Capítulo II

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Étienne.

Llevo sin pisar Barcelona desde la última vez que vine con dieciséis años, parece que nada ha cambiado.

Lo primero que hice fue visitar el pueblo, lo hice sin avisar a nadie, y al final me encontré con que Maya ya no vivía en el pueblo, sino que vivía en la residencia de su universidad, aunque pasaba los fines de semana en su antigua casa con sus padres.

Esto me lo contó el padre de Maya. Me lo encontré en la plaza mientras yo me dirigía a mi casa después de dar una vuelta, le invité a tomarnos algo y estuvimos hablando sobre lo que había pasado durante estos últimos años. Él me habló sobre Maya y sobre su nueva pareja, que, por cierto, a él no le hacía mucha gracia el chico debido a que los había escuchado pelear un par de veces cuando ella le había invitado a cenar.

—Ese chico no es nada bueno. —. Dijo mientras negaba y dejaba la botella de cerveza sobre la barra.

—¿Cuánto tiempo llevan saliendo? —. Pregunté curioso.

—Creo que van camino de los tres meses, pero, es que si en tan poco tiempo llevan tantas peleas no me quiero imaginar cuando lleven un año. —. Rascó su nuca y me miró para volver a hablar. —Quizá con tu regreso cambie de idea, vuelva a ser ella misma y deje a ese chico.

Al oír eso no supe que palabras elegir para contestarle, por lo que decidí improvisar un poco.

—Mi trabajo apenas me deja quedarme en un sitio durante mucho tiempo, los viajes son constantes. —. Dije.

—Te entiendo, pero Maya te necesita.

—Maya es pasado para mí, por mucho que la siga amando ella ya tiene su futuro y yo tengo el mío.

—No quieres decir eso. —. Dijo tratando de que cambiase de opinión. No lo logró, bueno, no del todo ya que comencé a dudar.

—Quizá pueda hacer algo. —. Dije finalmente.

El hombre me dio una palmada en la espalda mientras sonreía.

—¿Cuánto tiempo te vas a quedar en Barcelona? —. Preguntó curioso a la vez que se acomodaba en la silla.

—No hay ninguna carrera hasta dentro de dos semanas así que me quedaré hasta el martes de dentro de dos semanas. —. Contesté a su pregunta.

—Ven el viernes a cenar, vendrá Maya y seguro que tanto ella como mi mujer estarán felices de verte.

—¿Estás seguro? —. Cuestioné inseguro.

—¿En serio preguntas? Claro que estoy seguro. Te espero el viernes a las nueve, como en los viejos tiempos.

Solamente me limité a asentir mientras que pagaba la cuenta. Me levanté del banco de la barra y salí del local esta vez para ya poder ir a casa.

Al llegar me quedé viendo la estancia con la misma sensación que tuve por primera vez al venir hace años. En su momento la casa me gustó, pero, aunque tuviese la misma sensación algo había cambiado en mí, quizá es la edad, quizá sea el desorden que tengo en mi cabeza.

—Me estoy volviendo loco. —. Dije para mí mismo.

Subí al piso de arriba y me di cuenta cuanto echaba de menos aquel verano. Ni los ladridos de Sparkie, ni la calidez que producía en mi Maya estaban conmigo subiendo aquellas escaleras.

Al llegar al piso de arriba me instale en el cuarto de mis padres, abrí las ventanas de par en par para que la humedad del ambiente fuese desapareciendo poco a poco del lugar, lo mismo hice con las otras habitaciones.

Me senté en la cama a pensar sobre mi situación y frustrado me tire de espaldas sobre el colchón haciendo que este rechinase levemente. Mi cabeza realmente estaba hecha un lío. Quería regresar a aquellos años y volver a lo que realmente considero una casa, abrazar a Maya y a mis padres y no soltarlos, quizá decirle a mi yo de hace cinco años que no aceptara ese puesto en fórmula cuatro, que se quedase con Maya.

Estos años que llevo en la fórmula cuatro y tres, me he dado cuenta de que no todo era como soñaba desde pequeño, la cantidad de dinero que debía de poner en juego era demasiado. Esto me ha hecho reflexionar durante mucho tiempo y una vez finalizada esta temporada había decidido que me iba a retirar.

Con mi futuro no se realmente que hacer, una posibilidad es volver a la universidad, pero aquí en España ya que quiero empezar de nuevo. Es cierto que no me esperaba de nuevo la aparición de Maya tan pronto en mi vida y esto me generaba también dudas.

Frustrado, agarre mi móvil y comencé a reproducir mi playlist de manera aleatoria. Piel sin piel comenzó a sonar.

Cerré los ojos para disfrutar de la música, y al final me quedé dormido sin yo quererlo.

Al cabo de una hora me desperté en la misma posición en la que me había dormido, me había despertado por el sudor que corría por mi nuca, la garganta la tenía demasiado seca y la sensación de cansancio invadió mi cuerpo. Me levanté de la cama para bajar a la cocina a por un vaso de agua.

Nada más llegar a la cocina agarre uno de los vasos de los que había en el mueble superior que hay encima del fregadero, abrí el grifo de agua y llené el vaso hasta la mitad. A la hora de beber el agua está me supo demasiado a cal.

En fin. Bienvenue à Barcelone, Étienne. Pensé sarcásticamente.

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