05| ❝Define "amigos"❞

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Hay alguien más.

Sacudí mi cabeza como si eso ayudara a disipar las ideas, pero obviamente no funcionó. La frase seguía allí, como grabada a fuego en mi mente.

No pude pensar en nada más durante el fin de semana.

Correr tampoco es que sirviera mucho pero aún así lo intentaba.

Volvía de una ardua carrera, sintiendo las piernas como gelatina y perlas de sudor cayendo por mi frente, cuando vi la maleta y bolsos de mi madre junto a la puerta.

-¿Ya te vas? -Le pregunté al llegar a la cocina por agua.

La mayor, sentada en la encimera con una taza vacía de café a su lado, asintió sin levantar la vista del móvil.

-Si, cariño -respondió, está vez mirándome-. Mi vuelo sale en dos horas. Volveré en dos semanas pero seguro tu padre estará aquí antes que yo.

Asentí comprendiendo.

Mi madre es una reconocida abogada y mi padre es un aclamado escritor, lo que en varias ocasiones los mantiene fuera de la ciudad, pero siempre se las arreglan para que uno libere su agenda cuando el otro tiene algún compromiso importante, así se aseguran de que no pase tanto tiempo sola en casa.

Ambos son grandes personas y aún mejores padres, sus trabajos son complicados. Lo comprendí a una edad temprana, por eso jamás les reclamaba nada.

-La despensa está llena -anunció mi madre, después de inspeccionar las puertecillas de madera junto al refrigerador. Luego, pasó a las alacenas. Cuando estuvo conforme se volvió hacia mí-. Te dejaré dinero para emergencias y unos cuantos más para la reparación de tu auto, lo demás saldrá de tu mesada.

Fruncí el ceño, siguiéndole el paso por la estancia.

-Espera, ¿qué le pasó a mi auto?

-Note que está algo abollado en la parte delantera -explicó con simpleza-. ¿No lo sabías? -preguntó confundida al instante siguiente.

No había visto el golpe, pero me hacía una idea de quién podría ser el responsable.

-No, claro. Ya recordé. Le di al basurero de la entrada de nuevo -mentí para no preocuparla.

Ella suspiró, acomodando su bolso sobre el hombro y lanzándome una de esas clásicas miradas de reproche maternal.

-¿Te hiciste daño? -Negué rápidamente. Ella acarició suavemente mi mejilla y llevó un mechón de cabello tras mi oreja-. Guardaré tu secreto está vez pero solo si prometes ser más atenta al conducir -Medio pidió y medio amenazó.

-Si, lo prometo.

-Esa es mi niña.

Justo entonces, un claxon sonó desde afuera, llamando nuestra atención.

-Ya debo irme -anunció.

Le ayudé a guardar sus bolsos en la cajuela del taxi, oyendo las mismas advertencias de siempre.

Usa sweater porque el clima está frío, no regreses tarde a casa, avísanos si necesitas lo que sea a cualquier hora, te llamaré tres veces al día, Bianca y las chicas pueden quedarse pero nada de fiestas, no ingieras alcohol, tampoco uses drogas...

-Y por favor, nada de luchas clandestinas en la casa, ¿ok? -Fingí quejarme, siguiéndole el chiste y ella río ante la reacción del taxista.

Sus ojos verdes, los mismos que yo había heredado, me miraron con una reconfortante mezcla entre cariño, orgullo y tristeza. Me estrechó entre sus brazos y yo le correspondí abrazándola aún más fuerte.

Cómo lidiar con la princesa (CL#1)Where stories live. Discover now