VII

449 85 41
                                    

Ya había perdido su voz después de tantos días ahí. Su piel sanaba cada vez que lo torturaban, pero su raciocinio ya no era el mismo.

–¿Recuerdas a Bobby? –Le preguntó el de ojos oscuros mientras sujetaba su cabello con bastante fuerza para que levantará su rostro y lo viera.– ¿Recuerdas cómo fallaste por querer proteger a ese prototipo?

–Murió… Es mejor que lo esté. –Contestó con apenas un hilo de voz mientras sonreía, sentía el líquido caliente caer por su nariz y rozar su boca, dejando el sabor metálico de paso.– Mejor muerto que hubiera sido como tú. –Escupió.

Ese hombre va a morir y también Nussa. –Roier sintió una punzada en el pecho al oirlo, un quejido grave y rasposo escapó de su garganta, un gruñido que hacía mucho no dejaba salir. Fingir ya no era tan fácil.

–¿Por qué hacen todo esto? –Fue lo más coherente que había logrado preguntar los últimos días, estaba entrando en un estado de aceptación. Nadie iba a ir por él.– ¿Qué es lo que quieren de mí y de ellos?

Eliminar los errores, Roier. La federación no puede dejar que un par de errores arruinen su próspero crecimiento y poder. –Dijo el azabache, con una mirada dura. Aunque su agarre se soltó levemente del cabello del castaño.– Pudimos haber sido más estando juntos, idiota. ¿Porque oponerte a quienes te crearon?, ¡Éramos poderosos y perfectos juntos!

No era algo real, Quackity. Nunca sentimos algo real entre nosotros… Pero sí lo sentí allá afuera, con ese hombre que quieren matar. Deje de ser un cascarón vacío y comencé a sentir, a ser mi propio dueño. –Su voz se quebró cuando vio el dolor en los ojos oscuros de en frente.– Tú también podrías ser libre, irte conmigo lejos de todo esto… Eres mi mejor amigo aun si has sido quien tuvo que lastimarme. Vámonos de aquí, Quackity. Huye conmigo.

La respiración del azabache era pesada y no le quitaba la mirada de encima. Roier apenas podía mantener los ojos abiertos y no quejarse por el dolor en cada rincón de su cuerpo. En ese rostro hinchado y destrozado, Quackity pudo volver a ver a quien siempre estuvo ahí con él, el chico que siempre lo hacía reír mientras crecían. Y dudo de lo que tenía que hacer.

Eso lo aterro.

Volvió a apretar el agarre y golpeó al castaño en el punto exacto para que perdiera el conocimiento.

No podía dudar… Era ridículo que pudieran ser dueños de su propio cuerpo y cabeza, porque ellos habían sido creados con un solo propósito: "Cuidar a la federación".

No había nada más para ellos allá afuera como decía Roier… ¿O si?

Una vez en el pasillo, se sintió abandonado por cualquier fuerza que pudiera haber en su cuerpo. Se quedó ahí, apoyado en la pared, apenas oyendo sus latidos y los quejidos de quien estaba en la habitación, sumido en la oscuridad que siempre lo había rodeado.

《 — ••• — 》

Quackity sonreía a la pantalla donde cada vez aparecían más y más comentarios en su fanfic. Gracias a las muchas recomendaciones en redes sociales, el fandom que lo leía era cada vez más grande y sentirse reconocido de esa manera lo tenía más que feliz.

Aunque eso no era la razón por completo. Así que cuando sonó la campanita que avisaba un mensaje en su teléfono, la sonrisa que tenía no hizo más que crecer.

"Hola, Quacks."

Saludaba Luzu, respondiendo al mensaje que le había dejado horas antes. Un simple "Hola, soy Quackity, el chico con el que fuiste a la cafetería." Releyó el mensaje un par de veces gustandole cada vez más el apodo que le había dado. Escribió y borró varias veces el mensaje de respuesta, hasta que se rindió y envió lo primero que pensó.

El escritor y el fanfiker [LUCKITY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora