adentra a un armario. Con cierto temor entra, está oscuro, intento prender la luz, pero está no funciono.

Deja la puerta abierta para que entre luz, busca un trapeador pero al remover unas cosas cierra sin querer la puerta.

—¡¡Estúpida!! —Se regaña así misma.

Esta todo oscuro y ella le tiene un alto temor a la oscuridad y a los espacios cerrados, siente que se sofoca, intenta abrir la puerta pero está bloqueada por fuera, entonces trata de buscar el teléfono en su mochila para llamar a alguien, pero de repente siente algo que le pasa por los pies.

—¿Que es eso? —Agranda los ojos, el corazón se le paraliza.

Logra sacar su celular y al encender la luz, mira que es una rata, una nefasta rata, mira los ojillos de la rata que la observan fijamente.

—¡¡Ahhh!! —Con todo el aire de sus pulmones suelta un gran grito— ¡¡Una rata!!

Le tiene una gran fobia a esos animales.

Su corazón bombea con rapidez, siente taquicardia.

De un momento a otro alguien abre la puerta, y ella sin cerciorarse quien es, solo salta a esa persona enredando sus piernas alrededor, abraza con fuerza y hunde el rostro en el cuello de aquella persona.

—Sácame, sácame de aquí por favor. —Súplica desesperada, aprieta su agarré con las piernas en el abdomen de esta persona, sabe que se trata de un hombre, la piel de sus piernas perciben un ardor, la ardiente temperatura que transpira el hombre, su calor logra traspasar la tela de seda de la camisa que él lleva puesta. Piensa “¿Por qué tiene las palpitaciones aceleradas?”

La persona saca a Eleanor de ese lugar. Ella sigue agarrada de esa persona aunque ya hayan caminado varios pasos fuera de ese sitio, logra sentir que esa persona es alguien que tiene un buen cuerpo, siente su tonificado cuerpo, el aroma que desprende su cuello es embriagante y varonil. No sabe quién es, pues ha tenido los ojos cerrados, el pánico sigue en ella.

Eleanor reacciona al escuchar esa voz grave.

—Vaya, no pensé que fueras tan miedosa.

Eleanor reconoce la voz, es su maestro, abre los ojos y los agranda, rápido baja de él.

—Ustedddd ¿Por qué me tenía así? —Dice enojada.

—Te recuerdo la que salto sobre mí, fuiste tú.

—No sabía que era usted, de lo contrario nunca hubiera saltado sobre usted, me repugna.

—Aún así no te inmutaste en bajar de mí, parecía que disfrutaste el transporte. —Su voz es fría pero con cierto grado de picardía.

El rostro de Eleanor enrojece pero de coraje.

—Usted cómo se atreve a decir algo así, en qué se basa para afirmar tal cosa.

—Observa tu misma donde estamos, no bajaste de mí a pesar de ya estar lejos de ese lugar.

Eleanor mira alrededor, observa que están afuera en el jardín de la universidad y ya es de noche.

—Eso fue porque me dio pánico.

—Entonces no me culpes e insultes por salvarte.

Los dos caminan por la calle dirigiéndose a casa.

Después de un rato Eleanor habla, camina detrás de su maestro.

—No es para tanto, no me salvó.

Él se detiene y gira, la mira.

—¿Te regreso otra vez a ese lugar para que salgas por tu cuenta?

—No, no, no. —Niega con la cabeza, su voz es tensa y tiene el rostro pálido.

—Estás pálida, ¿ah qué le tienes tanto miedo?

—No es de su incumbencia.

Caleb sigue caminando.

—La educación de los jóvenes de hoy en día deja mucho que desear...

—No opine sobre mi educación, es como insultar a mi madre.

—No dudo que tú mamá te haya educado bien, es solo que tu no sabes emplearla cuando se requiere.

—Soy muy educada.

—Nunca te escuché decir gracias, era tan sencillo.

Eleanor frunce el ceño.

—Es porque usted no me cae bien.

—Lose, no te molestas en disimularlo, pero debo confesarte que tú tampoco me caes bien.

—Pues que bien, el odio es mutuo.

Caleb suspira y le pregunta.

—¿Cómo es que quedaste encerrada en ese lugar?

Eleanor suaviza la voz.

—Bueno yooo, Mmm caí y derrame yogurt en el piso, fui a buscar algo con que limpiar.

—Supongo que te caíste por esos tacones.

— Si.

—Luces fatal.

El rostro de Eleanor comienza a enrojecerse de nuevo de la irá.

—No...

No termina de hablar cuando él la interrumpe.

—Luces fatal porque no eres tú misma, eres bonita de cualquier forma, solo que dejaste tu propia esencia.

Hay un silencio agudo, Eleanor siente un nudo en la garganta, no sabe que decir.

—No debes cambiar solo para gustarle a alguien, te mereces ser amada tal y como eres. No te pierdas a ti.

Eleanor siente un cosquilleo extraño, esas palabras habían sido un regocijo, la hacía sentir una linda calidez.

Al fin llegan a casa, él se marcha sin despedirse.

—Y dice que la maleducada soy yo, vaya cínico. —Habla sola.

Se queda un instante de pie en la puerta de su casa, no se explica como es que permaneció de lado de su profesor durante todo el trayecto a casa.

—¿Me sentí segura a su lado? —Trata de analizar lo que siente— No, imposible.

Piensa.

“No, no, no Eleanor, recuerda que no puedes confiar en él, los psicópatas aparentan ser buenos para que bajen la guardia sus víctimas y atacarlas en el momento preciso”.

Mi Maestro Es Mi VecinoOnde histórias criam vida. Descubra agora