Capítulo IV

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5 de agosto de 2023.

Estoy ahora mismo esperando a que Esteban termine de prepararse para salir a cenar algo antes de irnos a la verbena que daría comienzo las fiestas de este año. A la cena vamos a asistir todo el grupo al completo después de un mes sin vernos.

A decir verdad, estoy bastante emocionada de poder ver a todos juntos de nuevo, incluido al francés, que como por arte de magia en cuanto se mete su imagen en mi cabeza aparece por la puerta ya vestido. Vestía una camisa blanca con los dos botones superiores sin abrochar y sus pantalones eran unos vaqueros simples con un color desgastado y un poco anchos, sus zapatillas eran unas adidas forum low blancas. Puede que sea un conjunto bastante simple, pero juro que en él queda mil veces mejor, de hecho, en cuanto lo vi sentí que me quedé sin aire.

—Me gusta cómo te sienta el azul. —. Dijo a la vez que con su mentón señalaba mi vestido.

Era un vestido simple, me llegaba hasta las rodillas, lo conjunté con las mismas Adidas que él y un collar dorado con un colgante de estrella.
El concepto de llevar ese colgante era gracioso ya que hace un par de semanas le regalé a Esteban una pulsera con un colgante de una estrella así que se podría decir que íbamos conjuntados.

—Gracias.

Contesté y agarré su mano para que caminásemos juntos hasta la salida de la casa.

—Tengo ganas de ver a todos otra vez reunidos. —. Dije con una sonrisa tonta en los labios.

El francés se quedó unos segundos viendo cómo sonreía.

—Me gusta verte así de alegre. —. Dijo él con una pequeña sonrisa.

Me quedé sin palabras por lo que dijo y mi sonrisa pasó de alegría a una de emoción. Al no saber que decirle estire de su mano para seguir caminando.

Logramos reunirnos todos antes de la hora prevista para la cena por lo decidimos acercarnos a ver un rato el ambiente que había en la plaza del pueblo. Ahora mismo sobre el escenario estaba un dj poniendo varias canciones, tanto nuevas como viejas. Mi mirada se dirigió a Esteban, no se sabía ninguna canción, pero parecía pasárselo bien junto con los chicos. Álvaro y Javier se reían junto con el francés.

Azul y no me refiero en si al color sino a la canción de J Balvin que comenzó a sonar, era una versión remix. Mi mirada se dirigió a Sol y yo creo que las dos pensamos lo mismo. "Esa canción no quedó en el olvido".

Estaba sentada al lado de Esteban, este agarraba mi mano y con su pulgar acariciaba el dorso de mi mano, él estaba hablando con Javier mientras que yo los escuchaba atenta debido a que Sol estaba teniendo una conversación muy interesante con Álvaro que no quería interrumpir.

—Eres un metijaco. —. Le dijo Esteban a Javier.

El antes mencionado y yo le miramos sorprendidos ya que era una palabra bastante rara.

—¿Dónde has aprendido eso? —. Pregunté, Álvaro asintió dando a entender que él también quería saber.

—Me lo enseñó una de las señoras del pueblo. —Dijo con algo de orgullo.

—¿Y sabes lo que significa? —. Volví a preguntar.

—Claro que lo se. Álvaro no paraba de preguntar sobre nuestra relación y le he dicho lo que realmente es.

Solo pude comenzar a reír en cuanto escuché su respuesta. Álvaro estaba algo avergonzado por lo que apartó la mirada. Justo aparecieron dos camareros con lo que habíamos pedido, un par de hamburguesas y un bocadillo que otro.

Cenamos lo más rápido que pudimos ya que queríamos llegar cuanto antes a la verbena ya que hoy era el inicio de las fiestas e iban a tirar fuegos artificiales. Nada más llegar ya se podía escuchar música y eso era porque el DJ aún no había parado de poner música, había mucha más gente que antes, sobre todo más gente joven que antes.

Mi mirada fue directamente a mi reloj de agujas. Menos de un minuto para que comenzarán a iluminar el cielo los fuegos artificiales. Toqué el hombro de Esteban y señalé el cielo para que estuviese atento.

La gente comenzó a dar una cuenta regresiva como si de año nuevo se tratara y en cuanto todos llegamos al uno un estruendo hizo que el cielo nocturno se llenará de luces de colores. Todos mirábamos hacía arriba con la boca abierta, y no fue hasta que Esteban agarró mi cintura y me atrajo hacía su cuerpo que baje la mirada. Mis ojos estaban solamente puestos en los suyos, todo parecía ajeno incluso el ruido de la gente y de los fuegos.
Sus labios chocaron con los míos, el beso no se sintió como los anteriores, este fue especial y sabía a sal y por alguna extraña razón pude llegar a saborear la pirotecnia, los colores de los fuegos artificiales también tenían sabor y era el de sus labios. En cuanto se separó lo comencé a añorar su cercanía por lo que volví a cortar la distancia.

23 de agosto de 2023.

—Me quiero ir a casa.

Esteban no paraba de quejarse como un niño pequeño, yo lo único que hacía era comparar los grosores de los hilos y ver cuál era los que mejor me servían me quedan menos de dos días para despedirme de Esteban y quería darle una pulsera para que el pudiese recordarme al menos durante unos meses.

—Espérate un minuto. Termino en nada.

En cuanto agarre el hilo que me pareció el correcto tire de la mano de Esteban para ir a pagar. Me había decantado por comprar un hilo rojo, unas bolitas de estrellas y letras para poder hacerle una pulsera. Esta noche le iba a poner cualquier excusa para que no viniera a dormir a mi casa.

—¿Puedo ir hoy a dormir a tu casa?

Manos a la obra.

—No, no puedes, mi padre me ha dicho que no quiere que vengas hoy a dormir.

—Pues ven tú a la mía entonces.

—No puedo. —. Se notaba cierto nerviosismo en mi voz.

—¿Por qué no puedes?

—Tengo cosas que hacer mañana por la mañana temprano.

Esteban tratando de comprenderme paró de hacer preguntas y paso de mirarme a mí a mirar al frente.

—Por cierto ¿Sabes de alguna floristería cerca de aquí?

¿Para qué quiere ir a una floristería este chico?

—La mayoría a estas alturas de verano suelen estar cerradas. —. Conteste mientras que miraba sus ojos.

—Quería regalarle unas rosas a mi madre, ya no voy a poder.

Miente, se nota en su tono de voz además ¿Quién compra unas rosas a dos días de irse y que estas tengan que aguantar todo un viaje?

—Se las puedes robar a mi vecina de su jardín, me robo una pelota y se la dio a su perro. Sería un método de venganza bastante bueno. —. Dije de manera espontánea y el chico sonrió por mis ocurrencias.

—Al menos quédate a cenar. —. Insistió y esta vez no pude decirle que no.

Fuimos a cenar a su casa y su madre nos recibió con una sonrisa, aunque he de decir que la sorpresa me la lleve yo en el momento en el que Esteban y yo llegamos al jardín y nos encontramos con nuestros padres hablando de deportes y a mi madre en la mesa sentada con una taza de café. La cena se resume en risas y temas de conversación distintos, nuestros padres hablaban de la vuelta a la vida laboral, mientras que Esteban y yo nos comunicábamos a través de la mirada, ambos queríamos disfrutar del momento y saborearlo hasta el último minuto y aunque ese no fuese nuestro último adiós iba a ser de los últimos.

Llegué a casa derrotada, pero en lo único en lo que podía pensar era en la sorpresa que le iba a hacer, era un pequeño detallito, pero lo significaba todo. En el proceso me quemé un par de veces y las tijeras no fueron mis aliadas a la hora de cortar el hilo rojo, me corté sin yo quererlo, las pulseras junto con una pequeña tarjetita las terminé a la una de la madruga y caí rendida a los pocos minutos en mi cama. Esa noche sobre mi escritorio descansaron dos pedazos de hilo rojo con las palabras chéri y chérie que iban a significar demasiado para mí en un futuro.

Día cuatro de cinco, completado. 

Quinta estrella a la derechaWhere stories live. Discover now