Capítulo 33.5.

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Perdón por la tardanza~, la universidad no quiere que yo sea feliz (⁠。⁠•́⁠︿⁠•̀⁠。⁠)

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— Huevos, huevos~.

Era divertido ver a María McDonald, con su corderito, cargando unas cajas de huevos, las cuales iban a vender.

—...—Aylin entonces le dio una mirada perezosa a las gallinas, quienes hicieron un "coco", esperando que les diera de su sándwich— ¿Desde cuándo ponen tantos huevos? —Les preguntó, sabiendo que no les iban a responder. María estaba cargando ocho bandejas, sola, pese a que hace unos días habían sacado más bandejas. ‹Si hiciera eso, me caería de cara›.

— Cococo...

No parecían saber tampoco, pero lo que sabía es que los pollitos ya estaban grandes y les estaban saliendo plumitas en la cola.

‹Están esponjosos›. Sonrió, viendo a uno de los pavitos presumir las plumas de la cola.

Los pollitos eran esponjosos, el detalle es que sus mamás daban miedo y no podía tocarlos.

‹La vida es tan cruel...›.

Tan cerca de la esponjosidad de un pollito, y tan lejos a la vez...

— Aylin, ¿Quieres acompañarnos? —le preguntó Patrick desde la camioneta.

Le dio una última mordida a su sándwich— Depende, ¿Tienes licencia?

— Me ofendes —le mostró su licencia, la cual estaba en la guantera del auto.

‹Cierto que en Estados Unidos puedes sacar licencia a los 16...›. Pensó vagamente, levantándose para ir a acompañarlos a vender los huevos. Ver a las gallinas era divertido, pero eran las vacaciones de invierno y estaba aburrida. ‹ ¿Cuándo son las clases...? ›. Se preguntó por un momento, notando que el corderito de María los miró con desolación desde la cerca, parecía decir "llévenme con ustedes".

— María tiene un corderito, un corderito, un corderito. María tiene un corderito y blanco es su color. Allá donde María va, su corderito va detrás.

‹Qué letra tan precisa›. Ocultó su sonrisa con su mano, escuchando a esos dos hermanos cantar "María tiene un corderito" de camino a la tienda, siendo que María, de hecho, tenía un corderito que la seguía como una cola.

Los McDonald eran una familia... curiosa, pero eran divertidos y era cómodo estar con ellos, incluso sabiendo que la madre, Irina, era una bruja, una que de alguna forma logró quitarle esa maldición que le tiró su abuela a su madre.

‹Me gusta aquí›.

No tenía que preocuparse de que Amber hiciera algo tonto, digno de una protagonista, ni preocuparse de que le fuera a pasar algo por vivir con ella. Ahora, seguramente, ella estaba pasando el rato con William, intentando hacerles sentir a los lectores que podía quedarse con él, pero era obvio que eso no iba a pasar, no cuando existía Matthew, el chico malo.

"Me enamoré del bad boy", así se llamaba el libro. Era obvio con quién se iba a quedar, y ese alguien no era Will.

— Oh, ¡Hola!

Al escuchar eso, mientras Patrick y María negociaban con el dueño de la tienda para vender los huevos, Aylin se dio la vuelta, encontrándose con la señora que veía cuando iba a la escuela.

— Hace tiempo no te veía —le sonrió la mujer mayor, de unos cincuenta o sesenta años, de piel blanca ya arrugada y el cabello con unas cuantas canas—. ¿Cómo has estado?

Estoy a favor de la villanaWhere stories live. Discover now