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Draco y Potter llegaron a la zona de Trasladores a tiempo y tuvieron suerte que, tal vez porque estaba con Potter, los ejecutivos del Ministerio que controlaban la zona le permitiera el viaje. Al llegar a Seattle, un nuevo Traslador los llevó directamente al estadio ubicado en los alrededores de Mt Rainier.

A diferencia de las quejas de Potter, de estar retrasado y demás, estuvieron en el estadio con tiempo de sobra, pero aún así, Draco y su pareja ex pareja todavía no tenían una historia que contar a sus hijos. Draco insistía en que debían decir que se re conectaron desde la organización de la boda.

—Es lo más creíble —insistió mientras avanzaban por los enormes muros que indicaban la entrada al estadio de Quidditch. Prestó atención al lugar, estaba claro que el Ministerio de Estados Unidos había invertido muchísimo dinero en este partido. Tal vez había subestimado el equipo que Potter formó con su capital. Volviendo a su discusión, Potter sacudió la cabeza, diciéndole que nadie creería eso porque todos sabían su aversión a las fiestas y a Malfoy Manor.

—¿En serio crees que James creerá que yo estaba feliz de co-organizar contigo la fiesta en Malfoy Manor? Él me vio llegar. Albus y Scorpius me vieron llegar, Malfoy. Saben que odio esa mansión.

Draco entonces le recordó que se supone estaban intentándolo:

—Puedes decir que fingías. ¿Sabes, Potter? Parte de intentar, aunque no lo creas, es ceder. Y no seas hipocrita, no te disgustan todas las fiestas, sólo las que me involucran a mi.

Potter detuvo sus pasos y elevó los brazos, Draco anticipó la queja y respiró hondo, deteniéndose también.

—¡Oh! —, pensó Draco, allí viene—. Acabo de tener una revelación, Malfoy. Ahora entiendo por qué no salvamos nuestro matrimonio. Seguro yo no cedía nunca, claro, ¿cómo hacerlo cuando intentaba entrenar un equipo en su peor temporada y así poder mantener mi trabajo? —Trabajo, claro. Como si le hiciera falta trabajar. ¡Carajo!—. Y te recuerdo que todas las fiestas te involucraron a ti. Todas las hacía tu familia, o los amigos de tu familia.

Draco se arrepintió de haber venido hasta aquí. Estaba lejos de casa, en un lugar que claramente no era su ambiente. De pronto, sólo quiso poder irse porque ahí estaba, envuelto en el mismo maldito problema de siempre: la culpa siempre era suya y nunca de Potter. Estaba por gritarle, dar la vuelta e irse cuando vio a Ginevra aparecer desde el campo de entrenamiento.

Genial.

La mujer se acercaba con una sonrisa de oreja a oreja, mirando a Potter, claro. Su mirada recorrió a Potter arriba abajo. Draco supo lo que miraba, sus prendas, nuevas y relucientes, no aquellas que se empeñaba en seguir usando hasta que desaparecieran de lo gastadas que estaban.

—Llegaste, Harry. Recibí un Patronus de Lily —miró de reojo a Draco—. Felicidades, supongo.

¿Supongo?

Draco miró en dirección a Potter. Mentirle a sus hijos era una cosa... pero...

—Ginny —Potter desapareció la distancia con la mujer. Bien, estaba claro que le diría la verdad, eso pensó Draco, hasta que de repente, Potter retrocedió tres pasos y rodeó su cintura con un brazo y le dedicó una sonrisa radiante—. Sí. Gracias —Potter volvió su vista a Ginevra—. Lamento no haberlo anunciado antes, queríamos ser precavidos, pero nuestro secreto ha salido a luz. ¿No es así, cariño? —volvió a mirarlo a él.

¿Cariño? Estaba por lanzar un Mocomurcielago cuando Potter acercó su rostro, arrastró hacia arriba la mano en su espalda hasta hundir los dedos en su cabello y lo besó.

Divorciados [Harco]Where stories live. Discover now