"UNA CURA PARA EL REY." ᴘᴀʀᴛ. ɪɪ

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ᴀ ʜᴇᴀᴠᴇɴʟʏ ᴘʟᴀᴄᴇ, ᴏᴜʀ ꜱᴜᴘᴇʀɴᴀᴛᴜʀᴀʟ ʟɪᴛᴛʟᴇ ʜᴇᴀᴠᴇɴ

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ᴀ ʜᴇᴀᴠᴇɴʟʏ ᴘʟᴀᴄᴇ, ᴏᴜʀ ꜱᴜᴘᴇʀɴᴀᴛᴜʀᴀʟ ʟɪᴛᴛʟᴇ ʜᴇᴀᴠᴇɴ. ᴊᴜꜱᴛ ᴡʜᴀᴛ ɪ ɴᴇᴇᴅ ᴛᴏ ʙᴇ ʜᴀᴘᴘʏ.
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El rugido de un dragón estremeció Winterfell, el guardián del norte, Lord Rickon Stark esperaba junto a su familia la llegada del príncipe Daemon Targaryen. Cuando el "Anfíptero Sangriento" batió sus alas para poder aterrizar en la fría nieve, todos tuvieron que contener la respiración.

Daemon bajo de su dragón con porte, el príncipe canalla lucia una sonrisa sombría, su mano derecha reposaba a su costado encima de Darksister, y en su rostro, la clara arrogancia de la sangre Targaryen. Lord Rickon fue el primero en acercarse, el hombre estrecho su mano con la del príncipe, para después inclinarse.

— Príncipe, es honor tenerlo en Winterfell. — sonrió con placidez el hombre.

— Se lo agradezco, lord Stark. — contestó el Targaryen para darle una mirada a todos los presentes que estaban en fila espetando su llegada.

Daemon dio un paso al frente, todos hacían una corta reverencia al pasar el príncipe por enfrente de ellos, sus ojos se clavaron en una joven mujer de cabellos pelirrojos, y ojos profundos. Cuando ella se iba a inclinar, Daemon levantó su mano en señal de que parara.

— Está es mi sobrina, mi príncipe. — se acercó el lord de Winterfell. — Es hija de mi hermano menor, Bennard Stark, su nombre es Lysa Snow. — presentó.

Daemon le dio una mirada, su cara de pocos amigos y esos ojos violetas capaz de asesinarla en ese momento. Gruño con recelo por lo bajo y habló.

— No es esta la bastarda que se atrevió a insultar a mi sobrina, la heredera y a la reina. — masculló Daemon con molestia.

— Disculpe, mi príncipe. — ella dio un paso al frente con su cabeza en alto. — Pero, yo no soy una mera bastarda, además, mi padre me tiene en gran estima y ha hablado con el rey para legitimarme. — se defendió la joven con altivez.

— Aún sigues estando por debajo de mi sobrina, la heredera al trono de hierro, hija de mi hermano, el rey, tu rey y el de todos. — su mirada fría y sus palabras se afilaron. — Haz ofendido a la Reina también, interrumpiendo en sus aposentos sin su autorización. — dirigió su mirada al norteño. — Lord Rickon. — lo llamó y el hombre se acercó.

— Si, príncipe. — contestó.

— ¿Estaba usted enterado de los arrebatos de su sobrina, en la presencia de la reina y la princesa? – pregunto y el hombre negó.

𝐄𝐋 𝐏𝐑Í𝐍𝐂𝐈𝐏𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈Ó 𝐒𝐄𝐑.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon