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Palabras: 8545
•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°• El cantar de los pájaros inundaba el bello y gran jardín de palacio, servía para cubrir el silencio que existía entre príncipe y princesa junto al sonido de sus pisadas sobre la verdosa hierba.
Sus padres les hacían estar juntos la mayor parte del día, ofreciéndoles la libertad e intimidad de ir conociéndose más en profundidad, pero ese día Shoto notaba que Freya no se encontraba muy por la labor, había sentido la leve hinchazón de sus ojos y su nariz algo despellejada, quizás por limpiarse demasiado. Su mirada permanecía perdida en el frente y su ceño levemente fruncido, señal de que estaba divagando en sus pensamientos.
No le agradaba verla tan apagada.
— Me he dado cuenta de que todo el jardín está lleno de narcisos amarillos. —Rompió finalmente el silencio.— ¿Es por algo en concreto? ¿Os gustan mucho?
Freya salió de sus pensamientos y miró las flores sin dejar de caminar.
— Mi padre me contó que eran las flores favoritas de mi madre, le gustaba mucho el color amarillo, ella decía que era el color de la felicidad. Y ahora que lo pienso ella siempre solía llevar al menos una prenda con ese color.
— Tu madre no se equivocaba. —Al escuchar que volvía a retomar la palabra Freya volteó a mirarle.— La verdad es que transmite alegría, no como el jardín de mi palacio, está repleto de flores azuladas, está muy apagado en comparación.
Freya sonrió ante su ocurrencia.
— El azul también es un color bonito. Los significados que queremos darle a los colores es algo muy abstracto. ¿Quieres volver o nos sentamos? —Preguntó parando justo al lado de una banqueta de un blanco pulcro.
— Sentémonos. Tampoco hemos estado mucho rato, si volvemos ahora nos harán regresar, aunque no es algo que me molestaría.
Freya soltó una suave risa y ambos tomaron asiento.
Hablar con Shoto hacía que se despejase un poco de la ola de pensamientos que la inundaron durante aquella semana, era un buen chico en comparación a su padre.
— Oye... Sé que no podemos cambiar nada porque las decisiones de nuestros padres prevalecen por encima de nosotros pero... Si te sientes incómoda y prefieres que no te hable o algo solo tienes que decírmelo.
Freya le lanzó una mirada cargada de sorpresa.
— ¿Qué? No, no me haces sentir incómoda, para nada. ¿Qué te hace pensar eso?
— Ah... —Se sorprendió por su respuesta.— N-no sé, estás muy ausente desde que hemos empezado a pasear, pensaba que era por mí.
Freya había estado muy inmersa en sus pensamientos, en su situación con el que había sido su único y mejor amigo, ni siquiera se había puesto a pensar en dar conversación al príncipe ni en que su silencio podría hacerle pensar que era porque se trataba de una molestia para ella.
