El distrito púrpura Capítulo XIX

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Asdras y sus compañeros se movían a través de las callejuelas, pero se perdieron entre el color y las risas.

Todo en aquel lugar era voluptuoso y embriagador, como estar dentro de una copa de vino. De las puertas de los locales se colgaban sedas púrpuras, habían mujeres y hombres vestidos con trajes provocativos. Las distintas personas los llamaban, pidiendo que entren, todo era miradas lascivas y sudores perfumados.

Dieron vueltas en una esquina, para terminar frente a un bar donde jovencitas se rieron al verlos, pues ya habían pasado por ahí.

Una mujer alta, vestida con telas transparentes y una máscara, se acercó a ellos.

-¿Por qué no me acompañan? -dijo con una voz pastosa-. Llevan un rato perdidos, y este sitio, los devorará.

Asdras no podía sentirse más pequeño e indefenso, pese a enfrentarse a rivales fuertes y arriesgar su vida en cada batalla, el distrito púrpura lo estaba engullendo.

-No -dijo este y avanzó.

Boulus y Salina lo siguieron. Anduvieron hacia un callejón, pero pararon, cuando se percataron que, al fondo, dos hombres estaban liados a una mujer. Se escuchaban los gemidos y los golpes secos, acompañados por gruñidos. Salieron de ahí muy rápido, sin decir nada.

-¿Qué vieron? -dijo la mujer de antes con una risita.

-Aléjate de nosotros -respondió Asdras con tono desafiante.

-Me pueden llamar Lila -dijo ella dando grandes zancadas, con sus contorsiones, las sedas y sus pechos bailaban. Asdras no pudo evitar mirarla-. Parecen borreguitos buscando a su dueño, ¿qué quieren? Puedo ayudarlos.

Lila se acercó más rápido de lo que esperaba Asdras y pasó su mano por su brazo.

-¡Un caballero!, muchos amigos míos lo son -dijo la mujer con una sonrisa.

Asdras se retiró, "¿cómo lo supo? -se preguntó Asdras-. ¿Sintió la armadura?". Tenía que actuar con normalidad, se estaba poniendo nervioso, y así no podía mantener la compostura. Volteó hacia Boulus y Salina, su amigo estaba pálido, y la joven tenía los ojos cargados de lágrimas.

-Me llamo Celgo -dijo Asdras con un tono seco-. Queremos salir de aquí.

-¿Y por qué vinieron? -dijo Lila, su voz era un ronroneo-. No parecen ser de la ciudad, por aquí es un poco complicado salir, ¿por qué no vamos a mi local y charlamos con algunas bebidas?

-Asdras, ¿por qué le mientes? -dijo Crisanta desde dentro de la caja, habló fuerte, como para que todos los que estaban cerca escuchen-. Dile que tú cortaste la cabeza a la nueva santa.

El caballero volteó hacia la caja, y lentamente miró a la mujer. Lila, que en ese momento esbozaba una sonrisa, levantó su vista como si estuviera viendo a un criminal. Y retrocedió.

Asdras tomó a sus amigos de la mano y corrió muy fuerte. Lila se quedó en el lugar observándolos.

. . .

Lila volvía a su local, algunas de sus compañeras le ofrecían tragos, pero ellas las esquivó, fue directamente a la oficina del jefe. En ese momento estaba con alguna de las nuevas, escuchó de otras lenguas, que una de ellas era una elegida para ser bendita, así que sería un producto estrella.

Golpeó la puerta.

Una jovencita abrió la puerta. Lila se abrió paso.

-Mi señor, tengo algo que decirle -dijo Lila.

Rumbus, era un Obligador por las mañanas y por las noches regentaba un burdel, como casi todos los miembros de la Iglesia con mucho dinero.

-Estaba en medio de algo... -dijo el hombre con tono molesto-. Dilo rápido y vete.

Devuelve mi CabezaWhere stories live. Discover now