Capítulo 36 (Parte 1 y 2)

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La elijo a ella

Jared

En cualquier momento caerá la última gota en el vaso, el cual está a rebosar. En cuando caiga esa gota que falta, no habrá un derrame, habrá una implosión.

Mientras tanto, debo mantener una expresión dócil ante una niña de cuatro años.

― Entonces, las alas tienen que ser color... rosado porque el vestido es lila.

― Evanie, puedes pintarlas del color que quieras. ―le digo a la niña que está sentada frente a mí.

Llegué hace una hora a la nueva casa de los Browne. Jacqueline está en el hospital con Mia, y Noah está con ellas. ¿De dónde sacaron la confianza para dejarme cuidando a Eva? No la sacaron de ningún lado, usé coacción.

― Pero quiero que colorees también. ―refunfuña la morena y me doy por vencido.

― Está bien, pero no me digas qué color debo usar. ―rezongo y ella aplaude en gesto de victoria.

No diré que no sé por qué hago esto porque claramente sé por qué lo hago.

― Dibújame otra hada. ―me pide la niña y accedo.

Lo hago rápido, ella solo parpadea incrédula mirando como mi mano se mueve rápidamente sobre la hoja en blanco, dibujando un hada hiperrealista. Llevo horas en esto. Debería hacerle un álbum de dibujos para la próxima vez.

― Guau. ―sus ojos azules oscuros se sorprenden cuando acabo―. Yo quiero dibujar así.

― Más adelante podrás. ―murmuro mirándola. Ella me sonríe, y me parece mirar a una Niamh pequeña con ojos azules.

― Me gustan estos colores. ―balbucea mirando una caja con casi cien lápices de colores. Si supiera que ningún humano los posee...

― Espero los cuides.

― Les saco punta muchas veces y no parecen acabarse. ―murmura y sonrío ante su inocencia―. Mia no usa los suyos.

― Mia tiene otros intereses. ―le platico.

― Ella prefiere dibujar y pintar en su Tablet.

Hago una mueca despectiva.

Miro hacia el cielo, está despejado, no son más de las diez de la mañana. No sé cuánto más durará esto.

― Hey. ―Bered llega de repente, usa glamour, ya que Eva no lo nota―. No hay posibilidades.

― Preferí que fueses tú quien hablara con Haziel porque yo no iba a tener paciencia.

― Él no quiere decirnos qué le dijo Nia.

― Han pasado muchos días, ella no ha vuelto a dormirse, sabes que es difícil que lo haga mientras está siendo torturada. ―me pongo de pie empuñando mis manos.

La ira que me corroe el alma cuando digo la palabra tortura no es normal.

― Él sigue esperando que eso suceda.

― Él dijo que Niamh le sugirió hablar con sus enemigos. ―espeto y lo miro―. ¿Sabes cuántos enemigos tiene Haziel? ―le pregunto con sarcasmo y él silva asintiendo.

Miles de enemigos.

― No podemos ir interrogando a todos.

― Tenemos que saber qué nombre dio Niamh. ―me paso las manos por los cabellos.

― Él dice que no servirá de nada, que Nia lo dijo como un ejemplo.

― Niamh nunca dice nada como un simple ejemplo, maldita sea.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora