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MELODY ESTABA EN SU PRIMER DÍA EN LA OFICINA, se encontraba organizando los datos para por fin comenzar a hacer llamadas a posibles futuros clientes. Ella todavía no había hablado con nadie, solo con la recepcionista, la cual fue la primera en darle la bienvenida y hasta ahora la última.
Pamela, quién la recibió cálidamente, la guió hasta donde estaban las mesas de los del segmento de ventas, al final era ridículamente cerca de recepción. Se sentó en un escritorio adelante de un sujeto de anteojos, aquel la miró de arriba a bajo, cómo si la estuviera analizando pero al cabo de unos segundos la ignoró completamente. En su izquierda, estaba el escritorio de un joven castaño, el solo le sonrió y asintió con la cabeza levemente como una forma de saludo mientras atendía una llamada.
Sí, Melody odiaba esta clase de momentos incómodos dónde el silencio dominaba y su burbuja de expectativas explotaba, pero no se enfocó en eso, todo lo que ella podía pensar con un poco de ansiedad y nervios era sobre su nuevo jefe que todavía no salía de su oficina. Ella siempre se sintió un poco intimidada por la autoridad así que cada veinte minutos miraba a la puerta, estando preparada para cuando el entre y lista para dar una buena impresión.
¿Pueden culparla? en su entrevista de trabajo, una mujer muy respetada en esta empresa, Jan Levinson, le había advertido a Melody con que tenga "cuidado" con Michael, su futuro jefe, ese comentario fue acompañado de una mueca de estrés. Ella no estaba muy segura de cómo tomarlo, su primer pensamiento fue la de un jefe totalmente exigente y rígido.
Después de unos veinte minutos, Michael Scott, salió de su oficina haciendo una aparición que Melody no olvidará jamás y no exactamente porque haya sido buena.
— ¿Qué ondaaaaaaa? — Habló Michael intentando imitar un tono moderno, apoyando su mano en la silla del castaño.
— ¿Qué ondaaaa? — Repitió el anterior nombrado con una risa vaga, casi fingida, totalmente lo opuesto al muchacho de anteojos, quién repitió esa frase eufóricamente.
Melody comprendía poco y nada, tal sensación incrementó cuando vió a las cámaras y micrófonos acercándose más a ella conforme Michael lo hacía.
