"MI DULCE TIA."

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El pequeño Aegon se removió de entre de sus sábanas, sus manitos se agitaron mientras balbuceaba una que otra palabra en su cunero

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El pequeño Aegon se removió de entre de sus sábanas, sus manitos se agitaron mientras balbuceaba una que otra palabra en su cunero. Rhaenyra se levantó rápidamente de la cama para tomar a su pequeño hijo en brazos.

Una sonrisa se instaura en el rostro del menor al sentir del calor de los brazos de su madre, esta lo arrullo con ternura mientras su pequeña cabecita se hundía en el pecho de su progenitora.

Una de las nodrizas entró con una bandeja de comida, la cual dejó sobre la mesa para proceder a tomar al príncipe en sus brazos, Aegon frunció el ceño al sentir ser separado de los brazos de su madre y causó revuelo, el pequeño príncipe comenzó a llorar hasta más no poder.

Se removió con fiereza de entre los brazos de aquella mujer, extendió sus pequeños bracitos mientras habría y cerraba sus manitos para ser tomado por su madre. Rhaenyra sintió su corazón doler, dejó de lado la bandeja de comida y tomó a su hijo en brazos, lo acurrucó mientras besó su frente con amor.

— Tranquilo mi dulce dragón, mamá está aquí contigo. — susurró la heredera haciendo que su pequeño hijo se sintiera el niño más afortunado del mundo.

Aegon se sintió conforme mientras estaba en los brazos de su madre, Rhaenyra salió de sus aposentos y mientras cargaba a su hijo, todos la miraban como una madre devota, y admirable. Pues no quedaba rastro de aquella joven princesa rebelde que se negaba a tener herederos.

Las puertas de la habitación de la reina Alicent se abrieron, Rhaenyra entraba por ellas cargando a su pequeño hijo. La joven reina se puso en pie inmediatamente para dar la bienvenida a la joven princesa.

— Princesa Rhaenyra, no esperaba su visita. — habló con cordialidad la pelirroja.

— He traído a Aegon para que conozco a Helena, majestad, espero que no le moleste. — dijo Rhaenyra.

— Si claro, agradezco su favor hacia mi hija. Helena está en el cunero. — expresó la Reina dándole paso a la princesa y su hijo.

Rhaenyra sonrió, y caminó hasta el cunero en donde una pequeña niña de cabellos platinados y ojos azules dormía plácidamente. La princesa Helena Targeryan tan solo tenía cinco meses de nacida, la pequeña niña la cual era una maldición para su progenitora, pero la adoración de su progenitor.

La heredera acercó a su hijo con sumo cuidado hasta que sus ojitos curiosos se posaron en aquella niña. Aegon sintió su corazón acelerarse, los malos recuerdos del pasado llegaron hasta su mente, el sufrimiento que le había causado a aquella niña, fue enorme.

Sus ojos se aguaron y un llanto se escuchó en la habitación de la Reina. El pequeño príncipe lloraba desconsolada, Rhaenyra no sabía el motivo por el cual Aegon había entrado en aquel estado. Lo acuñó a su pecho mientras trataba de tranquilizarlo.

Alicent miraban nerviosa aquella escena, la mujer tenía un cariño especial por el pequeño hijo de la princesa, pues creía que era un tipo de "regalo de los dioses" haber obtenido el favor del pequeño en sus primeros meses de vida.

— Esa niña es una maldición. Inclusive hace llorar a Aegon con solo mirarla, es un mal presagio. — expreso la Higthower.

Rhaenyra la miro incrédula por aquellas palabras, la joven heredera simplemente se limitó a hablar, pues debía calamar a su pequeño hijo que lloraba sin control. Aegon sintió su pecho doler, pero las suaves manos de su apacible madre lograron calmarlo.

— Shhh, Shhh, tranquilo mi pequeño dragón, no debes llorar por pequeñeces. Tu madre siempre cuidará de ti, te lo juro. — ella lo aferraba a su pecho y el pequeño logró tranquilizarse.

Rhaenyra lo acercó nuevamente al cunero, pero esta vez tomó la manito de su hijo, y la posó sobre la cabecita de su pequeña hermana. Helena abrió sus ojos azules, encontrándose con los de Aegon, y la pequeña niña sonrió con gracia y emoción.

Helena, la dulce y adorada niña que se había convertido en la consentida del rey Viserys. Aegon se aferró a ella, y dentro de su interior la acuñó con amor incondicional.

— Te protegeré toda mi vida, mi dulce tía. — expresó dentro de su interior el pequeño Aegon.

𝐄𝐋 𝐏𝐑Í𝐍𝐂𝐈𝐏𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈Ó 𝐒𝐄𝐑.Where stories live. Discover now