11| ❝Los hermanastros insidiosos❞

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—Sonríe —suelto a modo de aviso, colocando la cámara de mi celular en un ángulo similar al de una selfie, con Ian y todos sus libros de investigación, entrando en el cuadro a pesar de estar al otro lado de la mesa de la biblioteca.

Obviamente, él no sonríe.

—¿Es esto necesario? —Pregunta en su lugar, cuando la foto ya está hecha.

—Pues si —afirmo, echándole un breve vistazo cuando me vuelvo hacia él, girando sobre mi silla—. “Pareja que se respete debe tener al menos tres publicaciones decentes en Instagram” —le explico.

—Ese dicho no existe.

—Es para Sadie y Callum —admito con la vista fija en mi teléfono, intentando decidir si la foto recién tomada al menos parece convincente o no.

Siendo la tercera de la tarde, debería serlo. Pero, otra vez, no es así.

Con un suspiro, me levanto y rodeo la mesa para ocupar el asiento junto a Ian, con la esperanza de que tal vez, desde ésta perspectiva, la foto mejore.

—¿Los hermanos insidiosos? —Pregunta él, usando esa palabra que me escucho decir en la mañana y que no ha parado de repetir en cada oportunidad que tiene.

He estado ignorando sus intentos por molestarme. Y si que se está esforzando. Pero es una batalla que no pienso perder, al menos no por hoy. Medite tres horas antes de llegar a la escuela, sabiendo que hoy volvería a verlo, así que me siento con algo de ventaja.

—Son hermanastros —le corrijo pacientemente—, y son más que solo insidiosos.

Sadie y Callum tienen el talento innato de detectar cualquier tipo de chispa problemática, por más pequeña que sea, y convertirla en grandes explosiones dramáticas. No toman partido por nadie jamás, solo disfrutan demasiado de ver el mundo arder y ser los responsables de ello, siempre logrando evitar quemarse con la víctima de turno.

Esa, es la definición de “insidioso”.

—Si los convencemos a ellos, no solo los demás también nos creerán, sino que además nos salvaremos de una humillación segura.

—Interesante —suelta él luego de una larga pausa—. Quiero renunciar.

—Solicitud denegada. Sonríe.

Ian resopla pero aún así se inclina más cerca.

Esta vez, tomo la foto desde un punto un poco más abajo que de frente. Ambos estamos bastante cerca, casi parece que estoy apoyando mi cabeza en su hombro y el cabello se me ve genial, pero sigue sin ser suficiente.

Ian, que ha decidido seguir estudiando mientras yo continuaba con mi escrutinio, se distrae nuevamente cuando empujo mi cabello hacia un lado en un gesto frustrado.

—¿Qué sucede?

—No me gustan —me quejo, pasándole el móvil—. Están… No lo sé. Lucen extrañas.

Ian las pasa una a una con su ya clásico ceño fruncido. Aprieta sus labios en una fina línea y vuelve a levantar la vista, paseandola sobre varios puntos de la biblioteca, como si buscara algo.

—Ven —dice cuando parece encontrarlo.

Con el móvil de vuelta en mis manos, le sigo curiosa hasta una zona vacía entre dos libreros, con un gran espejo de cuerpo completo contra una pared. Sería extraño si el auditorio no estuviera junto a está sala, no es sorpresa que los de teatro guarden algunos de sus materiales para obras aquí.

Al instante, comprendo la idea de Ian y hago una pose frente al espejo, probando distintos ángulos con el teléfono para la nueva foto. Él se acomoda detrás de mí y, cumpliendo con mis indicaciones, rodea mi cintura con sus brazos, provocándome un respingo. Ian se detiene de inmediato.

Cómo lidiar con la princesa (CL#1)Where stories live. Discover now