Capítulo 56

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Traidores

Ellas estarán bien.

Nada estará bien. Él lo sabía, solo me ahorró tiempo para despedirme.

No me da tiempo de decirle algo a Blay porque el piso se mueve bajo mis pies, pero puedo estabilizarme casi a la perfección para esquivar el ataque de Blay. La rapidez sobrenatural es nula en este momento, solo por eso le devuelvo los golpes buscando un segundo para tomar las Veljeax, pero no me deja, ataca y ataca con ambas dagas. Sé que si me hiere con ellas me dolerá porque son armas angelicales, además de eso... debo cuidar que no me deje sin cabeza porque... supongo que no soy un ángel y no me puede crecer o regenerar.

El temblor aumenta y él también se desestabiliza. Saco las Veljeax y las separo. Escucho gritos masculinos afuera acompañado de sonidos de choques de espadas. No escucho a mi madre gritar y quiero aferrarme a la idea de que ella está lejos, pero la mirada de Blay me dice lo contrario.

― No me gusta lo que pasará ―dice dejándome ver una desesperación en su rostro que logra hacerme cambiar de opinión por unos segundos.

― La única salida es que dejes que yo...

― Cambio de planes. Sal de aquí, rápido. ―él me empuja hacia la puerta con brusquedad, pero escucho un sonido parecido a la tensión eléctrica que se eleva peligrosamente.

No puede ser.

Una luz incandescente me hace cerrar los ojos justo cuando Blay se lanza hacia mí. Él gritó algo seguramente, pero no escuché nada. No escucho absolutamente nada, incluso cuando sé que estoy tosiendo y que algo pesado aplasta mis piernas no puedo escuchar nada excepto un pitido lejano en mis oídos.

Mi madre tiene que estar lejos. Ellas tienen que estar lejos.

Abro mis ojos y casi entro en desesperación cuando siento mis manos vacías, no tengo las Veljeax, y hay caos a mi alrededor. Hay fuego, pero no sé de dónde viene. Escucho gritos masculinos, algunos son voces de mando, y otros son en otro idioma.

Alguien acabó con la casa y ahora tengo lo que parece un mueble y otra cosa pesada en mis pies, solo tengo que patearlas para apartarlas. No siento dolor, pero mis oídos están levemente afectados. El poder que se respira alrededor es inhumano, es letal y temo por la vida de los vecinos más cercanos. Joder, hay rasgaduras en mis pantalones.

Miro a todos lados mientras intento ponerme de pie y solo veo seres luchando y otros tirados por el suelo, no reconozco a ninguno de los que están cerca y no me molesto en reconocerlos. Solo tengo que encontrar las Veljeax o Luci me va a degollar por perderlas.

Hay muchos escombros, la mayor parte está prendida en fuego y siento desesperación de solo pensar que las Veljeax estén debajo de todo eso. ¿Cómo se supone que las consiga?

La velocidad sobrenatural sigue nula, y sé que por eso todos se están matando a mi alrededor, puede parecer algo justo, pero creo que algo va mal. Todos parecen luchar contra todos.

― ¡Nia! ―grita Blay desde algún sitio.

― Veljeax, Veljeax, Veljeax... ―repito moviendo los escombros como si pesaran menos de cien gramos.

Desesperación pura. Hasta mis manos están temblando y el caos aumenta cuando veo aparecer seres de alas blancas.

― Oh, mierda ―farfullo deseando que el glamour que voy a aplicar sirva a la perfección y me haga parece un simple caído, o mejor aún, que me haga invisible para ellos―. Por favor, por favor...

Sangre de arcángelWhere stories live. Discover now