Celebremos

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Dean

Un tenso silencio se apoderó de la habitación mientras Vladimir esperaba mi respuesta a su inesperada pregunta. Yo estaba demasiado sorprendido e incluso algo atemorizado para articular palabra alguna. Definitivamente, debía mentir. No podía decirle que sí, que estaba profundamente enamorado de él, faltando así a su absurda cláusula que no fue impedimento para que mis sentimientos por él crecieran.

Mi cabeza latía con intensidad, y mis manos temblaban ligeramente a causa de la ansiedad. Mis ojos no se habían apartado de los suyos; temía que si desviaba la mirada, él interpretaría eso como una muestra de nerviosismo y, por ende, una confirmación a su pregunta. ¿Por qué me tuvo que preguntar eso ahora? ¿Acaso pensaba cancelar todos los planes de la boda si le decía la verdad? ¿Y si esta era su venganza? Sin duda, yo sería el hazmerreír de todo el mundo si cancelaba la boda a estas alturas. Nadie me tomaría en serio, y definitivamente todos creerían que yo era el problema en todas mis relaciones; los medios me comerían vivo.

Mi mente se quedó en blanco cuando, de repente, se comenzó a reír. No dije nada mientras su risa llenaba la habitación, interrumpiendo el incómodo silencio. Permanecí inmóvil, sin siquiera pestañear, observándolo detenidamente sin tener claro qué esperar de su reacción.

—Estoy jugando, relájate. Está claro que todavía me odias —soltó con algo de burla, permitiéndome respirar otra vez. Aunque solté una risa nerviosa, mis ojos se clavaron en el piso, intentando procesar sus palabras. ¿Realmente fue solo una broma? Levanté la mirada hacia él y me quedé helado al notar todo el sarcasmo escrito en su expresión; apenas podía contener una sonrisa burlesca.

En ese instante, la verdad relució ante mis ojos, y comprendí cuán equivocado había estado. Todos tenían razón, él está plenamente consciente de mis sentimientos. Entonces, ¿por qué fingía no saberlo? ¿Es porque sus socios ya me conocen, o se debe a la indecente propuesta que me hizo hace unas horas?

Me asaltó la sospecha de que tal vez estaba esperando a que cayera en sus brazos antes de echarme en cara que incumplí la cláusula. Esto es solo parte del juego de manipulación que quería tener conmigo.

—Qué bueno que lo sabes —respondí fríamente, siguiéndole la corriente. Le enseñaría que dos pueden jugar el mismo juego. Pretendería continuar haciéndome el indiferente y le seguiría la mentira hasta que esos doce millones de dólares estuviesen seguros en mi cuenta. Incluso si él decidía cambiar de opinión y me encaraba por mis sentimientos, negaría por completo que lo amo. Me mantuve sereno mientras él me sonrió levemente, consciente de que los dos jugaríamos a ser hipócritas, ignorando completamente lo que estaba sucediendo aquí.

—Me voy a dar un baño, ¿vienes? —rodé los ojos cuando hizo esa pregunta mientras caminaba hacia el baño y levantaba su mano que había comenzado a sangrar nuevamente. Una risa escapó de mis labios cuando asomó la cabeza por la puerta al darse cuenta de que no lo seguía.

—Dime cómo te hiciste eso y lo consideraré —respondí, dejándolo bastante sorprendido. Sabía que no me diría la verdad, por eso me arriesgué de tal forma.

—Estaba en un bar con unos amigos. Un tipo intentó sobrepasarse con la esposa de uno de ellos, discutimos un poco, las cosas se calentaron, me tiró una botella y hubo una pequeña pelea... —explicó con calma, avanzando hacia mí con una mirada que se volvía más sombría con cada paso. Contuve el aliento, mi corazón latía acelerado. Para mi sorpresa, sus ojos mostraban honestidad. Maldición. —Ahora, Hadriel... vamos a bañarnos... —susurró, llegando a mí con los ojos encendidos en deseo y enterrando una mano entre mis rizos.

—Dije que lo consideraría, no que aceptaría... —murmuré sintiendo el calor recorrer mi cuerpo. Vladimir arqueó una ceja y justo cuando se disponía a besarme, me alejé ágilmente y corrí hacia la puerta. —Dylan me está esperando, así que ese baño será en otro momento —añadí con una sonrisa divertida, pero él lucía completamente serio e incluso algo molesto. Le sonreí aún más y salí de la habitación. Me recosté de la puerta en cuanto la cerré y me llevé una mano al pecho, mientras nos imaginaba en aquel baño, desnudos. ¿Cuánto más podré resistirme a la tentación? Pero, sobre todo, ¿cuánta paciencia le quedaba a Vladimir?

Russian || MD 2Where stories live. Discover now