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Draco se reclinó contra la mesa de su oficina, respiró hondo y, cuando pensó en todas las personas que habían afuera, cada grupo, núcleo familiar o amigos, sentados en en una mesa, pensó: ¡Qué le den a todo el mundo! Y con eso, dejó caer unas lágrimas lo más tranquilo posible. Tenía todo el derecho de llorar. Su hija más pequeña, su Lily Luna Malfoy Potter estaba a punto de casarse.

¡Por supuesto que podía llorar!

¿Cómo se habían atrevido a decirle que no llorara?

Su hija era una niña. Bueno, tenía 18 años, aun así, la consideraba demasiado joven. Draco había intentado decírselo la noche que Lily, con ese cabello lacio, brillante y rojo (herencia de la madre de Potter), había aparecido en Malfoy Manor con una sonrisa radiante en el rostro, sus ojos avellana brillante y sus mejillas sonrojadas, enseñándole la sortija de compromiso que Vincent Goyle le había puesto en el dedo, pero su hija había replicado con un argumento indiscutible:

—¿Y cuántos años tenías cuando te casaste, papá? —había dicho. Draco casi no fue capaz de responder.

Maldición.

Draco se había casado con Harry a los 18 años, meses después del fin de la guerra, unos pocos meses después de verse cuando Harry declaró en su favor en los juicios, y un mes exacto después de enterarse que había quedado embarazado de su hijo mayor, James Sirius Potter.

—Dieciocho —le respondió a regañadientes, pero Draco se había muerto por agregar: "Y mira cómo he terminado, solo con cuatro hijos, siendo la fuente de cotilleos del mundo mágico. No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo." No lo hizo, sólo porque su hija no tenía la culpa de que el matrimonio con su padre hubiera terminado en divorcio.

Respiró hondo, hundiendo el rostro entre sus manos.

—Es demasiado joven —lloró otra vez—. Demasiado joven —repitió.

—¿Draco? —oyó que decía Luna Lovegood, al abrirse la puerta de su oficina ¿Cuándo lo había encontrado?—¡Oh! Aquí estás —escuchó sus pasos acercarse—. ¿Te encuentras bien?

—No. —contestó con tristeza, conteniendo a duras penas un nuevo sollozo.

—Draco —insistió Luna—, debes salir, hay cerca de 200 invitados esperando. La boda debe comenzar.

—187 —sollozó—. 189 con Lily y Vincent —aclaró.

Luna le sonrió. Luna era la madrina de Lily, también era socia y amiga. Estaba hermosa, con una túnica amarillo claro, ajustada en la cintura, y el pelo recogido en hebillas de esos animales que jura que existen pero nadie ha visto jamás. Nunca creyó que se convertiría en una gran amiga, y menos en su socia, pero aquí estaba, y se lo agradecí muchísimo.

—188 —le dijo la chica, con esa sonrisa suya particular—, no te olvides del oficial que hará la unión, que de hecho, está empezando a impacientarse.

Argh. La boda no debería llevarse a cabo. Mierda.

—Ya lo había contado. —dijo, respirando hondo.

—¿Y a Harry? ¿Ya lo has contado?

Draco se quedó paralizado.

—Sí. —respondió, aunque tenía la esperanza de que no llegara.

—Oh, entonces tienes razón, 187 personas.

—¿Potter ya llegó? —preguntó, con un poco de esperanza, aunque sabía, muy en el fondo, que Potter no se perdería un día tan importante para su hija.

Divorciados [Harco]Where stories live. Discover now