Dulce tortura.

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Eleanor

Cristian conduce dirigiéndose a mi casa, durante todo el trayecto no hemos dicho ni una sola palabra, él parece estar de mal humor y yo sinceramente no le tomo importancia a su actitud. Pues mi mente no ha podido dejar de pensar en algo más después de aquel beso, solo pienso en eso, fue tan dulce y placentero, sus labios tersos y carnosos tocando los míos me provoca una sensación que me hace vibrar todo el cuerpo al recordarlo, mi primer beso.

Llegamos a casa, abro la puerta del auto, noto que Cristian está a punto de bajar.

—No es necesario Cristian —le digo.

—Solo quiero asegurarme de que entres a casa. —Luce tranquilo, parece que su mal humor se ha esfumado.

—No te preocupes por eso... Yo ya estoy a unos pasos de casa pero  tú no, mejor vete que se hace más tarde para ti —mi voz es tenue.

—Esta bien, cuídate —me dedica una última mirada con una sonrisa.

Se marcha.

Subo las escaleras de la entrada de mi casa mientras busco las llaves en mi bolso, no logro encontrarlas. Me siento en los escalones para buscarlas, vacío el bolso pero confirmo que efectivamente no están. Debí olvidarlas en la mesa al salir, demonios.

No me queda más que esperar sentada aquí a mamá hasta la mañana, bajo la cabeza abatida y así pasa un breve tiempo.

—¿Que haces allí? ¿Por qué no entras a casa? —Esa voz me hace levantar la cabeza, es el dueño de mis pensamientos, el profesor.

—He olvidado las llaves dentro —le contesto.

—Oh ya veo —camina hacia su casa.

Imbecil, para que me preguntó si no le importa que me quede afuera en esta fría noche, pudo quedarse acompañarme, pero que cosas pienso, ni que fuéramos novios.

Sigo sentada viendo su espalda, lo miro con odio, él se detiene y se gira a verme.

—¿Por qué sigues allí? Vamos.

Estoy desconcertada.

—¿A dónde? —Le pregunto.

—A mi casa, dormirás conmigo.

—¿Que? —Estoy atonita.

—Si, dormir en el sofá... No puedes quedarte afuera o te dará hipotermia.

—Ahh.

—Pues que tipos de pensamientos pasaron por esa cabecita —me mira coqueto.

—Yo no pensé nada. —Frunzo el ceño— Esperaré aquí a mi madre hasta que llegue.

—Vamos no te haré nada...

—Ok está bien... —Me pongo de pie y camino hacia él, no necesito insistirme, que fácil soy.

Nos dirigimos a su casa.

—Que tu no quieras... —Termina de decir, tiene una sonrisa lasciva.

Lo miro con ojos entrecerrados, está vez no logrará ponerme nerviosa.

Después de eso, entramos a su casa, él se ofreció dejarme dormir en su habitación y él dormir en el sofá, lo cual me negué rotundamente. Cómo podría dormir en la sábanas de mi detractor, claro está que solo imaginaria cosas negras que me envenenaran la mente con pensamientos impuros, mejor no arriesgarme.

Estoy acostada en el sofá, cubierta con una manta desde los pies hasta los hombros, tengo mucho miedo, está vez no es por mi profesor sino por la película que vimos, la estoy sobre pensando, ya alucino con ella y más que todo está oscuro y sin movimiento, los estúpidos ruidos de la madera rechinando me tiene los bellos de punta, tiemblo.

Mi Maestro Es Mi VecinoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt