Capítulo 25

5.3K 269 47
                                    

1 actualización de 2

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

1 actualización de 2

Capítulo 25

Aurora Flecher

Respiro hondo y hago uso de todas mis fuerzas y vuelvo a mi lugar cuando unos ojos de color verde llegan a mi mente. Carraspeo y sigo mirando las fotos, haciendo como que nada ha sucedido.

Siento la pesada y poderosa mirada de Alexander en mí, y eso causa que mis ojos vuelen hasta su rostro, frunzo el ceño y suelto el aire que tenía apresado.

—¿Qué es lo qué quieres? — fui directa.

Sus ojos me gritaban aquello que se mantenía atrapado tras sus rojos y suaves labios.

De los más profundo de mi garganta brotó una irónica risa.

El ser humano es experto en hacer doctorados para recuperar cosas que ya ha tenido en las palmas de sus manos, sabiendo que lo ha perdido por la terquedad y necedad que habita en lo más profundo de su ser.

Me dedico a mirar la vegetación que se hace notar a través del cristal del vehículo, mientras escucho el pequeño suspiro de Alexander.

Me concentro en pensar en mi hijo y en Harris, teniendo en cuenta las distintas cosas que haré tan pronto llegue a casa.

Las horas transcurrían tan despacio que resultaba doloroso y aunque hacíamos diferentes paradas para comer, hacer nuestras necesidades y estirarnos, eso no le hacía bien a mi gran desesperación por ver a Aleph.

El ambiente dentro del vehículo no era para nada hostil, pero tampoco podía decirse que era agradable, simplemente era ese punto intermedio entre lo dulce y lo salado.

No faltaron las miradas y silencios incomodos, los carraspeos y esa escalofriante sensación de tener una mirada sumamente fuerte y molesta encima de ti.

La oscuridad de la noche nos alcanzó, las estrellas brillaron como nunca en un cielo azabache, el viento aprovechó e hizo balancear las hojas de cada árbol que en su camino encontró.

Una hora cercana a la madrugada la camioneta se detuvo, haciendo que mi corazón empezara a latir rápidamente. Abrí la puerta e ignoré el llamado de Alexander. Me sentía tan feliz, pero este sentimiento fue interrumpido cuando ante mi figuró una gran mansión pintada con gris claro y blanco.

Aprieto las cejas y miro a Alexander, quien salió detrás de mí.

—¿A dónde me trajiste? — inquirí tranquilamente.

—A una de mis propiedades — respondió sereno— dentro está nuestro hijo — miró la casa.

Corrí hacia la casa y tan rápido como entré, quedando estática al ver lo que mis ojos me presentaban.

Estaban todos aquí; mis padres, mis amigas, Harris y mi hijo.

Limpié las lágrimas que recorrían mis mejillas y con los brazos abiertos recibí a mi pequeño y bello hijo.

La Sombra del Magnate © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora