Capítulo 37 (Parte 1 y 2)

5.3K 688 2.3K
                                    

Primera jerarquía dada por el Terafím

Lo primero que llega a mi mente es Kaiser gritando mi nombre y antes de abrir mis ojos repaso esa escena, la última vez que vi a Kaiser.

Él había entrado a mi celda justo después que me encerrarán allí, desnuda, después de darme un baño. Intentó detenerlos, alejarlos de mí. Hasta ese punto ya todos los que pretendían hacerme daño sabían que Kaiser ya no iba a formar parte de ellos.

Conservo ese recuerdo, de él luchando con todos los que querían hacerme daño. Para ser un Nephil mitad puro tenía mucha fuerza, y pudo vencer a varios, dudé de que fuese solo un Nephil, pero... él tenía sangre, mucha sangre. Y los caídos no tienen sangre roja.

Abro mis ojos sin poder evitar que se llenen de lágrimas. No es normal que no me duela cada gramo de mi ser, como antes de haber caído dormida por obra de Bered. Un Bered dolido, que no podía mirarme.

Me incorporo lentamente y frunzo el ceño al ver mi entorno.

― ¿Qué es esto? ―susurro empezando a asustarme. Tengo una bata de seda, nada parecida a la que tenía cuando... Jared me encontró.

Es el aposento... el aposento de esa Jephin a la cual Blay pretendía traer aquí para fines sexuales. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué?

Miro mis manos, mis brazos. Ya no quedan moretones, pero hay una casi imperceptible sombra de ellas. Uso las sábanas para envolverme y llevo el borde a mi cuello empezando a respirar pesadamente.

No puedo quitarme las escenas vergonzosas de mí... desnuda ante todos ellos. Los que se atrevieron a tocarme antes de que llegase Kaiser a interrumpir. Una gloriosa aparición, si él no hubiese llegado..., todos esos caídos hubiesen abusado de mí. De alguna manera él interrumpió todo, y ahora no sé dónde está.

A pesar de que no abusaron de mí... llevo conmigo sus intentos de hacerlo, sus manos asquerosas intentando sujetarme para someterme. Nunca en mi vida luché tanto, nunca en mí vida apliqué tanta fuerza como la que usé para que ellos no profanaran mi cuerpo con sus asquerosos miembros.

Me salvé de que me mancillaran, pero no pude impedir que me tocaran otras partes de mi cuerpo con sus malditas manos en su afán de someterme. Eso es lo que no saco de mi mente, sus manos tocando mi cuerpo.

Me sujeto la cabeza como si se me fuese a caer y empiezo a sollozar. Hago mohines de rabia, de ira, de impotencia. Solo quiera incinerarlos a todos, de decapitarlos... esa es la única manera de acabar con ellos, de mandarlos a su propio infierno, su propio castigo, que de alguna manera es la muerte. No obstante... que fuesen azotados por la eternidad.

Pasan las horas en mi intento de superarlo todo, pero cada vez que pienso que ya no me hiere vuelven los sollozos con más fuerza.

Más tarde, luego de ir a la alberca más cercana de mi piso y fregar todo mi cuerpo con fuerza me envuelvo en las sábanas de nuevo. Una hora después mis ojos descubren que por los bordes de las cortinas blancas ya no traspasa luz alguna. Es de noche.

Si de alguna manera ya no soy prisionera de Belial... quiere decir que puedo volver con mi familia.

Pero. No puedo hacerlo, no puedo volver a ponerlos en peligro por mí. No antes de acabar con todo aquel que quiera hacerme daño y hacerle daño a lo que amo. No sin antes tener un lugar seguro, un lugar que sirva de hogar mientras esté viva, y mientras Evanie lo esté.

Dejo escapar un jadeo cansado y me acuesto envolviéndome en las sábanas como un gusano en su capullo.

Me he dejado arropar por el miedo.

Sangre de arcángelWhere stories live. Discover now