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Palabras: 60601
He procurado escoger personajes cuya personalidad peguen bien con la de los enanitos pero me ha costado bastante, así que he decidido dejarlo como veréis a continuación.
Como siempre, gracias por leerme. ^^
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Habían estado caminando durante el resto del día hasta que se hallaban lo suficientemente lejos como para que se encontrasen con alguien. Apenas habían intercambiado palabra, aún existía cierta tensión entre ellos que hacía que todo fuese realmente incómodo.
— El sol no tardará en ponerse. —Comentó Katsuki parando en seco.— Acamparemos por aquí.
Carecían de comida, agua y mantas para protegerse del frío de la noche.
— Voy a intentar buscar algo para comer, algún conejo o...
— ¡No!
Katsuki se sobresaltó ante la negativa y en ese instante lo recordó. Rodó los ojos con hastío.
— Joder, es verdad, tú no comes carne.
— Puedes cazarlo para ti. —Le dijo Freya recuperando un tono más calmado. —Que me desagrade no significa que no puedas comer lo que te apetezca. Solo... No miraré cuando lo traigas y lo despellejes. Que lo comas delante de mí me da igual, estoy acostumbrada a ello.
— ¿Y tú que vas a comer? Tienes que alimentarte, no quiero tener que arrastrarte por todas partes.
— Buscaré setas y frutos, algunas bayas quizá.
— Las buscaré yo, sé distinguir qué setas son venenosas de las que no, tú quédate aquí y haz una hoguera para tener algo de luz al menos.
Katsuki estuvo a punto de retirarse pero notó el nerviosismo en la muchacha, obviamente no tenía idea de hacer una hoguera.
Se llevó una mano a la frente y resopló dignandose él mismo a recoger yesca y a arrancar pasto seco.
— De lo que le ha servido a tu padre tenerte encerrada y sobreprotegida... No sabes hacer una mierda.
Obviamente ese comentario enfureció a Freya y tocó su fibra sensible.
— Oye, siento que mi padre no hubiera previsto que le iban a asesinar y que años después su hija tendría que sobrevivir en el bosque con un niñato engreído.
— No es necesario preveer situaciones desesperadas para enseñar a un hijo a sobrevivir.
— Lo hizo por miedo a que me ocurriera lo mismo que a mi madre.
— Y es por eso por lo que no debería de haberte sobreprotegido. —Señaló en dirección al suelo. —Cava un hoyo, que no sea muy profundo.
Arrojaba cada ramita o palo que encontraba cerca de los pies de Freya, junto a rocas de un tamaño mediano.
