Capítulo 10

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Capítulo 10

Alexander Walton

— Adiós mi amor — le dice Aurora a nuestro hijo.

— Adiós mami — Aleph le responde a su madre.

Pongo al niño de ojos azules en el piso, entrelazo nuestras manos y con la mano libre sostengo su equipaje. Doy un par de pasos al frente, pero al sentir que mi hijo no está caminando, miro hacia atrás y me encuentro con la mirada helada.

—¿Qué sucede? — pregunté.

—¿No se van a despedir? — inquirió.

Mi ceño se frunció, mi boca se entreabrió, mi respiración por un segundo se cortó, y justo ahí fue cuando levanté la mirada para encontrarme con unos ojos marrones, con sus ojos marrones.

—Adiós — dije.

—Adiós — dijo.

Las palabras salidas de nuestras bocas fueron un total deja vù para mí.

—¿Ah? — miré a Aleph y en su cara solo se reflejaba la confusión.

—¿Qué pasa, mi amor? — preguntó Aurora.

—Los padres de Arno se besan ¿por qué ustedes no? — la centésima pregunta del cuestionario de Aleph había encontrado la luz.

—Debo presentarte a alguien Aleph — dije buscando que él olvidara lo que acabó de decir.

—¿A quién? — preguntó.

—Vamos — sonrío — nos espera abajo.

Logre que caminara junto a mí, atravesamos el pasillo y nos detuvimos en la puerta del elevador.

—¿Cómo se llama?

—¿Quién? — fruncí el ceño.

Alguien parece no querer callar.

«No es que no quiera, es que lo lleva en la sangre»

—La persona que nos espera — contesta.

—Olivia — le sonrío a mi hijo.

Finalmente, el elevador se abre y de él, sale un chico de unos veinte años tal vez. El chico cuyo nombre no sabía ni me interesaba saber, se encontraba grandemente emocionado, ¿por qué? Ni idea.

— Gute Nacht Mr. ¿Können wir ein Foto machen? — el chico pregunta en mi idioma natal.

Buenas noches, Señor. ¿Nos podemos tomar una foto?

Respiro hondo y respondo — Nö

Mi hijo y yo entramos al elevador, estando ahí las puertas se cierran y lo último que veo es el rostro confuso del chico.

Pobre diablo — pienso.

Después de unos minutos nos encontrábamos fuera del edificio.

Como había dejado el vehículo cerca de la entrada no tuvimos que caminar mucho.

—¿Me compras un helado? — miré al pequeño.

Rio — A tu madre no le agradará — veo su rostro entristecer — pero será nuestro secreto ¿verdad?

—Nuestro secreto — escucho su voz y vuelvo a reír.

Unos cuantos pasos más y el vehículo se muestra ante nosotros.

Me acerco a la cajuela, ahí dejo la pequeña maleta negra de Aleph y al terminar cierro.

—¿Recuerdas que te dije que te iba a presentar a alguien? — le pregunto a mi hijo.

La Sombra del Magnate © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora