Lealtad

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Dean

Esta era la primera vez que sentía tanto rechazo hacia alguien con el simple hecho de verlo. Yakov Sokolov no me agradaba. Ni siquiera había pronunciado palabra alguna y ya todo mi cuerpo había reaccionado envolviéndome en un intenso sentimiento de incomodidad y aversión hacia él. Cuando se levantó, noté que era quizás un poco más alto que Viktor, pero a diferencia del pelinegro, su cuerpo era algo fornido y musculoso. Su cabello, largo y liso, de un castaño oscuro, le llegaba hasta los hombros, y sus ojos, que eran de un profundo negro, destilaban una perversidad y una curiosidad que me recorrió de arriba abajo, generándome una ligera sensación de repugnancia.

Como todo buen Sokolov, era un hombre notablemente atractivo. Los genes de Valentin y de la que solía ser su esposa no dejaban de impresionarme. Pero, a diferencia de los otros y lo que más destacaba en el rostro de Yakov, era una prominente cicatriz que tenía del lado izquierdo de la frente, cruzando su ceja y casi alcanzando su ojo. Por el color y la forma que tenían esa marca, se notaba que se la habían hecho hace años.

—¡El modelo! —exclamó con encanto acercándose sin borrar la sonrisa que apareció en su rostro desde que me vio. Le eché una rápida mirada a Vladimir, él seguía en la misma posición de antes, solo observándome fijamente en completo silencio. Me relamí los labios y le sonreí levemente al castaño cuando llegó frente a mí. —Yakov, es un placer —murmuró, extendiendo su mano. La estreché con serenidad a pesar de que mi cuerpo me gritaba que me alejara de él lo más pronto posible.

—Dean Mackay —respondí apresurándome en soltar su helada mano, él siguió examinándome de arriba abajo sin molestarse en disimularlo. Sus pupilas muy dilatadas y sus ojos algo enrojecidos evidenciaban que ya estaba bajo los efectos de la cocaína, cuyos restos seguían presentes sobre el escritorio de Vladimir, y en la comisura de la nariz del hombre al que ahora veía. A pesar de mi desagrado, mantuve una sonrisa.

—Lo sé, el novio que Vladimir tenía bastante oculto... —susurró mirándome ahora algo receloso, arqueé una ceja. Parece que la bipolaridad es algo de familia.

—Prometido, en realidad —lo corregí con calma.

Después de mirarme con sorpresa, él dirigió la vista con incredulidad hacia Vladimir, quien respondió con un encogimiento de hombros y una pequeña sonrisa despreocupada. Yakov no pudo ocultar del todo el malestar que le provocó la noticia, lo supe por la forma en que se forzó a sonreírme mientras que su mirada era de fastidio.

—Felicidades... —murmuró con hipocresía sin dejar de observarme, le sonreí a pesar de la incomodidad que evidentemente los dos compartíamos.

—Gracias —respondí fingiendo tranquilidad, él me escrutó con la mirada.

—Creí que habías dicho que nunca te casarías, que solo los idiotas e ingenuos creerían que estarían juntos por siempre y que a todos les esperaba el divorcio —soltó de repente con extrañeza mientras se giraba nuevamente hacia Vladimir, quien ni siquiera pestañeó. Fruncí un poco el ceño al escuchar aquello. No me sorprendía que Vladimir opinara eso, pero escucharlo en voz alta me hizo sentir un poco decepcionado. Era obvio que para ese hombre, el amor y el compromiso eran conceptos inexistentes.

—Hasta que llegó alguien que me hizo cambiar de parecer... —mis orejas se calentaron cuando el alto ruso finalmente habló, mirándome con tal intensidad, que por un segundo creí que lo había dicho en serio. Sonreí levemente cuando Yakov alternó la vista entre nosotros con una expresión vacía que no dejaba ver qué podría estar cruzando por su cabeza ahora mismo.

—¿Qué se le va a hacer? El amor no se puede evitar —todos miramos a Viktor cuando entró en la oficina diciendo eso con diversión. —¿Ya te vas a dormir, Dean? Quería enseñarte algo en la biblioteca —casi suelto un suspiro de alivio al escucharlo. Sabía que buscaba sacarme de esta tensa e incómoda situación. Se lo agradecí en silencio.

Russian || MD 2Where stories live. Discover now