12| ❝Si morimos, te asesino❞

76 13 58
                                    

Por sobre mi hombro, chequeo a través del reflejo que el pantalón azul al menos favorezca mi trasero. No me gusta mucho usar jeans pero en esta ocasión es inevitable. Las faldas no combinan bien con las motocicletas después de todo.

Luego de una exhalación derrotada, aliso la delicada camiseta blanca que decidí usar antes de colocarme la chaqueta burdeos encima. Le echo un último vistazo a mi cabello para comprobar que permanece liso y salgo de la habitación.

Me detengo un instante en el umbral de la cocina cuando noto que mi padre aún desayuna su café, recargado contra la encimera de mármol. Le saludo con un gesto de cabeza y él me corresponde de la misma manera.

Se supone que ambos estamos enfadados, pero ninguno de los dos sabe cómo comportarse alrededor del otro cuando esto pasa.

—¿Has dormido bien? —Cede el mayor, rompiendo con el silencio. Suelto un “mhm” afirmativo antes de darle un sorbo a mi taza de café. Él asiente—. Debes volver a casa en cuanto salgas de la escuela —ordena justo después.

—Lo sé.

—Porque estás castigada —recuerda.

—Lo sé —confirmo, reteniendo mis risas al oírle intentar sonar severo.

Mi padre asiente de nuevo, conforme con mis respuestas y termina su desayuno en silencio.

—Me gusta tu chaqueta —halaga divertido poco después, al reconocer su propia prenda.

—Gracias —sonrio aceptando el cumplido, porque no pienso devolverla. Mi padre niega divertido y lo deja pasar porque no es la primera vez que esto sucede. Solía usar sus zapatos para andar por toda la casa de niña, debió haberlo visto venir—. ¿Ya has reservado mesa para la cena de cumpleaños de mamá? —Pregunto, mitad para hacer conversación y mitad porque estoy casi segura de que ha olvidado ese pequeño detalle.

—Ah —suelta, dejándome saber por su expresión que estaba en lo correcto—. Si —intenta mentir. En respuesta, le echo una mirada suspicaz con ambas cejas enarcadas—. Lo haré en la tarde —se rinde.

Sonrío triunfal por haberle atrapado, casi a punto de darme algunas palmaditas en la espalda, pero entonces una bocina se escucha desde afuera, alterando mi tranquilidad en cuánto veo que mi padre frunce el ceño extrañado.

—¿Qué fue eso?

Me sorprende que, a pesar de los años, aún sea capaz de distinguir entre el timbre de un carro y el de una moto. Sé que solía ser fan de conducirlas cuando era jóven, pero dudo que ese argumento me sirva de algo ya estando castigada.

Así que opto por la vieja confiable.

—Es Bi.

—¿Estás segura? —Duda el mayor—. Creo que…

—No —me adelanto cuando le veo caminar hacia la ventana de la sala—. Debes reservar la mesa primero, el restaurante favorito de mamá se ocupa rápido —improviso—. Ya sabes.

En respuesta, el mayor me devuelve la misma mirada que le lancé hace un rato y, a pesar de que mantengo una sonrisa tranquila, comienzo a sentirme acorralada.

No me gusta mentirle a ninguno de mis padres. Pero la alternativa es dejar que descubra que el de la bocina es en realidad un casi desconocido con fachas de delincuente monocromático, tatuado y de mal carácter que, para variar, me llevará a la escuela porque, sorpresa, resulta ser algo así como mi “novio falso”. Si. Decido que es mejor está pequeña mentira piadosa. 

—Tienes razón —dice mi padre poco después para mi alivio—, mejor llamo al restaurante ahora.

No estoy segura de si creyó algo de lo que dije o solo fingió hacerlo. Pero de cualquier manera me sirve.

Cómo lidiar con la princesa (CL#1)Where stories live. Discover now