Rodeados Capítulo XIII

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Asdras estaba recuperado, y podían continuar su viaje. Por el camino Salina hizo un extraño pedido:

—Quiero aprender a usar la espada —dijo ella con decisión.

—Ja, ya lo sabes hacer —se burló Crisanta desde dentro de la caja.

—Cállate —le dijo Asdras sacudiendo el cofre.

Boulus miró a Salina y le pasó su espada. El arma era demasiado para ella y apenas la podía sostener con sus manos.

—¿Pesa, verdad? —preguntó Boulus.

—Necesita algo más adecuado —dijo Asdras y a lo lejos se escuchó como cortaba unas ramas.

El caballero le lanzó un trozo de madera. Salina la atrapó en el aire. Asdras se acercó con un palo también.

—Te puedo enseñar algunas cosas —dijo Asdras.

Salina trató de imitar la pose que hacía Asdras.

—Siempre es importante la postura —decía Asdras mientras arrojaba golpes con su palo—. Pero nunca descuides tus pies.

En eso, Asdras dio un ataque no muy fuerte a una de las piernas de Salina, y cuando ella quiso esquivarlo, el caballero cambió la dirección de su ataque y le dio un golpecito en la frente.

—Y nunca mires tus pies —dijo y volvió a su posición inicial.

Toda aquella mañana Salina estuvo aprendiendo posturas y a cómo defenderse de ataques, acabó adolorida y con algunos moretones en los brazos y piernas. La chica se sentó en el suelo, limpiándose el sudor de la frente.

—¿Por qué este repentino interés en combatir? —preguntó Boulus que los miraba desde la distancia.

—Porque quiero destruir los Coros —contestó ella levantándose—. Y si en algún momento nos separamos, tendré que enfrentarme yo sola a todo. Si es así, al menos quiero saber cómo manejar un arma.

—Un fin noble —dijo Boulus con una sonrisa.

—Otra más —dijo Salina con el palo en su mano.

—Dejará de ser un juego —respondió Asdras tomando su respectiva herramienta con más seriedad.

Desde entonces, en cada descanso que hacían en su viaje, Salina se entrenaba con Asdras, y con Boulus. Aunque los dos tenían estilos totalmente distintos, no solo en combatir, sino que también, en enseñar. Asdras luchaba de manera ofensiva, lanzándose al ataque, dando apenas oportunidad a que Salina se defendiese y no permitía los fallos, aunque contenía mucho su fuerza, decía que el dolor era la mejor manera de aprender a esquivar los golpes. Boulus, en cambio, poseía un extraño abanico de movimientos, en los que incorporaba volteretas y piruetas para esquivar. El falso profeta tenía preferencias por las defensas y los contraataques, obligando a Salina a improvisar ataques y manera de contrarrestar los golpes lanzados por Boulus.

En un momento de descanso, de entrenamiento y viaje, Boulus se acercó a Asdras.

—Parece que está desarrollando buenas habilidades para el combate —le dijo Boulus a Asdras.

—Eso espero, lo que quiere hacer no es fácil —reconoció Asdras—. Tal vez ella pueda destruir esos Coros.

—Ay, pero qué padres tan buenos tiene la chica —dijo Crisanta—. Hasta me siento celosa. Asdras, ¿por qué no devuelves mi cabeza y fingimos a jugar con palos también?

—¿Y si mejor te amordazo? —respondió él con tono molesto.

—Su Santidad, ¿no quiere que le ponga una ramita en la boca y se suma a nuestras prácticas? —le dijo Boulus con una carcajada.

Devuelve mi CabezaWhere stories live. Discover now