Capítulo 35

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(Hola, asegúrate de haber leído el capítulo anterior).

Capítulo 35

Aurora Flecher

—¿Dónde está Alexander? — me bajé del mueble.

No esperé la repuesta y me fui corriendo hacia la habitación del padre de mi hijo, y casi muero cuando vi el reloj que estaba en una de las paredes.

¿Qué sucedió?

Solo quedaba una hora.

Con el cansancio avasallando mis extremidades, el miedo apoderándose de nuevos espacios en mi corazón, y la confusión atacando a mi cerebro, volteé la cabeza hacia la izquierda, pudiendo ver un cuerpo con piel pálida.

Animé a mis pies a caminar y a acercarse a la camilla, en lo que evocaba lo que había leído hace unas horas.

«El paciente presenta signos de envenenamiento, como fiebre, escalofríos, dolor abdominal, confusión, dificultad para respirar, y labios azulados, a causa de una sustancia no reconocida en su totalidad, llamada Lynmar»

Fruncí el ceño al ver que Alexander ya no presentaba los labios azulados, eso provocó que mi corazón diera un pequeño salto.

Tal vez él no...

—No debemos estar aquí — Dimitri ingresó a la habitación.

—¿Qué fue lo que ocurrió? — le pregunté sin mirar su rostro.

—El helicóptero tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia; una falla se presentó — explicó — Te vi muy cansada, y la verdad no quise despertarte— cerré los ojos.

Llevé mi mano al rostro pálido que tenía en frente y nuevamente, fruncí el ceño.

Algo no está bien...

No sé por qué siento que todavía hay más.

Porque hay más...

—Estas paredes han visto ir y venir los mejores especialistas en el tema, y me jode que ninguno de ellos ha sabido que decir con respecto a la basura que está entre sus venas — suspiré queriendo que todo sea un sueño, un muy mal sueño — Logramos traer a Mei cheg, una de las mejores, y ni siquiera ella... — Dimitri no logró terminar, el nudo en su garganta no lo dejó.

Me gustaría que existiese esa palabra que lo calmara, para así yo también decírsela a mi corazón. Quiero decir alguna cosa para levantar su ánimo, pero tal vez lo mejor es que se desahogue.

Dejo que Dimitri salga de la habitación, y yo solo me quedo en silencio con el corazón más lastimado que antes. Intento pensar en qué le diré a mi hijo, sin embargo, mi mente se rehúsa a hacerlo.

— No me gusta la champaña — junté las cejas cuando escuché hablar a Alexander— No es para personas como yo — uní mis labios buscando no llorar.

Estaba desvariando.

Él siguió hablando, y yo escuchando, él no lo sabía, pero yo estaba ahí escuchándolo.

—Acabarás ebria con la cantidad de cócteles que has digerido — susurró dejándome completamente paralizada.

¿Qué acaba de decir?

—Creo que eso no debe importarle — respondí con lo que le dije aquella noche.

Agarré su mano y mis latidos se aceleraron cuando sentí el caliente de las mismas.

Sus manos están calientes.

No tiene los labios azulados.

Desapareció el sarpullido.

La Sombra del Magnate © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora