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Palacio de la reina de Polonia

Mihrimah y sus hermanos fueron recibidos por la reina, ellos le explicaron lo que había pasado, al estar bajo su protección no les pasaría nada y ya que aquel príncipe creció dentro de su territorio podía alegar que nació ahí y nadie podría exigir que este volviera.

Aun cuando era hijo del antiguo sultán, no podían tocarlo.

Todo estaba tranquilo sin embargo había algo que no estaban contemplando, Nurbanu se pasaba el día mirando por la ventana y esperando a que llegara su esposo con ansias, no parecía estar completamente en aquel lugar.

Sabían que era tarde, su madre ya hubiese llegado, Mihrimah lloraba al creer que podría estar muerta, pero Nurbanu creía que Mustafá no la mataría, no hasta que le dijera concretamente cuál era su plan y donde habían puesto los decretos que le fueron entregados.

Hürrem no era tonta, ese era su seguro de vida, si esos decretos salían a la luz pública el pueblo terminaría de revelarse contra su propio rey, por ahora lo que el pueblo sabía eran solo rumores nada concretos y claro que a Mustafá le convenia que siguieran siendo rumores, por ello no la tocaría.

Una semana más tarde por la noche llego Fahit y su hermano Murad, cada uno fue a ver a su esposa.

Fahit entro a sus aposentos con un cofre, había traído algunas cosas para su esposa, Nurbanu lo abrazo fuertemente y le dio un cálido beso, abrieron el cofre y al ver al interior ella sonrió —Gracias por hacer esto— dijo con una sonrisa.

—Tu carta me llego justo a tiempo amor mío, ¿Estás segura de que quieres hacer esto? — le pregunto con tranquilidad.

Nurbanu tomo su mano con calma y la beso —Muy segura— dijo con una sonrisa.

Fahit sonrió y esta vez el beso la mano de ella —Entonces hagámoslo— dijo con complicidad.

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Mihrimah beso la frente de su hermano, había llorado mucho rato porque no tenía a su madre a su lado, pero ya se había calmado.

Sintió la mano de Murad posarse sobre su hombro, ella sonrió al percibir su olor inconfundible para ella.

Se levanto en calma para no despertarlo y tomando de la mano a su esposo salieron de la habitación para dirigirse a la suya. Cerraron la puerta con cuidado y se dirigieron a la cama.

—Tu hermano está muy triste ¿No? — pregunto Murad.

—Bastante, mi madre lo dejo, él tiene miedo a que jamás vuelva y no sé cuánto tiempo aguantare mentirle diciéndole que no se preocupe que ella volverá cuando sabemos que no es verdad— dijo bajando la mirada.

Murad paso su mano por su mejilla y limpio una lagrima que salió de sus ojos —Ella volverá, no le mientes a tu hermano, Mustafá no puede retenerla toda la vida y no se arriesgara a matarla sabiendo que tiene los decretos que lo condenaran a el y al imperio— dijo con calma.

—Si, lo sé, pero no es el quien me preocupa, la sultana Mahidevran nunca ha querido a mi madre y es capaz de cualquier cosa, ella no piensa en las consecuencias, solo hace las cosas— dijo seria.

—Créeme, Mustafá lo sabe, el conoce a su madre más que a nadie en el mundo y no permitirá que le hagan daño hasta tener en sus manos los decretos y a su hermano. Lo que para nosotros significa que ella vivirá mucho tiempo porque no dejaremos que tenga al príncipe— dijo con una sonrisa.

Luz de EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora