IV

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La única luz de la habitación parpadeaba de forma irregular, sus ojos le dolían cuando se encendía de repente. Y, claro, con un ojo hinchado y que apenas podía abrir, combinado con el sueño de estar varios días sin descansar los destellos de luz no le hacían más que daño y pensar en lo bien que sonaba solo perder la conciencia.

¿Sigues sin bajar la guardIa? –Preguntó la voz a una buena distancia de él, en la otra esquina de la habitación.– Ya no te vamos a hacer daño, Roier.

Siempre lo hacen, incluso si prometen que no. –Apenas balbuceo el castaño, con la garganta seca y adolorida por los golpes, que no era capaz de recordar cuando o hace cuánto habían sido.

Oh, Roier... –Comentó otra voz, alertando sus sentidos nuevamente y obligándolo a girar su rostro para ver la silueta que se le acercaba a pasos lentos.– Sabes que no se lastiman a los obedientes, ya nos lo habían enseñado... ¿Por qué ser desobediente con aquellos que te permitieron vivir?

Yo no pedí ser parte de todo esto –Escupió enojado, con un gruñido desde lo más profundo de su garganta, su espalda ardía y sentía sus dientes afilados más conscientemente.– No pedí ser un maldito experimento, Jaiden.

Eso no justifica que hayas ayudado al hombre de ojos extraños. –Respondió la chica de cabellos oscuros con un degradado hacia el color celeste desde la mitad del cabello hasta las puntas, una sonrisa amablemente extraña decoraba su rostro pálido.– La federación es tu familia, Roier. Lo quieras o no, ese hombre no podrá ayudarte aquí.

《 — ••• — 》

Apenas había logrado dormir esa noche, los nervios sobrepasaban el sueño y cualquier otra emoción. Incluso apenas había logrado desayunar y Rubius fue quien se encargó de que lo hiciera.

–No puedo creer que vaya a conocerlo. –Suspiró con una sonrisa el azabache mientras se dejaba caer hasta recostarse en el sofá de la sala. Aún tenía unas horas antes de comenzar a alistarse, pero su estómago estaba revuelto y cualquier acción hacía volver los nervios.

–Y no puedo creer que me vas a arrastrar contigo a esa firma de libros.

–No seas gruñón, te vas a poner más arrugado.– Rubius bufó al oírlo, el mayor era profesional en rezongar. –Además no te arrastro conmigo, tú quieres ver que no vaya a morirme de la emoción o algo así y dejen tirado mi cadáver en la librería.

–Es mi deber como hermano mayor. –Se defendió el castaño.– Además, cerca de ese lugar está la cafetería donde trabaja Willy y me apetece tomar un café.

–Solo no aparezcas de nada y me avergüences o de verdad tendrás que traerme a rastras de lo muerto que estaré por eso.

–Bien, no haré nada frente a tu "amado autor de libros sin parejas gays que amas escribir por él" –Una almohada se estampó en la cara del mayor para callarlo, quien siguió riendo mientras el menor se levantaba y se iba a la habitación a "hacer sus cosas para que su tonto hermano mayor dejara de molestar".

Rubius lo siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró. La sonrisa que tenía cambió a una mueca, estaba preocupado por su buen amigo y no mentía con que lo veía como un hermano menor, no quería verlo decaído si conocer a su autor iba mal. Ver el rostro de Quackity con tristeza en él, le partía el corazón, no quería verlo así de nuevo.

《 — ••• — 》

–Vege, creo que voy a vomitar.

El nombrado resopló agotado mientras miraba al castaño sentado frente a él. Tenía la cabeza gacha, sus pies se movían haciendo un sonido continuo con el suelo, si la vena de su cabeza fuera visible, seguro asustaba a más de una persona. Tuvo que carraspear para que el castaño lo mirara antes de hablar.

El escritor y el fanfiker [LUCKITY]Where stories live. Discover now