Capítulo V

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Etienne

El transcurso en coche fue bastante tranquilo, estaba totalmente tranquilo conduciendo. Mi móvil está conectado a los altavoces del vehículo y con mi dedo índice golpeo levemente el volante al ritmo de "La camarera" de Paul Thin. Sin duda una de las cosas que más me gustaban de España además de la comida era la música. La manera que tiene de cautivarte y de hipnotizarte me atraía demasiado.

Al cabo de varias canciones llegué al paddok donde me encontré a mi compañero con Asier.

—Que pesado mi suegro, no para de llamar al móvil de mi novia y al mío igual.

—¿Qué haces con el móvil de Maya? —escuchaba a lo lejos su conversación.

—Ayer discutimos y la deje sola para que se fuera a su casa y reflexionara sobre lo que había dicho, se le olvidó el móvil.

—¿Y no piensas que puede que haya desaparecido?

—Mala hierba nunca muere, ya te digo que si hace falta podría aparecer aquí a joderme.

Fruncí el ceño por lo que dijo y no fue hasta que una llamada en mi móvil hizo que despegara la mirada del chico.

—Hola, Pedro. —. Dije contestando a la llamada del padre de Maya mientras me acercaba a ambos chicos.

—¿Sabes algo de Maya? anoche no regresó a casa y me temo lo peor.

—Anoche la encontré andando sola en la carretera, se quedó a dormir conmigo. Sigue aun en mi casa si quieres puedes pasarte, yo volveré en unas horas cuando termine aquí en el circuito.

Recibí una mala mirada de Asier que ignore totalmente mientras esperaba la respuesta de Pedro.

—Menos mal, no sabes cuanto te lo agradezco. Os llevaré algo de cenar más tarde en cuanto regreses.

—No hace falta, sabes lo que haría por tu hija. —. Dije seriamente bajo las miradas de ambos chicos. Un poco más tarde nos despedimos y miré a Asier.

—Buenos días, chicos. —. Dije con una sonrisa.

—¿Qué le has hecho a Maya? —. Dijo acercándose a mi amenazante.

—¿Cuidarla? Por ejemplo, creo que tu eso no has sabido hacerlo. —. Le contesto junto con una mirada amarga.

—Si midiese sus palabras esta situación no se habría dado jamás

—Si tú la trataras bien, ella no tendría que alzarte la voz.

—¿Tú que sabrás sobre cómo tratar a una mujer? —. Cuestiona muy a la ofensiva.

—Yo no tuve ninguna pelea con Maya, creo que algo sabre sobre el tema.

Asier dándose por vencido decidió alejarse pasando por mi lado y golpeando mi hombro con fuerza.

—Vaya fiera... —. Susurro dirigiéndome a mi garaje para hablar con los ingenieros.

Pasó el tiempo y con ello las horas. No había quedado en el puesto que quería, pero al menos mañana arrancaba en el puesto siete de la parrilla. Además de que en casa me esperaba Maya y quizá un táper o dos de comida que habría preparado su padre. Estaba ansioso de llegar a casa hasta que me paró de nuevo Asier.

—Dale esto a Maya. Y dile que no la quiero ver más. —. Dijo agresivamente mientras dejaba su móvil en mi pecho con un golpe para que lo agarrara. Sin decir nada más se alejó dejándome solo en el lugar.

Guardé el móvil el bolsillo trasero de mi pantalón y caminé directo hacía mi coche para comenzar mi corto trayecto hacía el pueblo. Al entrar al coche deje el móvil de Maya en el asiento de copiloto para no aplastarlo mientras conducía. El viaje fue silencioso, decidí no poner música ya que quería penar sobre mí y sobre la carrera de mañana. En un momento dado giré mi cabeza a la derecha y posé la mirada en el móvil de la chica y solté un suspiro. Se va a poner como una fiera cuando le diga lo que me ha dicho ese desgraciado. Pensé volviendo la mirada a la carretera.

El cartel de bienvenida al pueblo no tardó en aparecer en mi campo de visión y yo ya podía saborear la comida de Pedro.

Entre en casa y Pedro y su hija estaban charlando en la cocina tranquilamente. Dejé todo en la entrada y fui directo a saludarlos.

—¿Qué le has dicho a Asier? —. Preguntó acercándose a mí de manera furiosa.

—¿Yo? Nada, ha sido él quien me ha empezado a atacar. —. Dije mientras dejaba el móvil en la mesa de la cocina. Pedro nos miraba de brazos cruzados.

—Me ha dejado. —. Un par de lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Maya. Traté de acercarme, pero se alejó. —No te acerques.

—Maya, abre los ojos de una vez. —Dijo Pedro separándose de la encimera y acercándose a su hija.

—¿Tú también estas de su parte? —. Dio dos pasos hacia atrás negando.

—Esa relación no te hacía nada de bien, descansabas menos de la cuenta, siempre estabas pegada al móvil para contestar lo más rápido posible a Asier cuando él siquiera te contestaba a las dos horas. —. Volvió a hablar Pedro.

—Eso es mentira. —. Dijo negando repetidas veces.

—Maya tan solo mírate en un espejo, tú no eres la del reflejo, no eres la Maya que conocí hace unos cuantos veranos.

—Tú cállate. Has estado cinco años sin dar señales de vida y has venido a joderlo todo. Por tu culpa Asier me ha dejado. —. Decía eso mientras se acercaba de manera furiosa y cuando llegó a mi altura comenzó a darme golpecitos en el pecho con su dedo índice.

—Luego me lo agradecerás. —. Dije seriamente separándome de ella y yendo hacía Pedro.

Maya soltó un bufido y agarró su móvil para irse de la cocina, segundos después el sonido de la puerta cerrándose se escuchó por toda la casa.

—Creo que lo mejor será vernos otro día. Por ahora habla tú con ella. Nos vemos el viernes como dijiste, creo que será tiempo suficiente para que piense sobre todo lo que ha pasado.

Pedro asintió. Terminamos de despedirnos y en cuanto se fue solté un fuerte suspiro y negué para mis adentros. Luego miré el táper con comida y fui directo a él. Cuanto echaba de menos la comida de Pedro y de su mujer. Supongo que después de la tormenta siempre sale el arcoíris. 

Quinta estrella a la derechaWhere stories live. Discover now