Capítulo 58

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Descansa, Terafim.

Perder a dos de las personas que más amaba no ayuda a disipar las llamas a mí alrededor. Sucede todo lo contrario: Las aviva.

He perdido la cuenta de las horas que he llorado ahogándome en mi miseria una y otra vez. Cuando siento que ya no me quedan más lágrimas que derramar es cuando emergen con más fuerza. Ni siquiera me sorprende el hecho de derramar lágrimas porque no sé qué soy, no sé si estoy en un trance, no sé si el éter de Uriel fue o no suficiente. No he tenido tiempo de pensar en nada más que en mi madre y mi hija siendo asesinadas frente a mis ojos. Y no pude hacer nada.

He deseado mil veces poder regresar el tiempo y cambiar todo.

He deseado nunca haber ido a la universidad en mi cumpleaños número diecinueve. Lo he deseado más de lo que debería.

Lo odio.

Odio todo.

He repasado mil veces los planes que hice a lo largo de los últimos cuatro años. Y en ningún de ellos mi madre y mi hija morían de esa forma. En ninguno de ellos pasaba nada de lo que pasó hace horas.

Es tan injusto.

Lo odio, lo detesto.

Jacquie y Niamh siempre se encontrarán. Y estarán juntas por siempre. ―Fue hace muchos años, pero recuerdo las palabras que mi mamá me decía siempre antes de ir a la escuela. Me las decía siempre que las pesadillas me despertaban a medianoche.

Me marcaron tanto que yo tomé esas palabras como mías también.

Evanie y Niamh siempre se encontrarán. Y estarán juntas por siempre.

Ambas frases... no serán dichas ni escuchadas nunca más.

Nada volverá a ser igual jamás.

Y eso es lo que no está bien.

He intentado mil veces sanar a mi mamá, he intentado mil veces hacer funcionar su corazón. Lo intento y lo intento, deseando con toda mi alma que ella vuelva a vivir. Pero no sucede.

Ella sigue muerta.

Y yo sigo sola.

― Mamá... ―sollozo―. Por favor, regresa. No me hagas esto... Por favor.

Si soy un Terafim o no, no vale de nada, no he podido traerla de vuelta.

Ella está allí, inmovible. Su cara tiene una expresión tensa, pero solo parece que está teniendo un mal sueño. Parece que está tomando una siesta después de un día muy movido.

― No puedes irte, mami, perdóname, pero no puedes dejarme aquí, no sé qué haré ahora ―lloro tomando su mano y la beso―. Evanie también se fue mamá, mi Evanie se fue, no sirvió nada lo que hice, no sirvió alejarme para que estuviese bien ―mi llanto desconsolado y mi hipeo no me deja hablar bien, pero si alguien me pudiese escuchar entendiera mi dolor sin necesidad de entenderme.

Estoy sola.

No está nadie conmigo, no está Jared, ni Haziel, ni Bered, no está Elsie ni Arien... estoy sola.

― Mamá, por favor, despierta, despierta ―mi voz se entrecorta debido a mi llanto cansado―. Seré obediente... no saldré, no iré... no iré mamá, lo juro, pero abre los ojos, por favor.

*

Lo que más odio de esto es que no me canso, no me debilito, y tampoco puedo morir.

Tampoco he podido alejar las llamas, hace horas que mi piel no existe. Solo soy yo, envuelta en llamas que no puedo deshacer de mi cuerpo. Es raro, pero luego encontraré una manera.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora