Octavo día - Parte II

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Soltó un estornudo que hizo eco en la cueva donde se encontraban refugiados. Soul la miró de reojo y rápidamente culpo a la tormenta en la que se encontraban aislados, únicamente con sus abrigos y la pequeña fogata que había logrado crear, tratando de que esta no llamara la atención de cualquier sirviente de Leyna que pasara cerca de aquel lugar.

— Deberíamos regresar al refugio — susurró Astrid, mientras volvía a estornudar — Si seguimos aquí, solo lograremos que nos atrapen... sin mencionar que ya hemos perdido a Tyrone y Tanya.

— Salir con esta tormenta puede ser más peligroso que quedarnos aquí — murmuró el contrario — Será mejor esperar y seguir con nuestro camino... A menos que pase una especie de milagro, claro.

— No creo que Tyrone pudiera darte una mejor respuesta a ese comentario de que yo puedo hacerlo...

— ¿No crees que pueda suceder?

— Simplemente hay cosas que no sucederán por ellas mismas por mucho que esperes que sucedan; es la ley de la vida, si quieres que algo suceda, debes moverte o esto nunca vendrá hacía ti.

— Es raro que no hayas dicho ninguna grosería en lo que llevamos de conversación, ¿estás segura que estas bien?

— Simplemente estoy hablando en serio...

— Ya veo — fue su única respuesta.

— ¿Hay algo que me ocultas?

— Muchas cosas... pero no veo la razón de comenzar a hacerlo en este preciso momento cuando nos encontramos en peligro de convertirnos en paletas de hielo — bromeó, mostrando una ligera sonrisa.

— Bien... si voy a morir congelada al menos quisiera saber algo de lo que me escondes.

No hubo respuesta.

A cambio del silencio de Soul, Astrid pudo observar cómo la tormenta poco a poco iba calmándose; no sabía si eso era obra de Soul, quien, por alguna razón, aunque parecía tranquilo en toda esa situación, también se le podía ver agotado que estaba, incluso a pesar de solo haber permanecido sentado a su lado por varias horas.

— Vamos — indicó — Tenemos que llegar a la montaña.

— ¿Qué hay de importante en esa estúpida montaña? — gruñó como respuesta, poniéndose de pie — No creo que hayamos venido hasta aquí solo por unas flores...

— Pues... digamos que ahí te espera una sorpresa.

No dijo más y Astrid supo que no obtendría más respuestas de Soul cuando lo vio salir de la cueva; sin que ninguno de los dos lo supiera, una sombra del pasado los estaba vigilando desde cerca. Tal vez debía informarle a Leyna sobre aquello, pero prefirió mejor seguir a Soul y Astrid de cerca, aun no era tiempo de presentarse, pero al menos tendría idea de donde se encontraba ahora el Pino, al mismo tiempo que le dejaría saber que era real.

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Luego del desayuno y las presentaciones, nos reunimos con Dipper y los otros en una especie de sala que se encontraba en lo profundo de la cueva. Nos dieron unos minutos para cambiarnos a nuestras ropas de siempre. Mientras me estaba cambiando, me pareció curioso que aún tuviera puesto el crucifijo que Andrew me había regalado para cuando cumplí 7 años, ni siquiera me había dado cuenta que estaba ahí.

— ¿Todo bien? – preguntó Dipper desde la puerta mientras yo terminaba de arreglar mi camisa, me gire a verlo y una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro — Oh... esa cruz.

— Eh... sí, me la dio el hombre que me crío cuando tenía 7 años – explique sonriendo — Creo que deberías saberlo... hasta antes de llegar a este lugar tenía la idea de convertirme en sacerdote.

El Final de su mundoWhere stories live. Discover now