El día de la Ascensión Capítulo XXV

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Llegó por fin la fecha que todos esperaban, la más gran celebración de Conquista, la presentación y el ascenso de la nueva santa

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Llegó por fin la fecha que todos esperaban, la más gran celebración de Conquista, la presentación y el ascenso de la nueva santa. Se colocaron imágenes de Crisanta. Su rostro se veía en todas partes.

Muchos aseguraban que la santa era falsa, que el decapitador huyó con su cabeza y la tenía escondida en algún lugar. Otros, que ese blasfemo y hereje, fue despedazado cuando irrumpió en la plaza, y que sus restos andaban por el Fondo.

Todos contaban diferentes rumores del mismo hecho, y las tensiones y las peleas entre los bandos estallaban por la más mínima provocación.

No acudieron los conventos más importantes, alegando que por la distancia era difícil llegar. Esto sumado a que el evento fue postergado muchas veces.

Boulus y Salina llegaron a la plaza luego del amanecer, parecía que el mundo entero se congregó en aquel lugar. Debían avanzar hasta el escenario central. Sin embargo, había demasiadas personas. No podían dar ni siquiera un paso.

—Cuando aparezca Asdras, será el momento —le dijo Boulus a Salina.

—¿Y si no aparece? —preguntó Salina.

—Lo hará —respondió Boulus sin titubear, tenía los ojos clavados en el frente.

. . .

Las grandes estatuas de la plaza fueron volteadas hacia el gran escenario, para que las imágenes de los antiguos santos también fuera testigos de lo que sucedería. El ascenso de la nueva santa.

Crisanta aguardaba su momento, le colocaron un armazón en los brazos y piernas, para que no se tambaleara al caminar. Por encima una túnica blanca, impoluta, adornada con muchas joyas doradas. Su aureola brillaba. Todo estaba en su sitio.

"Pero, mi cuerpo es un cadáver —se quejó en sus adentros—. Maldito Asdras". Las mujeres encargadas de llevar su velo llegaron.

—Su santidad —dijo una voz detrás de ella.

Era el sumo sacerdote Benictus, la mano del Sacerdocio. Un hombre mayor de aspecto afable. En los días de su recuperación. Crisanta se dedicó a escuchar todos los rumores y chismes, para enterarse de que sucedía en Loria y en la Institución. Al parecer, Benictus, no estaba contento con las decisiones que había tomado Acónito, y planeaba echarlo.

—Sumo sacerdote —dijo Crisanta agachando su cabeza. Notó como las partes rígidas de su cuerpo crujían.

—Oh, mi santa, no se agache ante mí —dijo el hombre arrodillándose ante ella—. Me honra con su presencia, con verla, parece que gozo de vida de nuevo.

"Cállate, viejo". Pensó Crisanta. Había sido maquillada para ocultar la podredumbre que sufría.

—Espero que estos años traigas mucha prosperidad al corazón de los fieles —dijo el hombre antes de alejarse.

Devuelve mi CabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora