Que comience la fiesta

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Dean

Dejé que mi cuerpo se moviera con total libertad en la pista de baile, podía sentir como mi pelirrojo prometido agarraba mis caderas y me susurraba cosas al oído. Me sentía un poco mareado y extremadamente sudado, me incomodaba sentir mi cabello todo húmedo pegado de mi frente y del cuello, aun así me dejé llevar y levanté los brazos mientras bailaba. Todo estaba a oscuras, la única iluminación provenía de los rayos de luces color neón que se movían por todo el lugar. Todos tenían máscaras puestas que cubrían la mitad de sus rostros, lo que le daba un aire místico y algo seductor a la fiesta. Observé fascinado cómo comenzaban a caer del techo pequeños trozos de confeti fluorescente.

La emoción no me duró más de diez segundos porque pronto el mareo que sentía se intensificó y mi vista se tornó un poco borrosa. Las gruesas gotas de sudor que recorrían toda mi espalda se volvieron insoportables y todo esto que sentía me comenzó a parecer algo más que un efecto secundario del alcohol.

—¡Iré por un poco de agua! —le grité a David alzando la voz por encima de la música, todo lo que vi fue un borroso pulgar que levantó.

Mientras me quitaba la sofocante máscara negra que cubría mis ojos caminé hacia la barra que estaba en una esquina, pude ubicarla porque el counter era de un color ámbar brillante haciendo que resaltara en la oscuridad. Me encontraba en la mansión de los Sokolov, más conocida por ser la antigua mansión Brown. Si hace unos años me hubiesen dicho que estaría en la boda del hombre al que le entregue ciegamente mi virginidad y todo mi amor a los 16 años, el cual me doblaba la edad y que fue primer ministro en aquel entonces, sin duda me hubiese reído mucho.

—¿Quieres un martini? —negué lentamente al escuchar la pregunta del barman, podía ver sus ojos marrones observándome con algo de preocupación a través de la máscara. —¿Qué tomaste? —su voz sonó lejos a pesar de que estaba muy cerca de mí.

—Solo tomé vino y un cóctel —dije sin entender por qué me sentía tan mareado. Si no estuviese en esta casa, creería que alguien le puso algo a mi bebida. Pero me encontraba entre amigos y gente de confian...

Dejé aquel pensamiento inconcluso vagar por el aire al recordar que aquí había alguien que era cualquier cosa menos confiable.

Vladimir Sokolov.

—Gracias —murmuré cuando vi delante de mí un vaso de agua con hielo. Me la tomé de una sentada y estuve unos cuantos segundos con la mirada fija en el hielo tratando de estabilizar mi cabeza, pero aquello fue en vano, las cosas seguían dando vueltas y la fuerte música que retumbaba en mis oídos me hacía sentir mil veces peor. Sentía que me estaban martilleando la cabeza.

Me giré ignorando las palabras ininteligibles del barman y traté de localizar a mi mejor amigo pero fue imposible. Las máscaras, la oscuridad y el hecho de estar viendo doble no me dejaban identificar a nadie. Mi cuerpo se sentía frío pero aun así estaba bañado en sudor. Esto no era normal. Me he emborrachado miles de veces y nunca me había sentido tan terrible como ahora.

—Dos shots de vodka —miré a mi lado al lograr escuchar la voz de una mujer con un fuerte acento ruso. Noté que era la acompañante de Vladimir, la cual me había estado mirando mal toda la noche. Fruncí el ceño al verla quitarse la máscara roja que llevaba, sus ojos verdes con un aspecto un tanto gatuno me observaron con detenimiento.

—Una rusa pidiendo vodka, qué poco original —solté dejándome llevar por una especie de arranque interno que no comprendí, la mujer me sonrió.

—Un inglés drogado, qué patético —respondió fríamente antes de tomar los shots y dedicarme una última mirada burlona. Ouch. Aquello me había ofendido un poco a pesar de que no tenía ni idea de cómo llegué a este estado.

Russian || MD 2Where stories live. Discover now