El niño de ojos grises de Nueva York.

365 22 0
                                    

En la oficina del director se encuentra Caleb conversando con el director Richmond.

—¿Cuál es el motivo de tu llamado? —Pregunta Caleb con voz fría.

—La detective Juliet Campbell, me hizo una visita y me realizó una serie de preguntas sobre ti Danilo... Al parecer tu eres el principal sospechoso de la muerte de la alumna Melanie.

—No es una noticia nueva Richmond... Y ya te lo dije no me llames Danilo, me repugna ese nombre.

El director respira hondo por la gran frustración que siente.

—Eres tan despreocupado con ese asunto... Ten en cuenta de seguir investigando la detective encontrará lazos con tu vida pasada.

—Que siga investigando no encontrará nada ni siquiera un solo rastro... Y si lo hace no me interesa en lo absoluto, sabré cómo silenciarla.

—Solo no la mates... Desaparecer un cuerpo no es nada fácil... La última vez nos dejaste todo el trabajo sucio a Edwin y a mí, me da náuseas de solo recordar. —Hace un gesto de asco.

—No soy un idiota para hacer eso... A lo que respecta de aquel bastardo, era lo mínimo que se merecía.

—Ya se que no te tiembla la mano para matar pero ten cuidado en donde matas.

Caleb toma asiento y frota sus sienes.

—Richmond ¿Aún sigues creyendo que somos buenas personas? Digo, si bien no me ayudaste a matar pero el ayudarme te convierte mi cómplice.

Richmond pasa saliva, se pone un poco tenso.

—Soy consciente de ello... Aún así no me arrepiento.

—Si es todo, me retiro.

Caleb se pone de pie para salir pero antes Richmond lo detiene.

—Espera, dime qué hay de esa chica que abrazabas, se que se trata de Eleanor, tu vecina. No soy un idiota se que fingió y no la abrazabas por un supuesto desmayo.

—Tienes razón no se trataba de un desmayo... La abrace porque es mi novia, mi mujer y mi futura esposa.

Richmond se queda boquiabierto.

—¿Y me lo dices así como así? Tan descarado. Recuerda que soy tu superior aquí, soy el director. Es una alumna y tú eres su maestro.

Caleb no se inmuta en lo más mínimo eso se mira reflejado en su rostro sin expresión. Es porque en realidad no le importa nada de lo que le dice Richmond.

—No te preocupes, llevamos una relación discreta.

—Veo que no te importa en lo más mínimo lo que te digo ¿Cierto?

—Te has respondido solo... Bien ahora me marchó —Caleb gira la perilla de la puerta, pero antes de salir se gira a ver por última vez a Richmond—, por cierto otorga a Eleanor una beca completa con todos los beneficios exclusivos, yo me haré cargo de los gastos.

Sin más Caleb sale sin esperar respuesta.

—Es un, un, un, cínico... Abusa de su superioridad, ese mocoso nunca dejará de ser tan autoritario y egocéntrico, cómo se atreve a darme órdenes bajo mi propia dirección... Pero yo tengo la culpa por ser tan blando con él. Ya no hay respeto hacia los mayores, estos jóvenes de ahora.

Richmond agotado por el mal rato que le hizo pasar Caleb se tumba en su silla giratoria para apaciguar su enojo.

...

Han pasado algunos días.

Caleb llega a casa después de un ajetreado día de clases, al entrar se encuentra con Imelda.

Saluda.

—Que tal señora Imelda ¿Cómo ha sido su día?

Él se adentra a la cocina para servirse un vaso de agua.

—Mejor, los medicamentos que me ha recetado el nuevo doctor me han asentado bien, ya no tengo tantas náuseas.

—Me alegra escuchar eso.

Caleb ha enviado a Imelda a un hospital que se especializa en tratar la enfermedad que padece ella, en este hospital hay una larga lista de espera, pero gracias a Caleb ella fue atendida inmediatamente y no solo eso, también ya no tendrá que gastar en los costosos tratamientos que la dejaban hundida en deudas imposibles de pagar.

—Joven Caleb...

—Puede decirme solo por mi nombre —él ya le ha mencionado esto antes a Imelda, no le gusta que su suegra lo trate tan formal aún así aunque ella no sepa que lo es.

—Caleb —se corrige Imelda—, no entiendo tu ayuda, sabes que no tienes ningún tipo de obligación, acaso ¿Quieres ganarte puntos conmigo?

Caleb tose el agua que estaba bebiendo logrando salpicar un poco la barra de la cocina.

Imelda rápido le entrega una servilleta.

Él se limpia y aclara su garganta para hablar.

—Gracias.

—Digo, ustedes los jóvenes creen que pueden mentirnos a nosotros los viejos. ¡¡Ah qué atolondrados son!! No nací ayer, para cuando ustedes van, yo ya he ido y venido dando tres vueltas completas. —Imelda mientras habla limpia las salpicaduras de agua, Caleb se queda mudo— Eleanor, esa chiquilla, cree que no me daría cuenta... Esa sonrisa que se ha cargado estos meses tiene nombre, mejor dicho tu nombre Caleb.

Caleb se cohíbe.

—¿Esta molesta por nuestra relación? —pregunta temeroso Caleb.

—Que va, no tendría... Es una desición de mi hija nada más, es su vida y ella decide con quién estar... Solo me hubiera gustado haber tenido su confianza para decirmelo.

—Entiendo... Lamento mucho habérselo ocultado.

Exhala Imelda.

—Esta bien muchacho... Tengo que ir a casa.

Imelda está punto de irse pero antes Caleb le habla, ella se detiene al escucharlo.

—Señora Imelda... Mi ayuda no es para ganarme su afecto o aprobación, todo lo he hecho genuinamente, no espero nada a cambio... No quisiera que Eleanor se enterará nunca de esto, no me gustaría que se sintiera en deuda conmigo, ese no es mi fin.

Imelda se gira para verlo.

—Comprendo lo que me tratas de decir... —Imelda se queda viendo fijamente los ojos de Caleb—, te contaré algo que te parecerá extraño.

Él se desconcierta, se pregunta de qué se trata, Imelda prosigue.

—Antes Eleanor y yo residimos en Nueva York, nosé si te lo ha contado... En ese tiempo aún estaba con su padre casada, aún así no contaba con ningún tipo de ayuda por parte de él, por lo que tenía que trabajar, fue difícil hacerlo ya que Eleanor solo tenía 5 años y no podía dejarla sola, afortunadamente unos señores de alta clase, muy amables me dieron la oportunidad de trabajar en su mansión. En este lugar podía cuidar de Eleanor, ella encantada de poder estar con su madre. Los señores tenían dos hijos, uno de ellos le encantaba molestar a Eleanor, la perseguía por toda la mansión, mi niña se refugiaba en mis brazos y acusaba a este niño... Es una larga historia... En fin este niño tenía unos ojos grises azulados preciosos que brillaban como las estrellas nocturnas que para cualquiera le sería difícil de olvidar, esos ojos eran de una persona única, inconfundibles... Nosé si me estoy volviendo loca pero sus ojos son idénticos a los tuyos.

Caleb permaneció en silencio escuchando a Imelda, su cuerpo se había tensado, pero como un salvavidas Eleanor apareció en escena para rescatarlo del tenso momento.

Mi Maestro Es Mi VecinoWhere stories live. Discover now