Capítulo 16

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Capítulo 16

Aurora Flecher

El silencio era abrumador.

No escuchaba absolutamente nada, cosas como el cantar de los pájaros, el sonido martirizante de los mosquitos, los pasos o la voz de alguien, eran cosas que no escuchaba y eso, y solo eso, me hacía sentir como si fuera el único ser con vida en la faz de la tierra.

Aquel hombre se había ido, o al menos es lo que creo yo.

Tal cosa por un lado me hacía sentir bien y no tan nerviosa, pero, por otro lado, me sentía ansiosa e insegura.

¿Quién sabe si me está esperando afuera? ¿O si me ha tendido una trampa y espera tranquilamente que yo caiga en ella?

Puse mis manos en la puerta de madera del viejo y sucio armario, cerré los ojos, respiré profundo y cuando me sentí capaz, empujé un poco la puerta.

Saqué la cabeza y con los ojos estudié el lugar y liberé un largo suspiro.

Del armario salí despacio y aún con el miedo de ser atrapada caminé hacia la salida de la casa.

El miedo hizo acto de presencia como si fuera una serpiente que se fue arrastrando hasta llegar a mí y descansó cuando cumplió su cometido, enredarme.

El hormigueo no tardó en hacer acto de presencia, esa horrible sensación. Llené mis pulmones de aire cuando sentí que las piernas me comenzaron a fallar, mis latidos aumentaban su ritmo.

Me puse contra la pared e intenté respirar hondo.

Avancé hacia la puerta y tragué al darme cuenta de que afuera no había nadie.

Giré la cabeza de izquierda a derecha buscando lo que no quería encontrar.

No había nada. Solo estaba yo, el viento y las grandes copas de los árboles.

Ansiaba sentir el calor que brindaba una buena manta, ver el suave y pequeño humo que salía de la taza de café en las mañanas, observar los rayos del sol a través del ventanal de mi cuarto o de mi balcón. Quería sentir los fuertes brazos de alguien en mi espalda, quería muchas cosas, pero al final, sentía mucho y no tenía nada.

Necesitaba ver la figura de alguien que viniera a ayudarme, pero a lo lejos solo veía nubes grises y oscuras, quienes anunciaban las grandes y espesas gotas que con ellas traerían un diluvio.

Comencé a caminar sin rumbo, de vez en cuando miraba a todos lados, temía encontrarme con esos hombres.

Mientras caminaba, miraba mi ropa, la cual se encontraba sucia, rascada y en lagunas partes, rota.

El estómago me reclamaba, gruñía, dolía, molestaba.

Alexander Walton

Empujé la puerta en mal estado e hice una mueca ante el desagradable olor que percibí al entrar al lugar. Miré todo a mi alrededor y alcé una ceja.

Nada está como en años anteriores. Es peor, es horrible y asqueroso.

¿Cómo es posible que un lugar donde supuestamente se venden alimentos se encuentre en este maldito estado?

Puse los ojos en la señora que atiende el lugar, supongo.

Junté las cejas e hice otra mueca cuando vi su ropa, sucia y rasgada. Elevé la vista y cerré los ojos por un segundo, su pelo se encontraba alborotado.

¿Hay un nido ahí o qué? - pensé.

Puse mi mano derecha en uno de los bolsillos y de ahí saqué mi cartera negra. Frunzo el ceño cuando me pongo a buscar lo que guardé en ella hace varios meses, busco y busco hasta que encuentro lo que quiero.

La Sombra del Magnate © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora