Lágrimas de memoria

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Cris

Nunca se me ha dado bien hablar en público.

Siempre que estoy en un momento incómodo, ya sea público o rodeada de chicos, me pierdo.

El guion en ese momento pierde todo el sentido.

Como ayer, que estuve en la entrevista de trabajo en esa empresa inmobiliaria, mientras estudio la carrera de Medicina en Barcelona.

- - -

Me llamó Cristina, pero me llaman Cris y tengo 19 años.

Vivo con mis padres en un adosado en el Distrito de Sarrià-San Gervasio.

Me empecé a apasionar por la Medicina cuando yo tenía cuatro añitos y jugaba a los médicos con mi hermano Enzo.

Añoro tanto esos tiempos...

Enzo es mi hermano mayor y tiene 21 años.

Está casado y vive en Francia.

Parece que yo no tengo tanta suerte...

-¡Cristina, baja a comer! -grita mi madre desde la cocina.

-Voy mamá.

Me pongo los zapatos de casa y me dispongo a salir de mi cuarto en dirección a la cocina cuando de pronto me paro ante ese cuadro.

Aquel cuadro que tengo desde que cumplí los cinco años.

Aquel cuadro que lleva ahí sin ser movido durante más de una década.

Lo miro fijamente y me entran las ganas de llorar.

Una lágrima se desliza sobre mi rostro y termina desplomándose en el peldaño alto de las escaleras de madera.

Mis puños se aprietan solos por inercia.

Cierro lo ojos y bajo corriendo a la cocina.

No quiero pensar más en ello.

Al llegar a la cocina mi madre me pregunta:

-Cris, ¿porque estás tan roja? ¿Te encuentras bien?

-Sí, mamá -le respondo con un hilo de voz, intentando sacar una sonrisa.

No sé qué sonrisa habrá salido de ahí, pero mi madre me conoce tan bien que insiste en ello.

-No Cristina, no estás bien.

No pienso recordarle eso a mamá.

Le prometí que ya lo había superado y que no volvería a mencionarlo más en esta casa.

-Que no mamá, que estoy bien.

La miro a los ojos y noto que no se lo cree.

-Bueno, siéntate que te he preparado un vaso de leche y la tarta de queso que tanto te gusta para desayunar.

-Gracias -le digo algo mejor.

Adoro las tartas, y más aún las de queso, con mermelada de frambuesa por encima.

A Enzo también le gustaba el queso...

"Supéralo, Cris" -me advertía mi pensamiento.

No podía dejar que un simple cuadro pudiera conmigo, cuando siempre que paso por ese pasillo para bajar las escaleras lo supero.

Aunque la herida ya era y sigue siendo grande desde entonces, me propongo siempre no mirarlo al bajar.

Yo soy muy frágil.

Cuando me acuerdo de algo, mi cerebro siempre pone en funcionamiento la palabra: drama.

Empresario y Ella {EN CURSO}Where stories live. Discover now