Capítulo 23

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Capítulo 23

Alexander Walton

Aurora me miraba como si fuese el ser más maldito de esta tierra. Ahí acostada en ese viejo mueble, en silencio, con los ojos un tanto cristalizados, la nariz y labios rojos y con el dolor de su pierna acompañándola, ella preparaba mi juicio y no era difícil saberlo, sus ojos reflejaban la amargura, el dolor, y las más temible de todas: la traición.

Por alguna extraña razón sentía que le había vuelto a fallar, pero muy en el fondo se manifestaba la viva certeza de que no era merecedor de tal sensación, no esta vez.

Nuestras miradas colisionan, haciendo que de mis labios quieran salir las palabras que no me atrevo a soltar, no por cobardía, sino que temo decir algo que complique mucho más las cosas, algo que agregue el elemento faltante para que todo entre nosotros termine por explotar.

Miro la pierna herida a la que le cambie el vendaje hace un par de minutos, tomo una bocanada de aire y luego, miro a la de ojos marrones, abro la boca y me quedo a medio camino.

-No digas nada, por favor- su voz salió entrecortada.

-Debemos conversar.

-¿Para qué me mientas? - alzó sus cejas - Déjame sola - dijo.

-Así no encontraremos las respuestas a todas estas preguntas - susurré

-¿Encontraremos? - arrugó la frente- ¡Deja de fingir! - gritó - ¿A caso crees qué soy una idiota y qué no me iba a dar cuenta de las cosas? - apreté la mandíbula - Te habías tardado, estos años fueron una clase de sala de espera, ¿no? -cerré los ojos por un momento - ¿Te costó mucho planear todo esto? - ella rio en medio del cansancio -¿Qué estoy diciendo? - preguntó - ¿Qué te va a costar? Si esto para ti es un juego.

-Por favor - dije.

-¿Dónde estuvo Evans todos estos años? - inquirió nuevamente.

-Aurora, te he dicho todo lo sé - confesé.

La decepción se filtraba a través de sus ojos.

Caminé hacia la puerta de la casa y salí.

Podía sentir las gotas de agua caer en mi cabeza, pero eso no era importante. La necesidad de buscar aire y un poco de tranquilidad era lo principal en este momento.

Las teorías empiezan a llegar, pero, así como llegan, las despejo.

En cuestión de minutos me alejo de la casa de madera y ante ello me muestro indiferente.

Ella estará bien - pienso.

Hay tantos recuerdos guardados en estos árboles, estos caminos, tantas voces perdidas en el mismo viento que sopla y lleva de un lado a otro mi pelo.

Entro las manos en los bolsillos de mi pantalón y sonrío vagamente ante un pequeño recuerdo.

-Mami, ¿Qué haces? - pregunto poniendo las manos en la hoja con líneas en la que escribía mi madre hace unos segundos.

-Algo paso por mi mente y decidí escribirlo. ¿Quieres leer? - inquirió ella con un lápiz en la mano.

-¡Sí! - afirmé tomando el papel que tenía escritos.

"Verdaderamente confío en lo que digo y escribo, pero creo que no soy lo suficientemente valiente como para poner en práctica todo aquello que mis dedos acompañados de la pluma y el papel saben citar."

Después de leer miré a mi madre, pestañeé varias veces y luego, puse el papel donde lo encontré.

Solía gustarme leer las cosas que escribía mi mama, sentía que eso me ayudaba a entenderla, a estar más cerca de ella, pero la verdad nunca llegué a entender una parte de ella, por más que leía o intentaba interesarme en sus cosas, no entendí completamente.

La Sombra del Magnate © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora